Ayer Twitter tuvo un momento de breve fascinación al descubrir Qoopy, aparentemente una guardería de lujo para gallinas. El motivo es simple, como no cuesta imaginar: ¿cómo es posible que exista tal cosa? O visto desde otro punto de vista: ¿es posible que exista tal cosa? Las dudas sobre si el proyecto era real o no asaltaron rápidamente a la red, y nosotros decidimos ponernos en contacto con los responsables de Qoopy para descubrir si se trata de una gigantesca broma o de si, dado el punto de desarrollo que la humanidad ha alcanzado, una guardería de lujo para gallinas existe.
TL; DR = No, no existe. Pero podría. Y ahí está la gracia.
Qoopy: para ti, joven urbanita concienciado
Ok, empecemos desde el principio. Qoopy se define como un centro de cuidado de lujo para tu gallina, y está orientado, técnicamente, a todos aquellos dueños urbanitas que poseen gallinas para pero que no tienen las oportunidades que desearían para cuidarlas. El proyecto era factible por un motivo: existen proyectos parecidos para otros animales, como perros y gatos. Y dado que existe una tendencia creciente a que los jóvenes urbanos busquen una dieta más saludable por la vía orgánica y no industrial, ¿qué mejor que utilizar los huevos de tu propia gallina?
Al fin y al cabo, hoy en día hay startups de todos los colores.
Y la localización de Qoopy, San Francisco, Brooklyn y Portland, hacía pensar que, bueno, sí, una guardería de gallinas era algo posible. Raro, pero nada que el siglo XXI no pudiera digerir. En Marginal Revolution hablaron brevemente de ello con cierto escepticismo (la entrada fue catalogada en la categoría "Mercados para todo"), y en los comentarios se inició un debate sobre la veracidad (probable) de la iniciativa. Ahí descubrimos, por cierto, que la gente se toma MUY en serio a sus gallinas. Un breve paseo por My Pet Chicken lo demuestra: las gallinas son algo trendy (?).
La web daba otra pátina de verosimilitud. Era mobile-friendly, minimalista y limpia, en la línea de toda startup que se precie, pero contenía algunos elementos que hacían sospechar de su realidad. El más evidente, el cuestionario de lista de espera para que tu gallina tuviera acceso a la guardería. Las preguntas ("¿Cuál es el nombre de tu compañero avícola?", "¿Cuántas gallinas hay en tu familia?", "¿En qué momento del día siente tu gallina emociones?") y las respuestas desvelaban la parodia. Aunque no del todo, de modo que escribimos al mail de Qoopy preguntando sobre el proyecto.
Y nos respondieron.
La broma que en realidad podría ser verdad
Aunque no del modo en que esperábamos. La remitente era Andi Plantenberg (Twitter aquí, web personal aquí), diseñadora de producto y directora creativa residente en San Francisco. Plantenberg ha trabajado desde hace años dentro de la industria tecnológica de Sillicon Valley, y, según parece, remitía la misma respuesta a todos aquellos que preguntábamos sobre la existencia o no de Qoopy.
Una de las preguntas más frecuentes que recibimos es: "¿Es Qoopy real, o es una sátira afectada sobre el mundo en el que vivimos?". Los urbanistas de hoy en día desean un regreso a la simplicidad y la inmediatez de producir su propia comida. Esta nueva generación tiene sus propias respuestas a preguntas como "¿Qué debería hacer con mi gallina una vez han pasado de largo sus días de poner huevos?" o incluso "Cuando voy a trabajar, ¿me echará de menos mi gallina?". Por otro lado, la industria tecnológica está compitiendo para ofrecer servicios que abastecen a los urbanitas de todos sus caprichos (...) La principal innovación de Qoopy no ha sido nuestro artesanal proyecto de gallinas, sino nuestro deseo a lanzar la pregunta: "¿Está solventando la economía innovativa los problemas adecuados?".
La respuesta se podía interpretar en ambas direcciones. Por un lado, como una crítica al modelo actual de innovación tecnológica basado en preferencias caprichosas y arbitrarias de consumidores acomodados (nada como una lujosa guardería de gallinas para ejemplificarlo). Por otro, como una crítica a aquellos que interpretan un proyecto como Qoopy como algo frívolo, cuando está respondiendo, en realidad, a la demanda de un mercado que desea este tipo de productos.
Sea como fuere y pese a la ambigüedad del comunicado (Plantenberg había lanzado pocos días antes en su Medium personal un artículo donde utilizaba un lenguaje más o menos parecido al expresado más arriba sobre un nuevo y revolucionario proyecto), Qoopy no existe y no es real, como ha explicado ella misma a Sfist. Es todo una suerte de parodia sobre las startups de hoy:
Me mudé a San Francisco durante la primera burbuja, y he estado en la industria tecnológica durante todo este tiempo. Amo el lugar y ha sido muy emocionante verlo cambiar. Hoy en día es algo esquizofrénico, porque tienes a una generación bien-intencionada que quiere volver a entrar en contacto con la sostenibilidad, con la comida, y tienen un fuerte sentido de la ética, y están concienciados. Pero al mismo tiempo, es una generación mimada, que satisface sus propias necesidades, porque con sólo pulsar un botón puedes tener a alguien que te trae la comida o que te hace la colada. Quería preguntar, ¿estamos construyendo las cosas adecuadas?
Qoopy era verosímil precisamente por lo que explica Plantenberg, pero, al contrario que su visión, Qoopy no tenía por qué significar algo malo. No en vano, ¿quién decide qué es necesario o adecuado en el mundo hoy en día si satisface una necesidad concreta? La cría industrializada de animales a lo largo y ancho de todo el mundo es una cuestión que, cada vez en mayor medida, está sobre la mesa lista para ser debatida. En este artículo en The Guardian, Yuval Noah Harari argumentaba que la ganadería industrial es uno de los peores crímenes de nuestro tiempo.
Lo fantástico de Qoopy es que podría ser perfectamente real. Ya no sabemos qué puede ser certero en el futuro
¿Qué hay de raro en que haya cada vez más personas que desean cuidar de sus propias gallinas y que, llegado el momento, deseen que una empresa profesional se encargue de ellas si ellos no están disponibles? Cuadra con la mentalidad de la generación que describe Pantenberg: concienciada, sostenible y capaz de ofrecer respuestas a los dilemas que encuentra en su camino.
Lo fantástico de Qoopy, en realidad, es la posibilidad de que realmente exista. Si todo el mundo ha tenido dudas a la hora de descifrar si Qoopy existía en verdad o no es porque no es en absoluto imposible que alguien, llegado el momento, crea que ese sea un negocio rentable. Hemos alcanzado un punto en el que la creatividad de las startups y de las nuevas tecnologías (y de un mundo y una economía cambiante) nos impide saber con certeza qué es posible en el futuro y qué no. Y eso mola.