Elon Musk es el rey Midas de la tecnología. El que convierte en oro cualquier cosa que toca. Hasta una excavadora o un lanzallamas soplete pueden encandilarnos a todos gracias a la magia de un ingeniero que nos maravilló y maravilla —algo menos que antes— con Tesla y Space X.
Ese es el problema. Que ya no nos maravilla tanto y que sus apariciones en Twitter y otros escenarios estén comenzando a dar una imagen de él algo distinta de la que conocíamos. Las críticas razonables y razonadas en medios de comunicación se han intensificado, y Musk se ha convertido en un singular troll que ahora ha iniciado una guerra contra los medios. Una que estamos perdiendo.
Musk y los medios: del amor al odio
Durante años Elon Musk ha sido el niño bonito del panorámica tecnológico y económico. Daba igual que las cuentas no acabaran de salir, porque sus avances y logros en ámbitos como la automoción (con Tesla), la carrera espacial (con SpaceX) o la energía (con SolarRoof) hicieron que todo el mundo se rindiese a sus pies. Resulta que Tony Stark no era un personaje de Marvel: era real y se llamaba Elon Musk.
Los medios de comunicación ayudaron a que la leyenda creciese. Las portadas ensalzaban la labor de un ingeniero que no solo se atrevía a soñar, sino que lo hacía demostrando que esos sueños imposibles podían hacerse realidad. La estrella de Musk brillaba más que ninguna otra en el panorama tecnológico, por encima de la de Jeff Bezos, Tim Cook, Sundar Pichai o Satya Nadella.
Y entonces, algo pasó. De repente los mensajes asombrados se vieron acompañados de algún que otro análisis preocupante. El anuncio del llamativo e incluso revolucionario Tesla Model 3 pronto fue seguido de análisis que dejaban claro que el ritmo de producción estaba siendo mucho más lento de lo que se había prometido. Al exceso de automatización del que hablaba Musk se sumaron otros problemas mucho más graves.
Una investigación de Bloomberg demostraba que la empresa estaba "quemando" el dinero a un ritmo de más de 7.000 dólares por minuto, algo que podría llevar a que se quedase sin recursos financieros en 2018. Musk aseguraba que eso no pasaría. A ello se sumaba hace dos meses el primer accidente mortal de un coche de Tesla con su piloto automático, poco después de que otro trágico siniestro fuese provocado por un coche autónomo de Uber.
Tan preocupante o más fue el reportaje de Reveal en el que se descubrió que Tesla supuestamente había ocultado accidentes de sus empleados durante la fabricación de sus coches. El objetivo, disfrazar las cifras para dar la impresión de que sus fábricas y procesos de producción eran mucho más seguros de lo que realmente son. Declaraciones de empleados como Son Nguyen parecen dejar claro que no lo son.
De repente todo dejaba de ser de color de rosa en Tesla. Y de repente Elon Musk utilizaba su vasta influencia para contraatacar.
Elon Musk, el troll
Las noticias negativas y críticas a Tesla no le han sentado bien a Musk, que el pasado 23 de mayo anunciaba en Twitter su plan de crear un sitio web en el que se pudiera "calificar la verdad básica de cualquier artículo y hacer un seguimiento de la puntuación de credibilidad a lo largo del tiempo de cualquier periodista, editor y publicación".
El propio Musk creó una encuesta rápida en Twitter que logró una participación masiva: casi 700.000 usuarios de Twitter respondieron a la pregunta de si ese servicio para calificar la credibilidad de los medios era o no buena idea. Un 88% de los encuestados respondieron que sí, y el propio Musk añadía poco después que incluso si al público general esa idea podía no resultarle tan útil, sí era crucial para unos periodistas que que se definen a sí mismos por su credibilidad.
Ese teórico servicio se iba a llamar Pravda, pero Musk comprobó que la marca estaba registrada y en uso en Ucrania, lo que le hizo pensar en una alternativa similar: Pravduh, cuyo dominio ya está en su poder. El anuncio provocó un torrente de noticias sobre las intenciones de Musk, que de repente se había convertido en un todo un troll.
Es al menos lo que concluían en Slate, donde analizaban la reacción de una prensa que le estaba siguiendo el juego a Musk —como estoy haciendo en estos momentos con esta entrada, maldición— en lugar de seguir la premisa básica ante los trolls: no alimentarles. Medios como Reveal respondieron a las críticas de Musk y defendieron su labor invitándole a hablar cara a cara del problema.
Musk, sin embargo, no ha respondido a tal propuesta, y sus mensajes en Twitter referentes a ese anuncio se han dispersado un poco en los últimos días, aunque las reacciones han seguido apareciendo. El propio Musk retuiteaba a Stan Lee, que parecía coincidir con la crítica de Musk a los medios y atacaba directamente a 'The Hollywood Reporter'.
La batalla, parece, está servida. La popularidad de Musk en Twitter (21,9 millones de seguidores en el momento de escribir estas líneas) da buena muestra de la influencia de este ingeniero que ha hecho cosas prodigiosas pero que no solo no es perfecto —algunos lo califican de bocachancla—, sino que se toma muy mal que se insinúe que no lo es. Veremos cómo acaba todo esto.
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