¿Son excepcionales los disturbios del procés? Barcelona lleva una década quemando contenedores

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51 detenidos, 125 heridos y un sinfín de mobiliario urbano pasto de las llamas. Barcelona vivió anoche una de las jornadas más caóticas de su historia reciente. Miles de personas salieron anoche a las calles movilizadas por la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes independentistas, y el resultado, al contrario que en otras jornadas de protesta, no fue pacífico. Las calles de la ciudad ardieron. La policía cargó contra multitudes. Y la panorámica general de la ciudad se llenó de columnas de humo, amargo recuerdo de la Semana Trágica de 1909. Fueron, sin duda, acontecimientos graves. ¿Pero cómo de excepcionales?

Peticiones. La pregunta tiene sentido porque a esta hora de la mañana son numerosas las voces que reclaman mano dura por parte de las autoridades del Estado. Pablo Casado ha exigido al gobierno la implantación de la Ley de Seguridad Nacional para que "ningún cuerpo policial esté sujeto a directrices de los independentistas". Albert Rivera ha sido más sucinto, pidiendo a Pedro Sánchez que no siga "impasible" y que "actúe". Y Santiago Abascal ha ido un paso más allá, reclamando la aplicación del artículo 116 de la Constitución. El estado de excepción, nunca aplicado desde la implantación de la democracia.

Sánchez se ha reunido de urgencia con los grupos de la oposición.

¿Es para tanto? Lo que sucedió anoche en Barcelona es tan grave como lo que lleva sucediendo en la Ciudad Condal durante los últimos diez años. Incluso antes de las movilizaciones por la independencia. En 2010, la huelga general convocada contra el gobierno de Zapatero se saldó con disturbios, 17 detenidos, medio centenar de heridos y multitud de incendios (entre ellos los de algún coche patrulla). En 2012, y aún antes del procés, la urbe vivió sus peores protestas en un lustro. Ardieron más de 200 contenedores, se cortaron todas las avenidas principales, se registraron más de 80 heridos y se incendió un Starbucks.

El País tituló al día siguiente así: "Grupos muy violentos siembran el caos en el centro de Barcelona". ¿El motivo? Otra huelga general.

Más precedentes. Pocos meses antes, las protestas estudiantiles cortaban la Ap-7 y la estación ferroviaria de la Universidad Autónoma de Barcelona, se quemó una decena de contenedores y se causaron destrozos al mobiliario público (barricadas incluidas) por valor de 18.000€. En 2011 las protestas llegaron aún más lejos. Miles de personas "asediaron" el Parlament de Catalunya y agredieron a varios diputados. Los disturbios se extendieron al resto de la ciudad. Artur Mas, presidente de la Generalitat por aquel entonces, tuvo que llegar al edificio en helicóptero, 22 personas fueron detenidas y, cuatro años después, el Supremo condenó a varias de ellas a tres años de prisión.

No sólo en Barcelona. Otras ciudades españolas, muy especialmente Madrid, han vivido protestas similares durante los últimos años. Veinticuatro personas fueron detenidas el 15 de mayo de 2011, noche de gestación del 15-M, mientras cinco contenedores ardían y cinco agentes de la Policía Nacional resultaban heridos. Más graves fueron los acontecimientos de marzo de 2014, durante las "marchas de la dignidad". La manifestación, multitudinaria y pacífica, derivó en disturbios por toda la capital. Más de 101 fueron atendidas por los servicios de emergencia. 29 terminaron detenidas. Varios contenedores ardieron.

Particularidades. Barcelona arrastra tras de sí una centenaria cultura de la insurrección y la protesta, desde principios del siglo XX, en pleno apogeo del movimiento anarquista, y mucho antes. Son numerosos los grupos antisistema instalados en la ciudad, con mayor o menor relación con el movimiento independentista. Es habitual que las huelgas generales terminen en caos y enfrentamientos con la policía. Durante los últimos años los disturbios y las quemas de contenedores han sido tan frecuentes que surgieron iniciativas satíricas como "Apadrina un contenedor". Ellos, al fin y al cabo, no tienen la culpa de nada.

Sí es grave. Los hechos de ayer no son excepcionales, pero sí importantes. Hasta ahora, la mayor parte de manifestaciones del independentismo habían sido pacíficas o, a lo sumo, desobedientes (ya fuera durante el corte de autovías o durante la celebración del referéndum del 1 de octubre). Las de anoche fueron violentas. ¿Supone un punto de inflexión? Es difícil de decir. Gran parte de los políticos catalanes, como Oriol Junqueras u o Joan Tardà, mostraron su incomodidad ante los disturbios y la quema de mobiliario urbano. El camino que pueda tomar el independentismo a partir de ahora, más o menos radical, es una incógnita.

Imagen: Bernat Armangue/AP

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