Sabemos muy pocas cosas sobre el nuevo coronavirus, pero una parece clara: es más letal entre las personas mayores. O al menos así lo parecía. El estallido de brotes a gran escala en países en vías de desarrollo ha puesto a puesto a prueba una de las pocas verdades universales de la epidemia. Su porcentaje de fallecidos y hospitalizados por debajo de los 65 años es superior al registrado en los países ricos.
Las cifras. Las ofrece The Washington Post en este reportaje. En Brasil, el 15% de los fallecidos tiene menos de 50 años. En México, el 25% de ellos se concentra en la franja entre los 25 y los 49 años de edad. En la India, al menos la mitad de los decesos registrados no supera los 60 años. Sólo en el estado de Río de Janeiro, uno de los más poblados y afectados de Brasil, dos tercios de los hospitalizados tiene menos de 49 años.
Contraste. Comparemos ahora con lo sucedido en países más desarrollados. A principios de mayo, el 86,3% de los fallecidos por coronavirus en España superaba los 70 años. El grueso de las muertes se concentraba entre los 80-89 años (7.117), seguido muy de cerca por los 70-79 (4.273) y los más de 90 (3.496). No es que los ancianos se contagien más; es que la enfermedad es especialmente letal con ellos.
A principios de abril, superaba el 25% entre los mayores de 90 años; el 20% entre los 80-89 años; y el 10% entre los 70-79. Por debajo de los 50, el porcentaje se reduce al 1%. Similares cifras ofrece China (14% de mortalidad por encima de los 65) o Nueva York (47% por encima de los 75).
¿Por qué? Por cuestiones estructurales. Como vimos hace dos meses, era un desarrollo de los acontecimientos previsible: las poblaciones de Latinoamérica o la India son más pobres, más desiguales, más vulnerables, con mayores condiciones preexistentes y con peor cobertura. Personas que en otros puntos del planeta podrían salvarse, allí fallecen fruto de sus circunstancias económicas y sanitarias.
En palabras de un experto consultada por The Washington Post: "Todo apunta al estatus socioeconómico y a la pobreza". Los efectos positivos de tener una población más joven se han equilibrado.
Brote. La Organización Mundial de la Salud ha pasado los dos últimos meses advirtiendo de las calamitosas consecuencias que un brote similar al de España o Italia tendría en África, donde la infraestructura sanitaria es mucho peor y el estado de salud de la población peor. Es una tesis puesta a prueba primero en Brasil y México, dos países donde la enfermedad se ha extendido con mayor intensidad durante las últimas semanas.
En cifras. Brasil ya es el segundo país del mundo con más contagios detectados y suma más de 22.000 fallecidos (por encima en muertos/per cápita que Alemania o Dinamarca), entre una gestión caótica. América Latina se ha convertido en el nuevo epicentro de la enfermedad: concentra el 51% de los 657.000 casos detectados durante los últimos días. El virus simplemente ha llegado más tarde.
No son buenas noticias, porque ilustra las vulnerabilidades que afrontan los países más pobres. Y porque confirma que, pese a lo que hemos vivido en Europa, no afecta casi exclusivamente a ancianos.
Imagen: Tischler Carlos/Eyepix