Los medios llevamos cuatro años dando espacio a una aparente corriente de pensamiento: hay gente que está decidiendo no tener hijos por el cambio climático. Esas personas existen y algunas hasta escriben columnas dedicándoselas a los hijos que nunca tendrán por este motivo. El mayor rugido hasta la fecha del movimiento es la Birth Strike o huelga de partos, una comunidad internacional de mujeres que, pese a querer tener hijos, decidieron juntarse y renunciar a su maternidad para que sus niños no presenciaran el inminente “colapso de la civilización”. En 2019 el grupo rondaba las 300 personas.
Hay aquí y allá multitud de artículos con entrevistas a estas y otras personas de diferentes rincones del planeta que alegan sumarse a esa procreación negativa. Lo que nos preguntábamos hasta ahora es cuánto de fenómeno periodístico hay y cuánto de realidad.
El estudio publicado en la revista Climatica Change, revisado por pares y que maneja entrevistas a 600 personas estadounidenses de 27 a 45 años que mostraron preocupación por el cambio climático. De ellos, el 96,5% se mostró “muy” o “extremadamente preocupados” por el bienestar de sus hijos actuales. Un 6% de los entrevistados afirmó sentirse arrepentido de haber traído a alguien al mundo por la cuestión medioambiental. No hubo grandes diferencias de opinión entre hombres y mujeres, pero sí por generaciones: los millennials eran más proclives a tener visiones negativas que las generaciones más mayores.
Cómo miran a esa preocupación. Algunos estudios ampliamente difundidos en los círculos ecologistas afirman que la mayor reducción de huella de carbono que puedes hacer en tu vida es decidir no tener progenie, ya que los individuos, con nuestros movimientos y consumos, somos la principal causa del calentamiento global (matices sobre esta cuestión aquí). Pero no es esto lo que más inquieta a la mayoría de los encuestados: si bien el 60% de ellos dijo que le importaba la huella de carbono por natalidad, un 96,5% dijo que le preocupaba lo calamitoso que sería el mundo que verían en el futuro sus hijos. Es decir, hay menos inquietud centrada en la salud del “planeta” que en el bienestar vital de sus potenciales niños.
Obviamente, es una muestra muy poco representativa. Como ya hemos apuntado, se trata de entrevistas centradas en un grupo social con una inquietud previa acerca de esta cuestión y que no representa al conjunto de la población. Por todo esto, podemos descartar por el momento que la cuestión climática esté jugando un papel importante en la actual crisis de natalidad de EE.UU.
¿Una preocupación que irá creciendo? Eso asegura Matthew Schneider-Mayerson, el director del estudio, quien prevé que a medida que percibamos más y más los impactos del calentamiento global la cuestión se volverá más emocional. Otra encuesta estadounidense de 2020 recogía que entre los ciudadanos de 18 a 44 años sin hijos, el 14% consideraba el cambio climático como una "razón principal" de su elección vital.
Pesimismo. Según una reciente carta abierta firmada por 1.000 psicólogos clínicos, estamos ante un "trauma agudo y a escala planetaria" por culpa del clima, y otro grupo de psiquiatras británicos contó hace poco que veía cómo el futuro medioambiental estaba provocando angustia en más de la mitad de los pacientes niños y adolescentes que acuden a sus consultas. En este país, así como en EE.UU y Finlandia, ya se hacen talleres de gestión emocional para eliminar esos pensamientos negativos.
Puede pensarse que hay una conexión entre el papel difusor de los medios sobre la cuestión climática y este aumento de la ansiedad. Buscando la encomiable concienciación ciudadana, esos miles de artículos del tipo "se derrite la Antártida", que informan sobre todos los frentes abiertos en esta crisis, pueden hacer que parezca inevitable un futuro aciago. En los encuestados del estudio, hay quien decía que el mundo de nuestros hijos “rivalizará con la primera guerra mundial en su nivel de terror”. Otro: "siento que, si quiero ser responsable, no debería traer a este mundo a un niño al que voy a obligar a intentar sobrevivir en lo que pueden ser condiciones apocalípticas".
Los hijos de los demás. Según un reciente informe de UNICEF, 850 millones de niños de hoy (1 de cada 3 en todo el mundo) vive en áreas con "riesgo extremadamente alto" de impacto de crisis climática, en los que se superponen al menos cuatro tipos distintos de choques climáticos como pueden ser la escasez de agua o la contaminación del aire, entre otros. La paradoja es que a los países en los que se espera que más va a afectar son casi invariablemente los opuestos de allá donde se producen más emisiones.