Supongo que la culpa la tiene Indiana Jones, pero en el imaginario popular "quemar libros" está indisociablemente unido al 10 de mayo de 1933, cuando un grupo de estudiantes y profesores vinculados al Partido Nazi salieron a la Plaza de la Ópera en Berlín y a otras 21 ciudades universitarias para quemar libros que consideraban 'antialemanes'.
Sin embargo, la persecución sistemática de ideas, la destrucción de libros y la marginación de discursos percibidos como peligrosos ha sido una alegre práctica social que se repite una y otra vez en la historia de la humanidad. Los ejemplos son innumerables: desde la "quema de libros y sepultura de intelectuales" en la China del siglo II antes de Cristo a la quema que realizó el Estado Islámico en Mosul hace un par de años, pasando por las hogueras de Cisneros, Savonarola o la dictadura militar de Argentina.
Un personaje que resultó ser especialmente atractivo de quemar en esas recurrentes orgías de fuego y ceniza se llamaba Epicuro. La doctrina del filósofo hedonista fue extremadamente popular en su tiempo. Tanto que Diógenes Laercio llegó a decir que el número de epicúreos superaba la población de ciudades enteras. Sin embargo, fruto de la persecución, el ostracismo y la hoguera, a nuestros días no ha llegado casi nada de sus ideas y formas de vivir la vida. Por suerte, la tecnología puede hacer que resucite de sus cenizas.
Leer pergaminos calcinados con rayos X
Hace un par de años, un equipo de la Universidad de Kentuky fue capaz de "desenrollar" digitalmente un pergamino que había sido aplastado y quemado en el gran incendio de la ciudad de Ein Guedi hará unos 1400 años. Utilizaron rayos X para modelizar en 3D los restos carbonizados del pergamino y el resultado fue cristalino.
Lo que los investigadores tenían entre manos era un fragmento del Levítico escrito antes del 600 después de Cristo. Durante un momento, toda la comunidad internacional se entusiasmó. Luego descubrimos que la reconstrucción había sido tan buena porque la tinta del manuscrito contenía metal y eso achicaba significativamente el terreno de juego.
La técnica del equipo de Kentuky no servía, por ejemplo, para estudiar los pergaminos quemados por la erupción del Vesubio del 79 después de Cristo. Los expertos saben que la tinta de los pergaminos que se calcinaron en la destrucción de Popeya y Herculiano estaban basados en el carbón y aunque se han encontrado trazas de plomo, no son suficientes para reconstruir lo que decían esos documentos. O eso creíamos.
Las piezas de un puzzle
Pero, claro, estos no son documentos cualquiera. Según creían los investigadores, algunos de ellos pertenecieron al suegro de Julio César y desentrañarlos podrían darnos una visión nueva y valiosísima de la historia romana. Aquí es donde entra el machine learning.
El equipo lleva meses trabajando en entrenar un algoritmo de aprendizaje profundo para leer los trazos de los pergaminos calcinados y recomponer los textos. Aún es pronto para tener resultados concretos, pero los primeros indicios apuntan a una enorme colección de textos epicúreos. Es cierto que todavía podemos llevarnos sorpresas, pero la idea de recuperar ideas tan denostadas que fueron perseguidas hasta casi desaparecer es realmente emocionante.
Al fin y al cabo, las principales obras epicúreas han llegado a nosotros por accidente. 'De rerum natura', el colosal poema de Lucrecio, llegó a nuestros días porque en enero de 1417 Poggio Bracciolini se encontró un viejísimo ejemplar en el monasterio benedictino de Fulda y decidió copiarlo y compartirlo. El texto no se había reproducido en los cinco siglos anteriores.
En 2012, Stephen Greenblatt publicó un ensayo sobre el impacto del 'De rerum natura' en el pensamiento moderno. Un impacto que para Greenblatt fue descomunal: a través de ese poema, ideas como el atomismo clásico se introdujeron en la conversación académica e impulsaron el desarrollo de la ciencia. No esperamos una revolución parecida hoy en día, claro; pero cuando uno abre una biblioteca nunca sabe lo que se va a encontrar.
Imagen | Jonny Caspari
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