El 17 de diciembre de 1903, los hermanos Wright lograron que el hombre volase por primera vez. Lo hicieron con el Wright Flyer, también conocido como Kitty Hawk, un biplano que se elevó nueve metros del suelo y que alcanzó una velocidad de 48 km/h. A partir de entonces, las cosas evolucionaron mucho y muy rápido. Y lo hicieron especialmente en la velocidad que alcanzaban los aviones.
Necesito... velocidad. Cuarenta y cuatro años después, el 14 de octubre de 1947, Chuck Yeager lograba romper la barrera del sonido y lograr una velocidad de Mach 1.05 (1,05 veces la velocidad del sonido) en el desierto de Mojave abordo del Bell X-1 Glamorous Glennis. La progresión había sido espectacular, pero es que iría aún a más.
Superando Mach 3. A partir de ese momento se produjo una singular carrera por lograr velocidades aún mayores en vuelos tripulados, y en lo siguientes 30 años se fueron sucediendo los récords hasta que en julio de 1976 se produjo el récord actual: un Lockheed SR-71 Blackbird logró alcanzar los 3.529,6 km/h.
El austriaco que quiso viajar a la Luna. Auque la aviación comercial no llegaba a tales velocidades, los récrods en vuelos convencionales también iban sucediéndose. Un periodista austriaco llamado Gerhart Pistor tuvo claro entonces que a ese ritmo los humanos podrían ir a la Luna en avión, así que en 1964 se fue a una agencia de viajes en Viena y exigió precisamente eso: pidió un billete para la Luna, preferiblemente en la compañía Pan Am que por entonces era clara referente en avances en aviación comercial.
Pan Am acabó vendiendo esos viajes. La agencia de viajes, probablemente asombrada por la petición, hizo algo curioso: la pasó a la aerolínea Pan Am, y allí llegó a oídos de Juan Trippe, el entonces CEO de la compañía. Vio en esa petición una oportunidad publicitaria sin parangón, e inició una campaña publicitaria insólita: Pan Am lanzaría vuelos de pasajeros a la Luna. La propuesta era esperpéntica, sobre todo porque la NASA aún tardaría cinco años en llevar al hombre a la Luna, y el teórico futuro del turismo espacial era una utopía.
First Moon Flights. En 1968 Pan Am acabó creando un club muy especial para turistas espaciales que deseasen viajar a la Luna. Algunos de los responsables del programa y de quienes creyeron en esa promesa hablaron el documental 'Fly me to the moon', pero lo sorprendente no es eso, sino que la gente se creyó la promesa.
93.000 personas compraron la idea. Entre 1968 y 1971 Pan Am logró 93.000 inscripciones gratuitas al club, que estimaba que en el año 2000 podrían producirse los primeros vuelos. Cada miembro recibía un carné como el de la imagen principal con los datos de la persona en la parte anterior y una imagen con un concepto de nave espacial comercial en la posterior.
Precios "de otro mundo". Los aventureros que se apuntaron no solo procedían de EEUU, y personas de hasta 90 países se apuntaron. Pan Am aclaró que había muchos detalles que resolver antes de que el primer vuelo pudiera despegar, y avisó de que "las tarifas no están totalmente definidas, y podrían ser de otro mundo".
¿Truco publicitario? Pan Am dejó de ofrecer reservas para el club en 1971 señalando que estaba pasando por dificultades financieras y administrativas, y el programa fue calificado de truco publicitario. Sin embargo en la década de 1980 los directivos de Pan Am seguían defendiendo que el programa era genuino y que el viaje comercial espacial era inminente.
Pan Am fracasó, pero el turismo espacial está de vuelta. La compañía acabó declarándose en bancarrota en 1991 y por tanto no cumplió su promesa, pero en los últimos años hemos visto como tanto Blue Origin como Virgin Galactic han recogido el testigo y han iniciado una nueva era para el turismo espacial. Los precios, eso sí, siguen siendo "de otro mundo", y en estos momentos comprar un billete no solo depende de tener ese dinero —se superan fácilmente los 300.000 dólares— sino de lo famoso que eres y el impulso publicitario que puedes darle a estos programas.
Imagen | Wikipedia
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