Gwangju, 22 de junio de 2002. Una espléndida generación de futbolistas españoles en el mejor momento de su carrera deportiva se enfrenta a la selección de Corea del Sur en los cuartos de final del Mundial de Fútbol. Por delante, un reto histórico: lograr la clasificación a las semifinales del torneo por primera vez desde 1950. Lo que sucedió, una amarga decepción. Un robo flagrante.
Eso es lo que todos los españoles pensamos al terminar el partido: había alguien, Corea del Sur, aquel trío arbitral, la FIFA, que nos había arrebatado el sueño entre los dedos. ¿Cómo? Anulando dos goles legales, pitando varios fuera de juego determinantes en la prórroga y con una notoria permisividad del juego agresivo de los surcoreanos. Pero aquellas lágrimas, perdidas como gotas de agua en una tormenta, eran sólo intuiciones, impotencia, nada que pudiera ser demostrado.
Como siempre. Como casi siempre. El escándalo de corrupción que está envolviendo estos días a la FIFA podría arrojar luz sobre los hechos de aquella tarde de verano en Gwangju: Jack Warner, alto cargo de la institución encargado de designar a los colegiados de aquel partido, ha sido detenido por supuestos fraudes y soborno. El Corriere dello Sport italiano ha destapado la liebre: asegura que hay documentos que demuestran que aquel y otros partidos fueron amañados por la FIFA.
Cierto o no, algo por esclarecer de forma definitiva, la noticia podría sorprender a pocos. Repasemos qué pasó en aquella infausta mañana de junio, en aquella decepción nacional tras un torneo notorio del combinado español, y qué había pasado antes en relación a Corea del Sur, que llegó a las semifinales del torneo en un hecho histórico, sin precedentes y que aún no se ha repetido.
Italia y Portugal ya se fueron a casa indignadas
Algo de contexto. Corea del Sur dejó por el camino a Portugal en la fase de grupos. En aquel partido, la selección lusa, comandada por Figo, Rui Costa y algunos de sus mejores jugadores de todos los tiempos, observaría de forma impotente cómo dos de sus futbolistas eran expulsados en base a dudosos criterios. Un gol de J. S. Park en el minuto '70 eliminaba al combinado luso y permitía a Corea del Sur pasar primera de grupo. En octavos se enfrentaría a Italia.
El arbitraje del Corea del Sur - Italia traspasó los límites de la polémica y se adentró en el escándalo absoluto. Tras 90 minutos igualados, el partido se marchó a la prórroga. Allí, Italia observó primero cómo Totti era expulsado por simular penalti (la infracción es clara) y después cómo un gol legal de Tomassi era anulado por inexistente fuera de juego. Ambas jugadas, gol de oro mediante, hubieran finiquitado el partido. No lo hicieron. Corea marcó y eliminó a Italia.
España ante Corea: su oportunidad histórica
"Tutto vale", se lamentaban con resignación los comentaristas italianos tras el gol de oro anulado a Italia en octavos de final. A tenor de lo sucedido en cuartos ante España y de las revelaciones de la semana pasada sobre la corrupción en la FIFA, la frase cobra un valor enorme. ¿Todo valía para que una de las dos selecciones organizadoras del Mundial de Fútbol 2002 alcanzaran su pequeña porción de gloria? Recordemos hasta qué punto fue así.
España llegaba a cuartos de final tras un emparejamiento complicado en octavos (Irlanda) resuelto en la tanda de penaltis gracias a la destreza de Iker Casillas. Él, junto a Mendieta, Hierro, Helguera, Salgado, Albelda, Baraja, De Pedro, Valerón, Raúl y Morientes, todos en su mejor momento profesional, formaba parte del núcleo de jugadores que, superada la eliminación del 2000, aspiraba a todo aquel verano de 2002. José Antonio Camacho había diseñado un equipo sólido y competitivo.
Hasta tal punto que la sensible baja de Raúl por lesión ante Corea, el mejor jugador español del momento, no mermaba las posibilidades de España. En su lugar saldría Joaquín, sensación de la Liga durante aquella temporada y, a la sazón, hombre clave del partido. Para bien y para mal. Corea, por su parte, acudía con el equipo habitual de aquel campeonato, fomado en su totalidad por jugadores de corto recorrido en Europa o totalmente desconocidos.
Al margen de los futbolistas, tres hombres serían claves en el desarrollo y resolución del partido: Gamal al Ghandour (Egipto), árbitro, y Ali Tomusange (Trinidad y Tobago) y Michael Ragoonath (Uganda), linieres. La decisión, vista en perspectiva, causó cierta estupefacción: ¿debían tres colegiados de tan humildes federaciones arbitrar un partido tan relevante y complicado como los cuartos de final del Mundial de Fútbol?
A la vista del resultado, la respuesta es simple: no.
Nada de lo que pitaron sucedió en realidad
Tras una primera parte dominada en su primera mitad por Corea del Sur y en su segunda por España, creando ocasiones notorias atajadas con facilidad por el Lee-Won Jae, el partido se marchó al descanso con una inquietante sensación de igualdad competitiva para España, pese a la ostentosa superioridad mostrada por el combinado nacional poco antes del pitido final. Por su parte, Corea del Sur era un equipo físico que no dudaba en recurrir al contacto para defender.
Tras una primera parte igualada, el partido y el arbitraje tomarían un nuevo rumbo en la segunda parte: minuto '50, gol inexplicablemente anulado a Baraja
El partido tomaría un nuevo rumbo en la segunda parte. El buen hacer de Joaquín, singularmente inspirado aquella tarde, junto al poderoso centro del campo español y a la entrada de Mendieta en el minuto '70, ofrecería a España un control mayor del juego. Y más ocasiones. Con ellas, llegaría el escándalo. Primera piedra en el camino: gol anulado a Baraja en el minuto '50.
¿Por qué? A día de hoy continúa siendo una incógnita. No hay fuera de juego y tampoco hay falta.
España se lanza a por el partido pero las ocasiones son infructuosas. Se marcha Valerón y entra Luis Enrique, se marcha Iván Helguera y entra Xavi. Corea del Sur aguanta bien: con un derroche físico sin igual en el campeonato y muy trabajado tácticamente gracias a Gus Hiddink, seleccionador plenamente consciente de las limitaciones de sus jugadores, logra desarbolar el juego fluido de España al mismo tiempo que consigue algunas ocasiones. Casillas debe detener varios disparos.
El juez de línea había considerado que el centro de Joaquín se realiza más allá de la línea de fondo. La repetición muestra lo contrario: el balón jamás sale del campo
De este modo se llega a la prórroga, donde, aquí sí, España es superior. En el minuto '92, apenas un suspiro tras el pitido inicial, Morientes anota el gol de oro que otorga el pase a semifinales. Sin embargo, el tanto es anulado. ¿Por qué? El juez de línea había considerado que el centro de Joaquín se realiza más allá de la línea de fondo. La repetición muestra lo contrario.
Con algo más de detalle.
España cae presa del pánico. Corea del Sur, que, en rigor, estaba realizando un estupendo partido, mantiene el tipo: es capaz de combinar más y mejor gracias a su gran resistencia física. España, por contra, se ve resumida a un notorio desempeño defensivo y a inteligentes contraataques ante la desprotección táctica de los surcoreanos. Así llegarían al menos tres ocasiones más...
Minutos '110 y '113: Al Ghandour, siguiendo las decisiones de sus jueces de línea, señala tres fueras de juego a Joaquín, Morientes y Mendieta respectivamente. Ninguno de ellos es tal
...desbaratadas de nuevo por dudosas decisiones arbitrales. Minutos '110 y '113: Al Ghandour, siguiendo las decisiones de linieres, señala dos fueras de juego a Luis Enrique y Mendieta. Ninguno de ellos es tal. Ambas jugadas hubieran supuesto ocasiones claras para anotar un gol. Entre tanto, Morientes envía un balón al palo en el minuto '100. España se desesepera.
El partido languidecería ante el progresivo cansancio de ambos equipos. España, como ya sucediera en octavos de final ante Irlanda, se jugaría su pase a la siguiente fase en la tanda de penaltis. En el campo, lanzadores expertos como Fernando Hierro, Rubén Bajara o Gaizka Mendienta, además de Casillas, por aquel entonces uno de los mejores porteros del mundo en esta lid. Por desgracia, el portero madridista no atajó ninguno de los cinco penaltis de Corea del Sur.
Casillas era uno de los mejores porteros del mundo en 2002, pero no atajó ningún penalti. Joaquín marró el suyo tras los aciertos de Hierro, Baraja y Xavi. España estaba fuera, era el fin
Sí lo hizo Lee-Won Jae. A Joaquín, el cuarto de su tanda, tras los goles de Hierro, Baraja y Xavi. Para el quinto quedaba Mendieta, que nunca tiró. Tras el falló del beticista, que había cuajado un inmenso partido, Park Ji-Sung anotó, otorgando a Corea del Sur el pase a semifinales. Fue el fin.
Las reacciones: de Helguera a Al Ghandour
Quienes habíamos amanecido a las 08:30 de la mañana hora española para presenciar el partido no dábamos créditos. Los ojos como platos, delante de la pantalla, algunos lacrimógenos, otros inyectados en sangre, todos mirando fijamente a Iván Helguera, alter ego de todo un país frente a la televisión, tan lleno de rabia como de desesperación e impotencia, lanzándose descontrolado a por el equipo arbitral que había dejado a España sin sus semifinales.
Naturalmente, la prensa española puso el grito en el cielo al día siguiente.
La rabia de Helguera no se esfumó, tan sólo se sumó a la larga lista de desgracias que han acompañado a España en los mundiales hasta la victoria de 2010. Corea del Sur cayó eliminada ante Alemania. La final, entre la selección germana y Brasil, coronaría a Ronaldo como uno de los mejores delanteros de siempre. La aventura de Corea del Sur no se pudo (¿no se quiso?) alargar más.
Años después Fiebre Maldini entrevistaría a Al Ghandour. El árbitro egipcio, soberbio en sus declaraciones años después de aquel encuentro, reconocería los errores realizados por el cuerpo arbitral, pero delegaría toda la responsabilidad en sus linieres. Se cometieron errores, lo vio todo el mundo, pero suya no fue la culpa, aseveró en aquel reportaje.
Hoy, trece años después, los arbitrajes del Mundial de Corea y Japón aún colean. La herida nunca ha cicatrizado, ni lo hará para todos aquellos que vivimos aquel partido, pero las últimas revelaciones del escándalo de la FIFA y la naturaleza rara y poco frecuente de aquellos arbitrajes contribuyen a, en cierto modo, calmar nuestra imaginación. Nos robaron, y esta vez sabemos que fue cierto.