Una de las sensaciones de la Exposición Universal de París de 1889 fue la exhibición de un grupo de caníbales de la Patagonia encadenados y en jaula. En realidad, la carne humana no formaba parte de la alimentación de los indígenas, una familia raptada para formar parte de uno de los muchos zoos humanos que recorrían Europa en el siglo XIX.
Este espectáculo atroz es un ejemplo extremo de la sociedad colonial que dio origen a los estereotipos de supremacía étnica presentes en la cultura popular hasta hace bien poco. Tarzán era el rey de la selva, Fu-Manchú el peor de los villanos y los nativos de ‘Tintín en el Congo’ (1931) lucían ingenuos y estúpidos. En EEUU el catálogo aumenta con los clichés para la representación de la gente de color heredados del esclavismo, un imaginario plagado de niños devorando sandías, vagos indolentes, comparsas cómicos o Mammys orondas.
De los dibujos supremacistas al primer Pantera Negra
Son muchos los dibujos animados que Hollywood guarda en el cajón para evitar problemas por su contenido ofensivo y hoy solo perviven casos muy concretos que han conseguido borrar su significado original.
La pregunta “Si Mickey Mouse es un ratón y Pluto es un perro… ¿Qué es Goofy?” tiene una respuesta sencilla y sorprendente, por ejemplo. Este contexto cultural, donde la máxima aspiración de un personaje de color era ejercer de compañero del protagonista, entró en crisis a partir de la Segunda Guerra Mundial; pero la aparición del héroe negro tardaría en llegar. Uno de los pioneros fue Black Panther, el primer superhéroes negro, hoy de actualidad por el reciente estreno de su adaptación cinematográfica.
Los tebeos del Universo Marvel nacieron en 1961 de la mano del guionista Stan Lee y el dibujante Jack Kirby. El tándem, en plena efervescencia creativa, presentó a Pantera Negra en una aventura de Los 4 Fantásticos publicada en julio de 1966, varios meses antes de la fundación del revolucionario Black Panther Party, la organización que sería emblema del movimiento Black Power.
Creado para un cómic de ciencia-ficción, el personaje destacaba por su condición de monarca de la ficticia Wakanda, utópica nación libre africana donde el esplendor tecnológico convive con la cultura tribal. La singularidad de Pantera Negra está en ese rasgo afrofuturista concebido sin referentes previos, algo que no sucederá con los superhéroes negros que aparecieron justo después.
Del Código Hays a la inspiración del Halcón
La industria de Hollywood llevaba sometida al Código Hays desde 1934. Entre otras muchas cosas prohibía “toda ofensa a la nación, la raza o la religión”, regla que impedía cuestionar mínimamente el sistema de segregación racial.
Esa censura acabó en 1967, el año en que el comando suicida de ‘Doce del patíbulo’ (‘The Dirty Dozen’) incluía a un afroamericano entre sus miembros aunque, en realidad, en el ejército norteamericano los soldados blancos estaban separados de los negros. También es el año de ‘En el calor de la noche’ (‘In the Heat of the Night’), donde un inspector negro de la policía de New York debía resolver un asesinato en un pueblo racista del sur de los EEUU. Su protagonista era Sidney Poitier, el actor que en 1969 inspiró la apariencia física de El Halcón, el segundo superhéroe negro y compañero de aventuras del Capitán América. Esa relación marcaría a un personaje acusado de colaborar con el establishment en unos tebeos donde se reflejaban las revueltas de la población urbana afroamericana.
Shaft, Superfly y el macho alfa de barrio
El tercer gran superhéroe de piel oscura fue Luke Cage, que llegó en 1972 como reflejo en los tebeos de la moda “blaxploitation”, las películas con protagonistas negros que llenaron los cines de barrio. El fenómeno, que derivó en subgénero, surgió en 1971 a raíz del éxito de dos producciones muy diferentes. Por un lado ‘Las noches rojas de Harlem’ (‘Shaft’), primera de las películas del detective privado que contaba con la ayuda de los Panteras Negras para resolver un asesinato. Por otro la independiente y underground ‘Sweet Sweetback’s Baadasssss Song’, financiada mediante donaciones de los movimientos civiles, que contaba la historia de un inocente perseguido por la policía por haber presenciado el asesinato de un activista del Black Power.
La polémica estalló al año siguiente ‘Superfly’, distribuida por Warner pero de producción afroamerica y rodada en pleno corazón de Harlem. Su argumento, la historia de un traficante de cocaína que se hacía millonario con el robo de un alijo de la Mafia, provocó la airada protesta de las organizaciones civiles pero no evitó su éxito porque una parte de la comunidad negra reconoció como propio a un héroe dudoso salido directamente del ghetto. Había nacido un nuevo estereotipo étnico que llega hasta nuestros días: enfadado, macho alfa y de barrio.
El cowboy que existió pero nadie muestra
Dos películas permiten observar al héroe negro desde una perspectiva actual. La primera es ‘Django desencadenado’ (‘Django Unchained’), estrenada en 2012, donde Quentin Tarantino lo transportaba a un contexto que no era el propio del personaje, el western, para enfrentarlo a una versión maligna del criado nostálgico de su amo esclavista que protagoniza el clásico literario ‘La cabaña del Tío Tom’ (1852). Western con pistoleros de color los hay desde la blaxploitation, pero sorprende que sigan pareciendo una anomalía en el género si se tiene en cuenta que, en realidad, el 25% de los cowboys eran afroamericanos; pero nunca los vimos en los clásicos de Hollywood.
La segunda es ‘Déjame salir’ (‘Get Out’), thriller fantástico estrenado en 2017 donde se hace explícito que el héroe negro es, hoy, el referente y modelo de fortaleza física para la población blanca. Quizá por eso tardó tanto en llegar.