El alza de precios energéticos de China está teniendo duras consecuencias en la vida del país. Al menos 15 empresas cotizadas que producen bienes muy importantes que van desde el acero y el aluminio hasta los productos químicos han dicho que interrumpen su actividad por las restricciones. Cuentan los medios entre otras anécdotas que los ciudadanos de determinadas provincias están teniendo que prescindir del uso de aire acondicionado y subir los primeros pisos de sus edificios por las escaleras, ya que se están bloqueando los ascensores.
Y también ha llegado a los fertilizantes. La Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma ha hecho nuevos comunicados anunciando su “preocupación” por el suministro de fertilizantes y cómo ello podría afectar a la seguridad alimentaria de la nación. Ya en julio algunas empresas del país dijeron que suspenderían las exportaciones para poder cubrir la demanda interna, y los organismos de planificación económica interna tomaron medidas para que, en vista de la escasez que iba a producirse, no pudieran acapararse elementos esenciales para la fabricación de fertilizantes, como la urea, pero parece que esas medidas no han sido suficientes.
Cierres. Las plantas procesadoras de soja de distintas fábricas del norte (Louis Dreyfus Co., Bunge y Yihai Kerry) han cerrado, y eso ha terminado de disparar los precios de los fertilizantes en los últimos días al tiempo que las acciones de las cotizadas caen en bolsa. Todo esto podría afectarnos de rebote porque, según Bloomberg, “si las plantas siguen paralizadas por más tiempo, se podría retrasar las compras de soja por parte de los grandes compradores y obstaculizar las exportaciones”. También están en el punto de mira las plantas procesadores de maíz, esenciales para la fabricación de, entre otros, almidón y jarabe.
Algo que podría ser aquí grave es allí peor. Podría no extrañarnos que China represente el 30% del consumo mundial de fertilizantes, pero sí lo hace el hecho de que China utilice cuatro veces más fertilizantes en sus tierras que el promedio mundial debido su poca tierra cultivable per cápita, aproximadamente un 60% menos de media por persona que la del promedio de los demás países. Si ya les cuesta hacer frente a su demanda interna, la situación es peor dada su prosperidad social, que hace que cada año la gente demande más carne. Al final nos encontramos con que sus importaciones de alimentos suponen 170.000 millones de dólares y sus exportaciones 76.000. Son deficitarios.
“Termina tu plato”. El año pasado Xi ya empezó a promulgar campañas con el fin de animar a que los ciudadanos y empresas incentiven un consumo alimentario más ajustado y responsable. Los restaurantes sólo podrían dar un plato por cabeza -1 para grupos grandes (por ejemplo, seis comensales, cinco platos de comida) e incitar a que la gente se lleve las sobras a casa. También se prohibieron los canales de glotonería y de competiciones de ingestas en las redes sociales.
El giro agricultor. También a principios de este año el país inició el llamado plan de revitalización rural por el que se llevarían a cabo una serie de reformas agrarias para incentivar el trabajo en estas áreas. Si bien durante décadas el país gravó o abandonó al campo para que esa mano de obra se trasladara a las grandes ciudades y a los empleos de los sectores secundario y terciario, ahora se está intentando revertir al menos parcialmente esa situación, algo que va regado de actos propagandísticos donde Xi recuerda su pasado rural e insufla de dignidad a estos colectivos. Habrá subsidios y estructuras de partido en distintas provincias para modernizar su sector agrícola asegurando además la pluralidad de cosechas, intentando ser lo más autosuficientes posible.