¿Qué aspecto tiene Neptuno? Si hacemos memoria probablemente nos venga a la cabeza la imagen de este planeta tomada por la Voyager a mediados de la década de 1980. En esta imagen veíamos un planeta de color azul intenso, cercano al añil, con nubes blanquecinas muy marcadas.
Un nuevo vistazo. Un equipo de astrónomos, entre los que se encuentran expertos del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) y de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) ha analizado dos de los planetas exteriores del sistema solar, Urano y Neptuno, centrándose en un aspecto muy concreto: su color.
Este nuevo análisis ha servido a los miembros del equipo para tumbar un mito que se había perpetuado durante casi cuatro décadas. Y es que el Neptuno no es del color azul intenso con el que tendemos a imaginarlo, sino más bien de un azul verdoso y claro.
Un color semejante al de su planeta vecino, Urano. Los investigadores también han “corregido” el color de este planeta, aunque el cambio es menos notorio. En este caso, de una imagen verduzca hemos pasado al azul verdoso. Hasta el punto de que ahora sabemos que Urano es un poco más azul que Neptuno.
Estaciones y colores. Neptuno no tiene vegetación, pero aun así su color cambia a lo largo del año como hace la Tierra. Sus ciclos son, según ha revelado el nuevo estudio, distintos a los nuestros.
Concretamente, el planeta es un poco más verde en los Solsticios, cuando uno de sus polos “apunta” en dirección al Sol, mientras que durante los equinoccios su color es algo más azulado. Esto se debe, explican los autores, a que la reflectividad es distinta en los polos y en la región ecuatorial del planeta.
Recombinando datos. El equipo se valió de de diversos telescopios para indagar en este asunto. Uno de ellos era el telescopio espacial Hubble, concretamente de sus instrumentos STIS (Space Telescope Imaging Spectrograph) y MUSE (Multi Unit Spectroscopic Explorer). El segundo fue el VLT (Very Large Telescope) del European Southern Observatory, telescopio situado en la región Chilena de Atacama
Los investigadores primero comprobaron cuál era el verdadero color de estos planetas, tras lo cual recalibraron las imágenes tomadas hace más de tres décadas por la sonda Voyager a su paso por el entorno del planeta. Con ello pudieron generar una nueva y más precisa versión de la ya clásicas fotografía de Neptuno.
Los detalles del estudio fueron publicados recientemente en un artículo en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society. En él explican también cómo estas observaciones les han permitido refinar los modelos que describen atmósfera de estos planetas.
El detalle olvidado. El equipo de astrónomos trata de arreglar así un malentendido de décadas. Tal y como explican los responsables de este último estudio, el origen de este malentendido se debe al olvido de un pequeño detalle: las imágenes que nos llegaron de la Voyager estaban en falso color.
Los instrumentos desde los que se tomaron estas imágenes funcionan de una forma análoga a los sensores de las cámaras digitales de hoy en día: se toman tres imágenes monocromáticas, cada una captando una frecuencia concreta. En el caso del sensor de una cámara digital, por ejemplo, tenemos que cada píxel está formado por cuatro celdas que captan la luz en uno de tres colores, verde rojo y azul.
Recombinando imágenes. El problema es que hay que recombinar las imágenes resultantes y el resultado no tiene por qué ser del todo fiel a la imagen que percibiría el ojo humano. Los responsables de las imágenes iniciales explicaron que a la hora de producir la foto destacaron el color azul e introdujeron un fuerte contraste para hacer bien visibles las características de este planeta.
Y así lo hicieron saber en sus publicaciones. El problema es que cuando estas imágenes pasaron al acervo popular, esta “nota al pie de página” acabó olvidándose.
“Aunque el color artificialmente saturado era algo conocido por los científicos planetarios de la época (y estas imágenes fueron publciadas con pies que lo explicaban) esa distinción se perdió a lo largo del tiempo”, explicaba en una nota de prensa Patrick Irwin, uno de los autores del reciente estudio.
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Imagen | Irwin/University of Oxford/NASA / NASA/JPL-Caltech
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