La crónica de la Red es la crónica de sus vencedores. Y la de sus vencidos. A los más jóvenes del lugar AltaVista quizás les suene a Pleistoceno tecnológico o incluso no les suene siquiera, pero hubo un tiempo —no hace tanto en realidad— en el que el nombre identificaba a uno de los buscadores más populares de Internet. Tanto, que a mediados de la década de 1990, después de un crecimiento meteórico y con apenas dos años de vida, registraba alrededor de 80 millones de visitas diarias.
La de AltaVista es una historia de lo que fue. Como la de tantas otras grandes empresas que han pasado de protagonistas a simples anotaciones a pie de página en la voluble crónica de la Red. Pero también —y esa es una de sus peculiaridades— de lo que pudo ser. Ironías de la historia, a finales de los 90 sus directivos dejaron pasar la oportunidad que habría convertido a la compañía en el enorme imperio que hoy es Google. Pero eso es es adelantarnos demasiado.
Así seas de los 80 y te hayas estrenado en el mundo de los buscadores con él o su nombre te suene a mandarín es interesante recordar qué era AltaVista y cuál es su historia: cómo pasó de cerca de 300.000 visitas durante sus primeros días de vida a 80 millones solo dos años después y apenas un puñado de decenas de búsquedas diarias en 2013, cuando su entonces propietaria decidió darle carpetazo.
De protagonista, al pie de página
Sus orígenes se remontan a hace cerca de tres décadas, al 15 de diciembre de 1995, para ser más precisos, cuando se lanzó como un proyecto de investigación del Laboratorio de Sistemas de Red de Digital Equipment Corporation (DEC). Se cuenta que su fundador, Paul Flaherty, decidió llamarlo AltaVista por su lugar de origen, en Palo Alto. Lo que sí se sabe es que sus creadores querían un motor de búsqueda de páginas y archivos en la red pública. Y no les fue mal en el empeño. Como explicaría más tarde a The New York Times otra de las cabezas pensantes del proyecto, Allan L. Jennings, accedía a hasta 30 millones de páginas.
Su atractivo, con una interfaz simple y fácil de manejar, gran cantidad de sitios indexados y un potente hardware, no tardó en captar la atención de los usuarios de aquel Internet de de los 90. Si en sus inicios —con el dominio altavista.digita.com— recibía 300.000 visitas diarias, un par de años después se movía en cerca de 80 millones. La progresión de su primer año es bastante elocuente: de unas cuentas decenas de miles de peticiones por jornada pasó a más de 2,5 millones.
El servicio era lo suficientemente prometedor como para captar la atención de Yahoo!, con la que logró un acuerdo en 1996. El objetivo: que la empresa de Jerry Yang y David Filo mejorase su buscador sacando partido al motor de AltaVista.
A lo largo de los años siguientes su crónica se complicará sin embargo con movimientos empresariales que afectaron a su propiedad y, en consecuencia, su enfoque. Quizás el principal lo vivió en 1998, cuando Compaq, que en junio había adquirido DEC, decidió sin demasiada puntería darle un giro para asemejarlo a un portal de servicios, lo que no ayudó a reforzar su posición ante la competencia.
El siguiente gran movimiento llegó en 2003, cuando Yahoo! se hizo con sus riendas y la de otro buscador popular, Alltheweb. Durante los años siguientes AltaVista operó como un servicio independiente, compitiendo con el del propio Yahoo! hasta ver, en 2011, como la empresa retiraba su motor de búsqueda.
Era el primer capítulo de una muerte anunciada. No mucho después, en 2013, Yahoo! anunciaba el cierre del otrora exitoso buscador. De sus años de esplendor había pasado a una larga etapa de decadencia que lo había dejado arrinconado, con una cuota de mercado ínfima: ese mismo verano, cuando se anunció su defunción su volumen de páginas vistas estaba a años luz del registrado por Google.
Por entonces Google contaba ya con el 66,5% de las búsquedas, seguido de lejos por Bing (17,3%) y la propia Yahoo! (11%). Triste final para el buscador con el que habían crecido muchos de los usuarios de la Red de finales de los 90 e inicios de los 2000 e irónico epitafio para la compañía que, de haber atinado, pudo haberse convertido en lo que hoy es Google: la oportunidad le llegó en 1998, cuando dos estudiantes de Standford, Sergey Brin y Larry Page, llamaron a la puerta de AltaVista en busca de financiación para desarrollar su idea Page Rank.
A Flaherty la propuesta no le pareció del todo descabellada y la cantidad que pedían Larry Page y Sergey Brin era irrisoria, eso, claro, dicho con la perspectiva que dan los años y visto en qué acabó convirtiéndose Google, aventura empresarial en la que los jóvenes acabaron embarcados, pero aquello de Page Rank no convenció entre los dueños de AltaVista. Y el tren pasó de largo.
Ya se sabe: la crónica de la Red es la crónica de sus momentos dulces. Y también la de aquellos que dejan el regusto amargo del "¿qué hubiera pasado si...?"
Imágenes: Wikipedia
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