Ocurrió hace unos días en un mitin de Trump en Nueva York, cuando el comediante Tony Hinchcliffe dijo que Puerto Rico era "una isla de basura flotando en mitad del océano", lo que casi al unísono causó gran indignación en la comunidad boricua (el segundo grupo más grande de hispanos en Estados Unidos). Automáticamente también, Puerto Rico ha pasado a la primera plana. La isla es territorio estadounidense con millones de potenciales votos hispanos. Sin embargo, no podrán acudir a las urnas en las elecciones a la presidencia, y no es un caso aislado.
Puerto Rico si y no. Lo cierto es que todo depende de dónde vivan. Aquellos que residen en Puerto Rico, un territorio estadounidense, no podrán votar, pero los que viven en Estados Unidos sí.
Hay más personas en el segundo grupo que en el primero: alrededor de 5,8 millones frente a 3,2 millones. De hecho, el voto puertorriqueño se considera especialmente importante en el estado clave de Pensilvania. El Centro de Estudios Puertorriqueños del Hunter College estima que el 3,1% de los votantes allí son boricuas, nativos de Puerto Rico o personas de ascendencia puertorriqueña. Un caso a estudiar, aunque no único.
Ciudadanos de “segunda”. Lo cierto es que hay varios millones de ciudadanos estadounidenses en territorios como Puerto Rico, Guam, Samoa Americana, las Islas Vírgenes de Estados Unidos o las Islas Marianas del Norte, todos enclaves que comparten la misma peculiaridad: no pueden votar en las elecciones presidenciales, a pesar de ser ciudadanos y pagar impuestos federales.
Esta falta de representación genera una sensación de injusticia y resentimiento, como se ve en Puerto Rico, donde los residentes se sienten tratados como ciudadanos de segunda clase.
El Sistema del Colegio Electoral. El Colegio Electoral, establecido por la Constitución de Estados Unidos, decide quién será presidente. Dicho sistema asigna electores a los estados y a Washington, D.C., basándose en su representación en el Congreso. Sin embargo, y aquí viene el “problema”, los denominados territorios no tienen representación en este proceso y, por tanto, no participan en la elección presidencial.
Aunque Washington, D.C. obtuvo este derecho con la 23.ª Enmienda en 1961, los territorios no han recibido enmiendas similares. Eso sí, los residentes de los territorios pueden votar en las primarias presidenciales organizadas por los partidos políticos, pero no en las generales. Si los ciudadanos se mudan a uno de los 50 estados y se registran para votar, entonces sí pueden participar en la elección presidencial.
Acatando la decisión de Washington. Por supuesto, las decisiones del presidente y del Congreso afectan directamente la vida de los residentes de estos territorios (que no pueden votar), como lo evidenció la respuesta de Donald Trump al huracán María o la junta de control fiscal impuesta durante la administración de Obama. Sin embargo, los habitantes de los territorios no tienen voz en estas decisiones. Esto causa frustración y un sentimiento de impotencia.
Luchas por el reconocimiento y la representación. Organizaciones como Right to Democracy trabajan para cambiar esta realidad y abogan por más influencia para los territorios, donde el 98% de la población es de color. Charles Ala’ilima, de Samoa Americana, sugiere que un primer paso sería un referéndum para que los residentes expresen si quieren ser parte permanente de Estados Unidos, lo que podría llevar a reformas legales para integrarlos en el proceso político nacional.
Aunque algunos proponen enmiendas constitucionales que otorguen votos en el colegio electoral a los territorios, como ocurrió con Washington DC, los esfuerzos por obtener la estadidad han sido lentos y siempre enfrentan obstáculos en el Congreso de uno u otro modo. Es curioso, porque hablamos de enclaves que a pesar de tener una población mayor que cinco estados combinados, caso de Puerto Rico, sigue sin lograr un avance significativo.
Deseo de Autodeterminación. Un paso lógico, al menos por una gran masa. El descontento ha llevado a algunos puertorriqueños a considerar la independencia. De hecho, en las próximas elecciones los ciudadanos del territorio votarán en su séptimo referéndum no vinculante sobre su estatus, incluyendo opciones de independencia parcial y total frente a la estadidad.
Como algunos resumen en un sentimiento compartido: “No queremos votar por el presidente de Estados Unidos, queremos votar por el presidente de Puerto Rico”.
Imagen | PXHere, Breezy Baldwin
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