Todos queríamos probar una hamburguesa falsa. Aquello daba un poco de repelús, pero oye, ¿y si era tan buena como prometían? La fiebre de la carne vegetal pegó fuerte en 2019 y se consolidó en 2020, pero con el comienzo de la pandemia las cifras se desplomaron. ¿Es que todo el mundo que probó la hamburguesa se dio cuenta de que donde esté un buen Whopper que se quite lo demás?
Cuando la carne hecha con plantas molaba. Lo que Impossible Foods prometía en 2014 parecía desde luego difícil. ¿Una hamburguesa vegetal que sabe como una animal? La cosa no parecía tan descabellada cuando hasta Bill Gates invirtió en una idea que además ayudaba al planeta: teóricamente ayudaría a frenar el cambio climático porque cada chuletón le sale muy caro a nuestro planeta. Aquello prometía, y pronto vimos cómo las hamburguesas falsas iniciaban su conquista del mundo aunque lo hacían con un problema: fabricantes como Impossible Burger o Beyond Meat no daban abasto.
Más caras, y no necesariamente mejores. Un estudio del WSJ confirmaba lo que era fácil intuir. Las hamburguesas falsas eran estupendas para ilustrar nuestra cuenta de Instagram, pero salían más caras. Pronto se supo que además de eso no eran especialmente saludables a pesar de ser vegetales. Daba igual: varias cadenas de restauración —como McDonalds, Burger King, TGB o Goiko Grill— renovaban sus cartas con este producto estrella. Queremos ser más sostenibles, cómo no vamos a tener este invento. La pregunta, claro, es si sabían a carne. Eso es lo que quisimos dirimir en este vídeo con una cata a ciegas.
En Estados Unidos la carne vegetal se desinfla. Un estudio reciente revela que si en 2020 el consumo de la carne falsa creció un 46%, en 2021 cayó un 0,5%. Los expertos hablan de un "ciclo de expectación, con un montón de gente probándola una o dos veces". Algunas no están tan ricas y el precio influye, pero hay otro factor: la percepción de que son alimentos altamente procesados. La carne roja no es muy saludable, se dice sin mucha convicción, pero esto, como comentábamos, tampoco ayuda en ese apartado.
Aún así hay cierto optimismo. La caída no es igual en todas partes —en Europa el crecimiento parece sólido— y las previsiones son buenas para los directivos del grupo Nestlé o de Unilever, que están muy metidos en el ajo (o en la carne, mejor dicho). Las empresas están invirtiendo mucho —la carne generada en impresoras 3D es lo más ahora—, y hay otra posible explicación para la caída: la de que este fenómeno sigue el famoso 'ciclo de expectativas de Gartner' en el que tras el pico de interés ahora estamos en el "valle de la desilusión". El interés volverá a crecer y el mercado madurará, asegura ese ciclo.
Comemos menos carne. Da igual que sea vegetal o no. Las alarmas pueden haber sonado con el fenómeno de la carne falsa, pero cuidado porque el consumo de carne de ternera también ha bajado, aunque sí ha crecido la producción y consumo de carne de pollo. Esta última, por cierto, es mucho más sostenible, pero su producción da miedo aunque han surgido ideas curiosas para aliviar los problemas. El consumo de carne de ternera cayó en 2020, algo lógico si tenemos en cuenta la producción del año anterior: 2019 representó un punto de no retorno y fue el primer año desde 1961 en que la producción de carne descendió a nivel internacional. Ya tenemos carne falsa de pollo, ojo, y empieza a ser bastante barata.
Imagen | Niklas Rhöse
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