"¡Hola! ¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo!" No tienes ni idea de quién es la persona que te pregunta. Por mucho que intentes recordar sus rasgos faciales, no la recuerdas. La cosa es que te suena muchísimo. Y por cómo te habla, es casi seguro que ya os habéis visto antes. Pero no, tu cabeza no funciona. Empiezas a hablar y todo llega como un soplo de aire a tu cabeza. Si te suele pasar, no te preocupes, a algunas personas les resulta más difícil que a otras reconocer y recordar rostros.
De hecho, hay gente que no puede recordar nunca las caras de la gente. Es un trastorno y la ciencia se ha encargado de estudiarlo.
¿Soy un bicho raro si me pasa? En neuropsicología, a las personas que casi nunca olvidan un rostro se les denomina “súper reconocedores”. Pero por otro lado, las que nunca recuerdan poseen una condición llamada prosopagnosia, también conocida como ceguera facial. Aunque no existen estimaciones generales de su prevalencia, algunos estudios sugieren que entre el 2 y el 2,5% de la población nació con prosopagnosia congénita. Luego, hay un número desconocido adicional de personas que la han adquirido después de una lesión cerebral u otros casos.
Pero hay que dejar una cosa clara: que no puedas memorizar rostros fácilmente no significa que tengas prosopagnosia. Algunas personas tienen dificultades menores y otras dificultades mayores. Uno de los problemas más comunes de quienes padecen ceguera facial es tener dificultades para identificar a alguien a quien no ven a menudo o que se encuentra en un entorno diferente del acostumbrado. Sin embargo, cuando el problema se vuelve significativamente notorio, tienen dificultades para reconocer a sus seres queridos o incluso a sí mismas en un espejo.
La explicación. Los rostros comparten muchas características y, por lo tanto, para nuestros cerebros son más difíciles de distinguir que los objetos. De hecho, los estudios han demostrado que los rostros son tan similares que solo podemos distinguirlos analizando sus diferencias, como el color de ojos o la forma de los labios. Mientras que podemos reconocer otros objetos solo con mirar alguna parte más pequeña de ellos, como la pata de una mesa o el patrón de un suéter, el simple hecho de ver un ojo rara vez será suficiente para reconocer una cara completa.
Las personas regularmente subestiman lo difícil que es para nuestros cerebros percibir un objeto, animal o persona debido a que es un mecanismo que ocurre de manera ininterrumpida. “Se podría pensar que, dado que en cuanto abrimos los ojos reconocemos cosas, la percepción es un proceso simple, pero en realidad es muy complejo”, explicaba Roberta Daini, profesora de neuropsicología en la Universidad de Milano-Bicocca, en este reportaje de Vice.
Pero, ¿por qué? Existe una teoría, respaldada por la investigación del escáner cerebral, que sugiere un vínculo entre el desarrollo del reconocimiento facial y el desarrollo de las habilidades de lectura. Es decir, que el cerebro desarrolla habilidades de reconocimiento de letras y palabras en puntos neuronales específicos que pueden terminar "desplazando" al desarrollo de las habilidades de reconocimiento facial. Quienes defienden esta teoría sugieren que la solución para garantizar que los niños desarrollen fuertes habilidades de lectura y fuertes habilidades de reconocimiento facial podría estar en el momento de la educación, es decir, aprovechar con mayor precisión la plasticidad juvenil del cerebro.
Vale, ¿y qué hacemos? Todos vemos, una y otra vez, muchas caras en la vida real y representaciones de esa caras, pero en general, esta no es una habilidad en la que puedas mejorar, como cuando aprendes a jugar ajedrez o un videojuego. Sin embargo, para compensar cualquier tipo de déficit, algunas personas han encontrado estrategias alternativas para intentar distinguir a quienes conocen, como memorizar sus peinados, voces o posturas, por ejemplo. Desarrollar estrategias autodirigidas para el reconocimiento no es la única forma de manejar el trastorno de ceguera facial. Según algunos estudios experimentales, el fármaco oxitocina podría mejorar el reconocimiento facial en personas afectadas por este trastorno, pero la investigación aún se encuentra en sus primeras etapas.
Los humanos recuerdan mejor los nombres que las caras. Lo cierto es que de igual manera que nos olvidamos de las caras, la mayoría de nosotros hemos experimentado la incomodidad de conocer a alguien y olvidar su nombre. La experiencia lleva a muchos a lamentar que son "malos con los nombres" y puede causar cierta vergüenza social. Pero varios estudios sugieren que no es cierto: lo que realmente estamos experimentando es el efecto de dos tipos diferentes de memoria y una interacción entre ellos. De hecho, una investigación de la Universidad de York descubrió que los sujetos recordaban mejor los nombres de extraños que sus rostros.
Los resultados fueron claros: reconocieron una media del 73% de rostros cuando se les mostró la misma foto, pero solo el 64% cuando la foto cambió. Reconocieron el 85% de los nombres, y eso disminuyó muy levemente cuando se usó una fuente diferente. Recordar una cara, anotaron los investigadores, es una cuestión de reconocimiento. Esta es una función en gran parte inconsciente del cerebro, una asociación de la experiencia con otras cosas que han sucedido en nuestras vidas (como ver a alguien todos los días en el colegio). Pero recordar un nombre requiere memorizar, un sistema completamente diferente.
Al recordar algo, el cerebro "reproduce" un patrón de actividad neuronal que se estableció por primera vez cuando se le dio a la mente el estímulo original. Este proceso es una de las razones por las que a veces es posible recordar algo si lo piensas lo suficiente. Una hipótesis que dan para la diferencia es que cuando vemos la fotografía de un extraño solo tenemos una métrica para ayudar a nuestra memoria: cómo se ven. Al ver una palabra, tenemos tanto el aspecto de las letras como el sonido imaginado, lo que podría dar a nuestras mentes más cosas a las que aferrarse (como ver a una persona y también escuchar su voz).
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