"Alrededor de un 30% de los habitantes de Estocolmo han alcanzado algún nivel de inmunidad", ha dicho la embajadora de Suecia en Estados Unidos, Karin Ulrika Olofsdotter, vanagloriándose en NPR de la buena marcha del plan de su país en la contención del coronavirus. "En la mayoría de Suecia hemos alcanzado ya la meseta [de nuevos casos] y empezaremos a percibir los efectos de la inmunidad de rebaño en las próximas semanas", en este caso quien habla es Anders Tegnell, el epidemiólogo al frente de la política contra el Covid-19 en el país escandinavo.
¿Está Suecia aplicando una estrategia de inmunidad de rebaño? Parece ser que ahora sí, con todas las letras. Durante semanas previas a este punto, y especialmente en el tiempo posterior a la famosa adopción de esta estrategia por parte del gobierno británico, el propio Tegnell defendía que no había "ninguna ambición de permitir que la infección se propague de esta forma", y la ministra de Exteriores llegó a negar que estuvieran aplicando esta estrategia.
En todo momento la política gubernamental ha señalado que la cara opuesta, el confinamiento estricto, es una quimera, una medida política que sólo agrava la economía y pospone lo inevitable.
La libertad casi absoluta. Suecia es, definiciones aparte (y junto con el microestado islandés), el único país occidental cuya estrategia contra la pandemia ha sido lo más parecida a dejar que el virus cabalgue a sus anchas. Se han prohibido las aglomeraciones públicas de más de 50 personas; se han cerrado las universidades (no colegios); se ha hecho cerrar las barras (pero no las mesas ni las terrazas) en los bares; y se ha rogado (pero no obligado) a las empresas que adopten teletrabajo y a los mayores a que se queden en casa.
Tampoco han hecho un testeo masivo, y de hecho están a la cola por millón de habitantes. Como en tantos otros países han limitado este bien escaso a personas con síntomas, personal sanitario y agentes del orden.
Y el saldo de muertos. Las últimas cifras hablan de 2.194 muertos por Covid-19 para 10 millones de habitantes. Son el decimocuarto país del mundo con más muertos, el octavo en fallecidos per cápita. Entre sus vecinos escandinavos, con una estructura poblacional similar y donde sí han impuesto confinamientos más estrictos, la imagen es distinta: Noruega cuenta con 201 fallecidos y Finlandia con 190.
Como bien sabemos, se está dando una discrepancia entre los muertos oficiales y los que se tendrán que añadir al recuento, pero según una investigación de The New York Times esa diferencia de cifras en Suecia será menor que en otros países como Estados Unidos o España. Están contando a sus muertos con relativo rigor.
Escasez de medios, crítica interna. "Las autoridades de salud pública han fallado, los políticos deben ahora intervenir" es el titular que encabezaba una crítica colectiva firmada por 22 médicos, virólogos e investigadores suecos publicado en el Dagens Nyheter, el periódico de mayor tirada impresa del país. Según alegan, los organismos del Gobierno han llegado a afirmar hasta en cuatro ocasiones que las cifras de infecciones se iban a estabilizar o descender, cosa que no ha ocurrido. De nuevo, las infecciones están aumentando. Reprochan que el país tiene problemas de aprovisionamiento de equipamiento clínico y que es hora de intervenir a la Agencia Pública de Salud.
Aún no sabemos si la inmunidad de rebaño es una solución. Así lo afirmó la OMS, especialmente para criticar la adopción de un supuesto pasaporte inmunológico. Según el organismo la evidencia científica disponible hasta el momento no permite afirmar que haya contraído el coronavirus, se ha recuperado y ha generado anticuerpos esté protegido de una segunda infección.
¿Conseguirán esa inmunidad? ¿El experimento les habrá servido para salir de esta en mejores condiciones, con un índice de muertos equivalente al de los demás en el momento en que llegue la vacuna y sin haber hecho pasar al país por un shock humanitario y económico? Digan lo que digan esas estadísticas del futuro, lo cierto es que la estrategia de la coalición entre verdes y socialdemócratas que dirige el Gobierno está llevando a su primer ministro a aumentar su popularidad.