Facebook se encuentra en el ojo del huracán. Las revelaciones de un ex-empleado de Cambridge Analytics, la empresa que contribuyó a la victoria electoral de Donald Trump minando información personal de millones de usuarios de la red social, ha puesto de manifiesto lo que algunos llevaban clamando mucho tiempo: tus datos no son seguros en Facebook. Las ramificaciones políticas de la campaña de 2016 ya habían hecho mella en la empresa. Ahora tocan las económicas.
Caer en picado. ¿Cómo de grande es el escándalo Cambridge Analyitics? Pregúntale a la bolsa: ayer la empresa de Mark Zuckerberg se dejaba alrededor del 7% al cierre de la jornada. Hoy se enfrenta a similares perspectivas: a esta hora ya pierde un 5%. En términos monetarios la cifra es aún más impresionante: en apenas un día, Facebook ha perdido alrededor de 40.000 millones de dólares en capitalización bursátil. La empresa vale mucho (mucho) más, pero es indicativo.
El boicot. Facebook tiene otro problema. Su imagen ha quedado completamente destruida en el plazo de apenas un año. Nadie se fía ya del otrora niño mimado, hoy auténtico monstruo, de Mark Zuckerberg. Una campaña bautizada #DeleteFacebook está invitando a los usuarios de todo el mundo a, como mínimo, desinstalar la aplicación. Los medios anglosajones ya han publicado sus respectivos manuales para que deniegues los permisos a todas las aplicaciones externas.
Es una tormenta mediática perfecta.
El problema de fondo. En parte, nada de esto es nuevo. Ya sabíamos que el equipo de campaña de Trump había pagado campañas específicas para influenciar a votantes potenciales en función de sus likes y de sus amistades. Las revelaciones (y las pruebas) de Christopher Wylie son el golpe de gracia a una larguísima cadena de noticias y reportajes que habían cuestionado el rol de Facebook en las pasadas elecciones. En especial, en su difusión de las ya célebres fake news.
Por inacción, Facebook había ejercido de cámara de resonancia a una dinámica mediática tóxica. Para muchos políticos y medios de comunicación, su actitud era un problema.
La brecha de seguridad. Cambridge Analytics pudo obtener tanta información de Facebook, en gran medida, porque Facebook no había protegido lo suficiente los datos de sus usuarios. El mero permiso a una aplicación abría las compuertas a una cascada eterna de usuarios asociados ("amigos"). Pese a que la compañía es reacia a bautizarlo como tal, se parece tanto en fondo como en forma a una "brecha" en la seguridad y en la protección de datos. La peor noticia posible.
La reacción política. Los usuarios tienen motivos para estar alerta. Los políticos, por su parte, han olido sangre: Facebook lleva años tratando de escapar cualquier tipo de regulación que coarte sus movimientos. El presidente del Europarlamento, Antonio Tajani, ya ha utilizado el escándalo para insertar la idea de una "regulación" en la agenda. Zuckerberg se ha granjeado diversos enemigos tanto en el Congreso estadounidense como en los medios de comunicación.
Todos aprovecharán la crisis para mover ficha contra Facebook.