Quedan todavía varios meses para los JJOO de París, pero por mucho que se esfuercen Leyanis Pérez, Tariku Novales y Gaby Agúndez —o cualquiera otra de las jóvenes promesas que acudirán a la cita olímpica— lo tendrán difícil para superar el espectáculo que dejó la carrera celebrada en París a finales del mes pasado.
El motivo es muy sencillo. Los atletas no iban vestidos con mallas, ni camisetas. Tampoco calzaban deportivas. Lo que lucían eran delantales, camisas planchadas y pantalones chinos. Y en una mano sostenían una bandeja con una taza de café, un vaso de agua y un cruasán. En puridad tampoco eran atletas en sí, sino camareros, los peculiares concursantes de la aún más peculiar "La Course des Cafés", una carrera que se remonta a 1914 y no se celebraba desde hacía 13 años.
El más rápido a este lado de la barra. Las más populares son las protagonizadas por atletas de élite, pero carreras las hay para todos los gustos y colores. Hay carreras de camas, carreras en las que los hombres compiten con sus parejas a cuestas, carreras a las que se acude con los disfraces más estrambóticos y carreras tan extremas que solo las han completado un puñado de humanos.
Entre ese amplio abanico de competiciones, "La Course des Cafés" de París sobresale por su enfoque y tradición. La cita mide la habilidad de los camareros de la capital francesa para comprobar quién es el más hábil y rápido del gremio.
¿Y cómo lo hacen? Con una prueba no apta para patosos. Los concursantes deben recorrer dos kilómetros por las calles del centro de París mientras sostienen una bandeja redonda en la que llevan a su vez un desayuno típico francés: una taza de café, un vaso de agua y un cruasán. A lo largo de su recorrido los competidores atraviesan parte del Marais, en pleno corazón histórico y comercial de la ciudad.
Todo esto saliendo desde la popular Place de l'Hôtel-de-Ville, la misma desde la que parte el maratón olímpico, y respetando además una norma clave impuesta por la organización: no pueden correr. Los camareros pueden apurar el paso, pero sin pasarse. No se permiten los trotes. El recorrido deben completarlo a un ritmo que no llamaría la atención en cualquier cafetería o restaurant de París.
Una vez cruzan la línea de meta los miembros del jurado toman nota tanto del tiempo en el que han cubierto la ruta como —igual de importante— el estado de sus bandejas. Para ganar es crucial que la taza de café y el vaso de agua estén lo más intactos posible, sin gotas derramadas, y el cruasán de una pieza.
200 aspirantes a medalla. La cita de 2024 ha logrado despertar el interés de alrededor de 200 camareros y camareras que el 24 de marzo se presentaron en el punto de partida bien trajeados, con las camisas impolutas y su bandeja. Además de profesionales de la hostelería, la cita atrajo a multitud de curiosos, fotógrafos y reporteros de medios parisinos, del resto de Francia e incluso de otros países.
La competición se dividió en varias categorías: la dirigida a profesionales, tanto hombres como mujeres; y la orientada a los aprendices y camareros en formación. Entre los primeros se impusieron Samy Lamrous y Pauline Van Wymeersch, que completaron el recorrido en 13 minutos y 30 segundos y 14 minutos y 12 segundos, respectivamente. En la segunda categoría, la pensada para aprendices, ganaron Valentin Marques y Khadyja Sidibé, ambos por debajo de los 18 minutos.
Reivindicando los delantales. Además del derecho a presumir de ser el camarero más rápido de París, los ganadores se llevaron sus respectivas medallas y un vale para disfrutar de una noche gratis un hotel de lujo. Hay otro premio extra y probablemente más importante, como explicaba a France TV Thibault Poullot, un concursante de 26 años: reivindicar la profesión en un evento que además resulta divertido. "Es una oportunidad para presentar nuestro trabajo", comenta.
A la cita acudieron camareros de algunos de los cafés más conocidos de París y autoridades locales, como la propia alcaldesa de la capital gala, Anne Hidalgo.
Una carrera con solera. Si "La Course des Cafés" resulta tan popular es en parte por su tradición. Citas parecidas se organizan en Marsella o Limoges, pero la carrera parisina puede presumir de una larga historia. Eso sí, con vaivenes, épocas de gran popularidad y otras de olvido. La competición se celebró por primera vez en 1914, cuando se conocía como "La course de garçons de café". Por entonces los camareros eran en su inmensa mayoría hombres y la prueba se planteaba de forma algo distinta: los profesionales debían cargar con una bandeja en la que portaban una botella y tres vasos y su tour duraba nada menos que ocho kilómetros.
A pesar de su popularidad, la carrera acabó decayendo. De hecho esta ha sido la primera ocasión en la que se celebraba en 13 años. Para encontrar la última edición hay que remontarse a 2011, en tiempos de crisis, cuando la cita dejó de convocarse por falta de patrocinadores. Este año ha conseguido recuperar su pulso gracias al respaldo del Ayuntamiento y el organismo responsable del suministro de agua en la ciudad, Eau de Paris, que contribuyó con cerca de 100.000 euros que sirvieron para pagar la organización, bandejas, delantales, cafés y cruasanes.
Imágenes | Joséphine Brueder/ Ville de Paris