Fue una estación sueca la que, en 1986, destapó el que todavía es el mayor desastre nuclear de la historia. Es decir, supimos antes de Chernóbil por los informes de Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca que por las autoridades soviéticas. Por eso mismo, desde entonces, cada vez que los países nórdicos detectan niveles de radioactividad por encima de lo normal, alguien se pone tenso en las oficinas del Organismo Internacional de Energía Atómica y la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares. Eso fue lo que ocurrió la semana pasada.
Cuando las autoridades nórdicas hicieron público que habían detectado niveles de radioactividad ligeramente mayores de lo habitual durante el mes de junio y aunque no parecía que fueran peligrosas para la salud o el medio ambiente, todas las miradas se fijaron en Rusia. Sobre todo, después de que los investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública y Medio Ambiente de los Países Bajos explicaran el día 26 que habían analizado los datos y parecía que provenían del oeste de Rusia posiblemente de ciertos "daños en algún elemento de combustible de una planta de energía nuclear".
TASS, la agencia rusa de noticias, salió al paso citando a un portavoz de Rosenergoatom, el operador estatal de energía nuclear, que decía que ninguna de las dos plantas nucleares en el noroeste de Rusia habían reportado ningún problema. tanto la planta de Leningrado (cerca de San Petersburgo) como la planta de Kola (cerca de Murmansk) "funcionan normalmente, con niveles de radiación dentro de lo normal".
No sabemos de dónde salió realmente la nube de radioactividad
Lo que parece claro es que las pequeñas cantidades de isótopos radioactivos (inofensivos para los seres humanos) están ahí y las mediciones no son producto de un error. Es más, el Instituto neerlandés señalaba que "los radionucleidos son artificiales; están hechos por el hombre". No obstante, pese a señalar directamente a Rusia por la dirección de las corrientes de viento, señalaba que "no se podía identificar una ubicación específica debido al número limitado de mediciones".
En la misma línea, la Autoridad de Seguridad Radiológica de Suecia explicó que "ahora no es posible confirmar cuál podría ser la fuente del aumento de los niveles" de radiactividad ni dónde se originó la nube". Y el secretario ejecutivo de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares, Lassina Zerbo tuiteó el viernes que efectivamente "los sensores de monitoreo de radiación de la organización en Suecia detectaron un ligero aumento de varios isótopos inofensivos en el espacio aéreo del noroeste de Europa", pero no se podía confirmar nada más.
En resumen: no sabemos de dónde salió la nube de isótopos radioactivos (cesium 137, cesium 134 y rutenium 103, principalmente) que ha visitado a los países nórdicos. O, como decía Zerbo, "podemos indicar la probable región de la fuente, pero no determinar el origen exacto" (aunque también es cierto que su organización no tiene el 'mandato' para investigarlo). No obstante, por ahora, tampoco hay datos que apoyen el alarmismo que se ha podido intuir en medios y redes sociales.
Eso sí, si de algo podemos estar seguros es que si hay algo extraño, las autoridades internacionales lo sabrán pronto. Pocas cosas están más vigiladas en el mundo que la energía nuclear.
Imagen | Jonathan Brinkhorst y Lassina Zerbo
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