Soy Canonista de toda la vida, con una "pequeña" EOS 77D de gama media en mi haber. No es una cámara ambiciosa, pero es más que válida para ilustrar los análisis que hago en Xataka, y ha cumplido de sobra en las sesiones de fotografía que realicé con ella. Va a cumplir cinco años y tiene vida por delante, pero no niego que me hacen ojitos modelos superiores, o incluso las Alpha de Sony.
Pero yo no soy fotógrafo profesional. Soy aficionado y apasionado de la fotografía y, por ello, sigo con entusiasmo la evolución de la fotografía móvil. Soy especialmente crítico con el procesado artificial de los teléfonos actuales, tema que desarrollamos en profundidad. Pero, mirando tan solo por el lado del usuario aficionado, no puedo más que fascinarme con el punto actual que alcanzan los teléfonos.
Antes de iniciar una guerra entre fotógrafos profesionales que consideran una herejía la fotografía móvil, pongo la evidencia sobre la mesa: una cámara es una cámara y un móvil es un móvil. El punto aquí es que el móvil está en un punto más que suficiente como cámara recreativa, ya no solo por calidad, sino por versatilidad. La fotografía computacional tiene sus pros, y es un regalo para los que queremos apuntar y disparar.
Hemos normalizado el HDR, y ni imaginamos lo complejo que es
Hemos normalizado el HDR. Darle al botón de disparar y pensar que hemos hecho una foto. El teléfono, en tiempo real, está combinando distintos disparos con distintos puntos de exposición, para posteriormente combinarlos y ofrecernos una fotografía equilibrada tanto en altas luces como en bajas luces.
Llevamos tanto tiempo con el HDR entre nosotros, que quizás hemos olvidado lo complejo que es lograr fotografías así con una cámara convencional, sin dedicarle un buen rato a la edición y haber disparado, deliberadamente, con una exposición concreta para posteriormente recuperar información. Y ese es el escenario optimista, para un buen HDR tendríamos que ser nosotros los que disparásemos distintas imágenes a distinta exposición, para posteriormente combinarlas en edición.
Teléfonos como los Google Pixel o los iPhone son capaces, incluso, de mostrar el procesado del HDR en tiempo real (son los únicos capaces de ello, por el momento), una enorme ayuda a la hora de disparar y mejorar la experiencia al fotografiar. Al estar tan limitados a nivel de sensor, los teléfonos nunca recuperarán tanta información de las sombras como una cámara con sensor gigantesco. Pero, a día de hoy, el HDR convive con nosotros, y nunca viene mal pararse a valorar el regalo que es tener fotografías con tal rango dinámico en prácticamente cualquier teléfono.
Zoom óptico, sin intercambiar lentes
También hemos normalizado el zoom. No solo el darle a un botón y que el teléfono salte a una lente periscópica sino a que, en tiempo real, el móvil recorte la zona central del sensor (algo que ya hacen Apple o Xiaomi), o a que se fusionen las zonas de mayor nitidez tanto del teleobjetivo como del sensor principal (algo que hace el Pixel 7 Pro).
Decisiones computacionales impresionantes a nivel técnico, y de la que no nos solemos dar cuenta. Más allá de teleobjetivos bastante nítidos entre 5x y 10x (un 10x periscópico es equivalente a unos 230mm, palabras mayores), tenemos el zoom digital. Aquí suele haber más un ejercicio de marketing que de utilidad real pero, actualmente, varios gama alta aguantan bastante bien incluso el 30x, rangos de zoom sencillamente espectaculares para un teléfono.
A la guerra del zoom todavía le queda vida, con Samsung mejorando sus teleobjetivos, Google devolviendo a la vida Super Res Zoom y una Apple que sigue sin pasar del 3x, pero que acabará forzada a introducir un zoom más ambicioso. El nivel empieza a ser alto.
El retrato, hablemos del retrato
El modo retrato, sobre todo en exponentes como Apple, Samsung y OPPO, está llegando a cotas espectaculares. No deja de ser un retrato creado digitalmente pero, bien empleado, es una herramienta que disfruto como un niño. Hay retrato en 1x, 2x, 3x... jugar con las distancias, ajustar el bokeh. Podemos llegar a echar en falta cierta naturalidad si somos exigentes, pero ya no es el drama de hace unos años.
Más allá del propio modo retrato, algunos fabricantes están haciendo esfuerzos por lograr que la piel sea realista. La preferencia asiática de dejar las pieles claras y lo más blancas posible sigue presente pero, poco a poco, se va corrigiendo. Apple lo hace de forma sobresaliente aquí, Google tiene algoritmos especializados para los distintos tipos de piel, y la tendencia a respetar el tono original va al alza.
Aquí el RAW tiene bastante que decir. No quisiera ahondar demasiado en ProRAW, al ser una característica de un solo teléfono. No obstante, qué mejor punto que el retrato y la naturalidad de la piel para destacar que hay herramientas a nuestro alcance para disparar como nosotros queremos, y no como el teléfono quiere.
Admitámoslo, lo vertical es lo que manda
Puede gustar, o no. Podemos querer aceptarlo, o no. El formato vertical ha ganado en las redes sociales, y no tiene nada de malo querer compartir nuestras fotografías y vídeos en ellas. El móvil se plantea aquí como una herramienta perfecta para disparar y compartir, siendo su posición natural la vertical.
Para no extender en exceso la pieza, ni siquiera entro a comentar que un teléfono sea capaz de grabar en 4K 60 FPS a 10 bits y en formato Dolby Vision. De nuevo, funciones que empezamos a normalizar sin ser conscientes de lo que supone que un teléfono sea capaz de hacerlas.
Las fotografías que ilustran este artículo no serán las de una Sony Alpha 7 IV. Tampoco es algo que necesite. Quiero una buena cámara en el bolsillo, tanto en vídeo como en fotografía, y estoy convencido de que salvando el terreno profesional, los avances en fotografía computacional irán comiendo terreno a las propias cámaras.
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