Últimamente está de moda hablar de 'bloqueo'. Pero no hay bloqueo, como el que generan preguntas tan simples como "¿Con cebolla o sin cebolla?" o "¿Pedimos una pizza hawaiana?". Decir que esas son las verdaderas divisiones sociológicas y culturales de la humanidad es exagerado, pero no cabe duda de que son cuestiones que generan muchísima polémica.
Pero, ¿por qué? ¿Por qué hay gente que adora la pizza con piña mientras otra la desprecia llamándola 'macedonia'? ¿Por qué hay gente que venera la cebolla en todas sus formas mientras otra es incapaz de llevarse a la boca un trozo de tortilla de patatas con cebolla pochada? Hemos decidido recurrir a la ciencia para ver si lográbamos resolver de una vez, y por todas, este eterno debate.
Lo que aprendimos (a comer) en la Sabana

Quizá lo más sorprendente por contraintuitivo es que las influencias genéticas no tienen demasiada influencia en nuestra alimentación. Es decir, que uno no es sincebollista de nacimiento. En realidad, nacemos simplemente con una predisposición hacia lo dulce y una aversión hacia lo agrio o amargo. Por eso, muchos expertos avisan contra el abuso de preparados alimenticios ultraazucarados que los niños comen muy bien pero que 'atrofian' el paladar.
Estas tendencias solo se pueden explicar a la luz de evolución. Por ejemplo, nuestra preferencia innata a lo dulce se basa en que los productos dulces suelen ser seguros y nutritivos: las frutas maduras tienden a ser dulces, igual que los alimentos que más energía dan. En cambio, los tóxicos suelen tener sabores amargos y ese es uno de los motivos que parecen estar detrás de nuestra aversión natural a estos sabores.
Los gustos y preferencias innatas solo se entienden a la luz de la evolución
Algunos investigadores sugieren que hay diferencias entre géneros. Los hombres suelen tener predilección por la carne y las mujeres por los dulces. No obstante, pese a que culturalmente es fácil aceptar esa idea, no está claro del todo.
El gusto por lo salado lo desarrollamos un poco después porque es un buen indicador de alimentos que contienen minerales. Y normalmente tendemos a preferir los alimentos grasos a los bajos en calorías por ser una fuente muy potente de calorías. Se entiende fácilmente por qué los helados y las patatas fritas nos suelen volver locos. Sobre todo, a los niños.
Desde el útero materno

Esto son las tendencias que de serie todos compartimos. Pero como decíamos, son tendencias muy generales. La parte importante sobre los sabores y el desarrollo del gusto la aprendemos. Y desde muy pronto, curiosamente.
Los estudios apuntan que desde antes de nacer. Según Mennella, Jagnow y Beauchamp, tanto el líquido amniótico como la leche materna cambian dependiendo de la alimentación de la madre y esos cambios juegan un papel esencial en la definición del paladar. Por ejemplo, está demostrado que los niños cuyas madres han consumido productos como anís, ajo o zanahorias reaccionan mejor a estos productos y disfrutan más de esos sabores.
A partir de aquí y hasta los dos o tres años, es el momento de ir introduciendo todos los alimentos fundamentales. Hay tablas de incorporación que explican cuándo y en qué orden hay que ir introduciendo cada producto en la dieta. Esto es muy importante porque cuando acaba esta fase, los niños desarrollan lo que llamamos "neofobia alimentaria". Vamos, que sienten miedo o rechazo a probar alimentos nuevos.
"No me gusta el brócoli"

Es una fase y no hay que preocuparse demasiado, ni hacer girar la dieta en torno a lo que les gusta. Porque no es que el brócoli no les guste, es que no les gusta nada nuevo. Incluso puede que lo lleguen a odiar con todas sus fuerzas. La clave, me temo, es seguir poniéndolo en la mesa. De media, son necesarias entre 10 y 15 exposiciones para acostumbrarse a sabores que no gustan.
Aquí, los padres tienen un papel fundamental. Evitar alimentos es natural, pero si esa neofobia se extiende más allá de los ocho años, reduce seriamente la calidad de la dieta y puede producir problemas de ansiedad y autoestima. Y es que no comemos determinada comida porque nos gusta, nos gusta determinada comida porque la comemos. Una idea que, de una forma u otra, lleva repitiendo la psicología desde hace 150 años.
Sincebollistas y el frente antipiña

Y llegamos a ese momento en que alguien pregunta "¿Le echamos cebolla a la tortilla?" o "¿Os apetece una hawaiana?". Entre bromas y polémicas, esas preguntas reflejan verdaderas divisiones en los grupos de amigos, los centros de trabajo y los medios de comunicación. Y no penséis que es una moda nueva: en 2004, el embajador italiano en Londres pidió que se boicoteara a los restaurantes que pusieran piña en la pizza.
La comida está 'rellena' de significados culturales y elementos simbólicos e identitarios
Nuestro gusto cambia conforme envejecemos, pero lo fundamental se mantiene. A partir de la adolescencia y juventud nuestro gusto está prácticamente definido. No sólo por la costumbre (muchos años comiendo prácticamente las mismas formulaciones y combinaciones de sabores), sino también porque a esas alturas la comida ya tiene fuertes significados sociales y culturales para nosotros.
Cuando probamos por primera vez la comida japonesa, no sólo nos acercamos a nuevos sabores y preparaciones: sino que nos aproximamos a un universo cultural distinto, un discurso propio sobre la comida. Es por eso que los otakus (aficionados al manga japonés) suelen ser aficionados también al ramen, al sushi y a sus derivados.
Somos lo que comemos y comemos lo que somos

Para cuando nos enfrentamos a decisiones transcendentales como "cebolla sí o no", nuestra personalidad gastronómica puede llegar a pesar más que lo estrictamente culinario. Yo prefiero la tortilla cuajada a la de Betanzos, la morcilla de cebolla a la de Burgos y cualquier cosa comestible del universo al plátano o la banana.
Es esa 'personalidad gastronómica' la que hace que no nos expongamos lo suficiente a los nuevos alimentos y la que acaba convirtiendo la "buena mesa" en algo parecido al hooliganismo alimenticio. ¿Que por qué somos concebollistas y no soportamos la pizza piña en nuestras pizzas? Por la evolución, por nuestros padres, por el colegio en el que estuvimos, por nuestros amigos y familia, por los lugares donde vivimos. En definitiva, por la misma historia de aprendizaje que nos ha hecho ser quien somos.
Imágenes | Wikia, CebollaWars, Giulian Frisoni
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48 comentarios
da-ubuntu
me parece un articulo absurdo
ordexo
Quién coño no le echa cebolla a la tortilla? Es como no echarle levadura al pan! Los alimentos en la mesa delante del niño. ¿Que no se lo come? Pues mañana. E ir iterando.
xrmxnd
En serio, todo para decir que depende de los hábitos, costumbres y conductas inculcados?. Pérdida de tiempo y artículo lleno de paja, forzado. Lo leí esperando algo mejor (...). En fin, el intento está ahí, sigan así, quizás la próxima.
gjosete
Gran artículo! Todo tiene su explicación y la verdad es que yo soy muy fan de la pizza con piña y la tortilla sin cebolla
jvadri
genial el artículo, enhorabuena
Spaniard37
¿Por qué unos comen cebolla con tortilla y otros ponen piña en la pizza? Empezó todo en los no orígenes del ADN y la no genética de la que provenimos de áfrica sino en cómo cocina tu madre. Los japoneses comen comida de otros sabores y el manga los envuelve con papel de comic. Comemos lo que somos y comemos somos nos comemos.
Gracias por vuestros clics, rebotes, clics es publicidad, tiempo de espera de página y comentarios muy útiles para google.
Minute
¿Pero qué puta mierda es esta?
Usuario desactivado
No estoy de acuerdo.
Pongamos como ejemplo el zumo de limón. Así, en estado puro, a nadie le agrada (o casi nadie), ya que es muy amargo. Sin embargo, se diluye en agua, y se le echa agua y ya la cosa cambia (sobre todo fresquito y con hielo).
Otro ejemplo menos evidente. Si cogemos tomates, los batimos y los freímos con aceite, no nos resulta tan agradable como el tomate frito de bote, ya que es más amargo. Sin embargo, se le echa un poco de azúcar y ya coge el sabor característico del tomate frito comercial multiplicado por 10. Vale que alguno dirá que su madre, para evitarlo, quitaba la pulpa y se quedaba con la carne, pero es un desperdicio.
El caso es que el sabor agrio siempre ha sido un repelente para el ser humano, sin embargo, el dulce, más suave, nos ha encantado siempre.
La cebolla se pocha para suavizar la tortilla (aunque a mí me da igual con cebolla o sin cebolla, seré extraterrestre), la piña para rebajar la acidez del tomate de la pizza...joder, si hasta la gente se muere por los dátiles con bacon.
Igual la naturaleza nos ha enseñado que el azúcar es una buena fuente de energía rápida y por eso nos predispone a ella, pero de ahí a que sea aprendida media un abismo. Ya puedes meterte brócoli en vena en el embarazo, que a ningún niño le gusta el brócoli y viceversa...por muy vegano que seas, prueba en ponerle a un nene un secreto de cerdo ibérico con papas y veras lo rápido que asusta a los Gremlins.
dbrain
No a la piña en la pizza! No a la cebolla en la tortilla! Cuestión de gustos...
noe.castro
Yo solo puedo decir dos cosas . . . . la pizza de la protada se ve deliciosa. . . . y, le pondría cereza y un poco de tocino. . :P
SigsegV
¿Por qué existen periodistas que meten a la cebolla y a la piña en la misma catergoría?
kilek
Esque una hawaiiana sin piña es una puta pizza de jamón y queso, nadie te obliga a comer hawaiiana, es como si me echo tabasco en la pizza, pues me echo lo que me da la gana, ni que hubiera unas normas o algo
astaroth16
Yo le echo piña a mis tortillas y me como la pizza con mucha cebolla.
romeoabm
cebolla a la tortilla? como un taco de cebolla guey?
kawjones
Parece ser que como cada vez estamos más vacios de ideologias e ideas (las religiones se han ido al trastero, las politicas al estercolero tuitero donde un párrafo de 150 caracteres ya es un pensamiento "profundo", etc) nos refugiamos en la comida como último referente y le atribuimos todas las esencias: desde la identidad de un pueblo a la superioridad de la especie.
Nos olvidamos que nuestras "elección" de la comida o componentes de las misma no siempre ha sido voluntatia. Es más, nunca lo ha sido.La necesidad y/o disponibilidad han sido los principales componentes que han modulado nuestra inicial carga genética.
Detrás de nuestra aparente libertad de elección sobre si cebolla o no está la disponibilidad y calidad de sus componentes. Hasta hace 40-50 años los huevos eran un bien escaso "cuando seas padre comerás huevos" y la cebolla muy abundante. Era obvio cual era el camino facil para dar jugosidad. Ahora hay más disponibilidad de huevos (si dejamos aparte a los agoreros del colesterol) pero, igual que antes, persisten unas variedades no muy agraciadas (sosas, mazacotes, engrudos vegetales más bien) de patatas, que encima son las más vendidas, que hacen necesaria y a veces imperiosa su maridaje con la cebolla si queremos hacer algo comestible. Por tanto subimos la cebolla al reinato tortillil y después nos inventamos toda una ristra de tradiciones, esencias y purezas varias para justificarlo.
Podriamos hacer lo mismo con otros alimentos y con colecciones de platos. Decia Montalban que habia tantas versiones de salsa chimichurri como número de argentinos que las preparaban. Lo mismo se puede decir de la pizza y de los italianos y si a ello sumamos a sus primos españoles con las cocas catalanas y levantinas subimos la variedad de opciones que podemos echar sobre una torta mas o menos delgada de masa de harina de trigo.
No existen purezas ni esencias doctrinarias que tengamos que seguir en plan hiperortodoxo. Porque un grupo (cocineros, politicos, intelecutales, empresarios) definan cual es la pizza, paella, tortiilla, asado o cocido correcto, pura y original no va a implicar que como borregos sigamos la nueva fe porque, en el fondo, ellos solo defienden sus intereses.
La cocina, la alimentación siempre debe ser variada, experimental, abierta a las nuevas combinaciones. Ese ha sido nuestro triunfo desde la sabana y el motivo de nuestra expansión por todo el planeta, hasta regiones tan inhóspitas como el Artico. Si perdemos la diversidas acaberemos como los osos panda. Eso si nos inventariamos toda una nueva parafernalia sobre el auténtico bambú tradicional, la ley de pureza para comer bambú, el origen de nuestra identidad en el bambú o que solo un humano es el ser capacitado por dios para comer bambú.
aps
¿ artículos con o sin sentido ? La ciencia tiene la respuesta
diegobianchi
y al final porque....carajos ...., hay gente que prefiere ponerle piña a la pizza.., mientra a otra la idea les parece terrible...
Este es un articulo que no responde nada..!! solo contiene razonamientos obvios... lectura inútil.
charisteax
vaya tonteria de noticia
ieyatsu
Preguntar ¿Por qué existen personas que le echan cebolla a la tortilla? Es como preguntar ¿Por qué existen personas que le echan alcohol a la cerveza?
La tortilla lleva cebolla, la cerveza lleva alcohol. ¿Se pueden hacer sin? como poder se puede, y al que les gusten sin pues me alegro. Pero no nos confundamos.