Una versión anterior de este artículo fue publicada en enero de 2018.
Hace algunos años, Kieran Setiya, profesor de filosofía del MIT que ha consagrado buena parte de su carrera a estudiar la crisis de mediana edad, escribía: "Mi futuro es una desconcertante mezcla de nostalgia, arrepentimiento, claustrofobia, vacío y miedo". Planteado de este modo, uno diría que nuestros 40 años es la peor época de nuestra vida.
Y es así.
La crisis de los 40 no es un chascarrillo, no es un mito, no es un chiste. Es un hecho estadístico y científico. La mayoría de estudios coinciden en que la felicidad tiene forma de "U". Somos felices durante la adolescencia y la juventud tardía, pero a medida que pasan los años nos volvemos cada vez más miserables. En algún momento, a finales de nuestra década de los 40 a principios de nuestra década de los 50, tocamos fondo. Y una vez ahí todo tiende a mejorar. Lo último que perdemos es la esperanza.
Blanchflower y Oswald (2017) representaron siete encuestas distintas en el mismo gráfico para ver hasta qué punto era firme esa tendencia con forma de U. Ni el gráfico original, ni los datos están disponible en este momento, pero en la versión del Wonkblog las líneas hablan por sí solas. La felicidad es una pendiente resbaladiza hasta que llegamos al fondo del pozo en algún momento indeterminado de la mediana edad. A partir de ahí, vuelve a ascender hasta niveles de la juventud.
Es importante señalar que, en sentido estricto, las siete encuestas no son exactamente equivalentes. Algunas preguntan por la felicidad percibida directamente, pero otras indagan sobre la "satisfacción" o el "bienestar emocional" y eso hace que sean difícilmente comparables. También tenemos que tener en cuenta que estamos hablando términos relativos: la caída de los 40 y 50 no representa un malestar en términos absolutos.
Al contrario, las puntuaciones medias son buenas (7 de 10, 3,5 de 5), pero significativamente peores que en la juventud y la senectud. Puede que siempre seamos felices, o que no seamos del todo infelices, pero desde luego somos menos felices que antes. Para que nos hagamos una idea, según los datos, la diferencia entre la juventud y la adultez en términos de felicidad es la misma que hay entre la felicidad de una persona antes y después de divorciarse o antes y después de ser despedido.
"Hay mucha evidencia sobre cómo los humanos experimentamos un bajón psicológico en la mediana edad", explica Peter Warr, profesor emérito de la Universidad de Sheffield. Y es verdad que la evidencia es sólida (Blanchflower y Oswald, 2007; Steptoe, Deaton y Stone, 2015; Graham y Pettinato, 2002), pero no tanto como nos gustaría pensar. No está claro que la forma sea exactamente igual en todos l s países del mundo y tampoco sabemos si se relaciona con el sistema económico, ni si afecta a todas las personas por igual. Es decir, queda mucho por estudiar.
Aún así, la suma de las encuestas suma más de un millón de personas y la forma de "U" sigue ahí. No sabemos muy bien por qué. Hay algunas teorías que señalan que esa edad en que las personas se encuentran en la cima de sus carreras (con los compromisos laborales que conlleva) y las cargas familiares se vuelven más y más pesadas. Sin embargo, la forma de "U" se ha encontrado incluso chimpancés y orangutanes.
Eso hace complejo que saquemos algún tipo de conclusión. Esta curva podría explicar la evolución ideológica y de la personalidad, pero poco más. Hay pocas ocasiones en que la ciencia moderna, tan alérgica como siempre a la teleología, nos hable sobre el "futuro": pero parece que estamos a punto de ver qué pasa con los millenials cuando se vuelven infelices. Tranquilos. En unos veinte años despejamos todas las incógnitas.