“Airbnb ha perdido la p**a cabeza. ¿Por qué iba a darle dinero a mi arrendatario? Yo no puedo ni pagarme mi propia casa”. Así encabezaba Rosaleen el último de sus tuits en hacerse viral. Su comentario se acompañaba de una captura de pantalla con uno de los últimos mensajes recibidos por parte de la plataforma mediadora de alquiler de alojamientos.
El “equipo de Airbnb” le decía lo siguiente:
Hola Rosaleen, como todos nosotros, los anfitriones de Airbnb han sufrido un impacto por la COVID-19, y muchos de ellos no pueden permitirse volver a recibir huéspedes. Ahora más que nunca es importante que nos relacionemos y apoyemos mutuamente, aunque sea con gestos pequeños. Hoy ofrecemos una nueva manera de que conectes con tus anfitriones favoritos, hemos activado la opción de crear tarjetas personalizadas que hacen más sencillo mandar mensajes de agradecimiento y ánimo, con la opción extra de añadir una contribución. Deseamos que estas tarjetas le provoquen una sonrisa a nuestros anfitriones y también te provoquen a ti un poco de alegría. Envía ahora una tarjeta de agradecimiento.
A los usuarios de la aplicación no les ha sentado muy bien: la indignación por la propuesta ha roto todas las barreras idiomáticas, y los mensajes de repulsa son casi unánimes. “No estoy segura de que quiera contribuir a que alguien pague la hipoteca de su segunda vivienda en este momento”, dicen aquí. “CLARO QUE SI, FIGURAS. UNA GUILLOTINA OS VOY A DONAR”, más allá. Otros simulan llorar mientras tocan una balada en honor a los pobres especuladores inmobiliarios con el violín más pequeño del mundo.
Venganza en mitad de la tormenta: la crisis del coronavirus está provocando enormes desgracias entre la población, y los análisis muestran que los más perjudicados están siendo los ciudadanos de rentas bajas de todas partes del planeta. A modo de consuelo de tontos, al inicio de la pandemia muchos internautas se revolcaron de placer kármico cuando empezaron a proliferar los artículos sobre la debacle económica que estaban sufriendo tanto la plataforma como los rentistas vinculados a ella.
Por poner sólo un ejemplo, veamos el de Vanessa, “emprendedora” que tenía 15 pisos reservados para el lucrativo turismo en Barcelona dentro del sistema de Airbnb. Vanessa se lamentaba a El Confidencial: "Facturaba 11.000€/mes y ganaba 3.700. Ahora no facuro nada y, entre la cuota de autónomos y la hipoteca, pierdo 1.000€/mes". La respuesta de los ciudadanos abocados al alquiler y que han sufrido enormes subidas en sus rentas mensuales durante años: “es el mercado, amigo”.
Tiempos desesperados requieren de copys desesperados: ¿Por qué ha lanzado Airbnb una campaña tan sorda a los problemas de sus usuarios? Porque la compañía se encuentra en una dificilísima encrucijada, la covid le ha llevado a una situación en la que podía cabrear a los dos públicos de su negocio. En marzo Airbnb permitió a los huéspedes el reembolso completo de sus alojamientos reservados tuviesen esos alojamientos activada la opción de reembolsar el dinero o no. Todos aquellos anfitriones que se creían protegidos por las “cancelaciones moderadas” o “estrictas” se encontraron de la noche a la mañana con que la plataforma les había denegado los ingresos para las próximas semanas y meses con los que ya contaban.
Se saltaron sus propias normas por "fuerza de causa mayor" y trasladaron el coste de forma unilateral a los anfitriones, lo que provocó un lógico movimiento de protesta que también dejó escenas esperpénticas, con personas lamentando haber contratado hipotecas estratosféricas para dedicarse al rentismo que ahora veían cómo sus planes se desvanecían o propietarios muy indignados llamando a la revolución hostelera. Al poco tiempo la compañía hizo otro anuncio en el que aseguró que había reservado 250 millones de dólares de capital para indemnizar a los “guests” de todo el mundo por las cancelaciones que habían sufrido, devolviéndoles sólo un máximo de un 25% del dinero perdido.
Airbnb está en problemas. Sus jefes pactaron dejar de cobrar sueldos durante los próximos seis meses, despidieron al 25% de su plantilla, 1.900 personas y renunciaron a todos los gastos de márketing para lo que resta de año, valorados en 800 millones de dólares. Pese a todo, la compañía se ha visto obligada a pedir un préstamo de 900 millones para seguir activa y renunciar a la IPO que tenían en marcha, la "mayor víctima del colapso del mercado de valores en 2020". En cuestión de 4-6 semanas sus dirigentes tienen la sensación de que "lo han perdido casi todo". El emporio, eso sí, no está acabado. Según los análisis internos el coronavirus les ha robado un 16% del valor de marca, pasando de los 31.000 millones de dólares a los 26.000. O al menos esas son las cifras con las que tienen que jugar por el momento, ya que a la pandemia aún le queda bastante cuerda.