Durante décadas, niños y niñas de toda condición han abominado la misma institución: los deberes. Para el alumno desorganizado y poco motivado aquellas tareas diarias a resolver en el hogar, una vez finalizadas las clases, representaban un incordio, una injerencia inaceptable en su merecido tiempo de ocio. Aunque no lo entendieran, las tareas tenían una razón de ser: mejorar su rendimiento académico a corto plazo.
Y eran efectivas en ello.
Hasta ahora. Un estudio elaborado a lo largo de más de una década y publicado el año pasado ilustra qué sucede cuando 2.000 estudiantes de doce centros educativos distintos dejan de hacer sus deberes y empiezan a resolvernos directamente por Internet. Si antes las tareas post-lectivas mejoraban la nota final del 86% de los alumnos, hoy el porcentaje ha caído drásticamente al 45%. El motivo no es otro que la copia. Los completan, sí, pero los resuelven a través de Google.
Mecánica. Los investigadores, dos especialistas en psicología y al mismo tiempo profesores, estudiaron a sus propios alumnos. Seleccionaron dos clases distintas (una dedicada al aprendizaje y a la memoria impartida entre 2008 y 2011; otra dedicada a la cognición enseñada entre 2012 y 2018) y segmentaron su rendimiento tanto en los deberes como en los exámenes finales. Idealmente, las segundas debían superar a las primeras, al ser los deberes nada más que herramientas de preparación.
Qué sucedió. Al final de los cursos, los dos profesores preguntaron a sus alumnos sobre su forma de resolver las tareas post-lectivas, ya fuera a través de los apuntes o de lo memorizado en clase o mediante algún tipo de apoyo en Internet. Al principio, como se explica aquí, los alumnos cuyas notas finales superaban a la de los deberes eran predominantes. En 2008 sólo un 14% de los estudiantes rendía mejor en los deberes que en las pruebas reales; en 2017 el porcentaje había subido al 55%.
Más copias. En el último año de la investigación el 60% de los alumnos copiaban sus deberes, lo que se traducía en un menor rendimiento académico en la mayoría de los casos. Dicho de otro modo: Internet facilitaba resolver los ejercicios encomendados en clase, pero no impulsaba la clase de aprendizaje que más tarde propulsaría sus notas. En sus palabras, algo neoluditas: "Utilizar tu smartphone puede ser una forma rápida de resolver tus deberes, pero los estudiantes no son conscientes de los efectos de esto hasta que es demasiado tarde".
Homework used to help. Doing it improved final test grades for 86% of students in 2008, but only 45% in 2017. What caused the change? As this paper shows, a majority of students are now copying internet answers & it turns out doing homework yourself means better exam scores! pic.twitter.com/SLIKvUxYoO
— Ethan Mollick (@emollick) August 2, 2021
Coincidencias. Por lo extenso del estudio (once años) y su coincidencia en el tiempo con la universalización del acceso a Internet, la investigación ayuda a comprender las barreras que los deberes afrontan hoy en día. Como vimos aquí, cada vez son más los padres que están en contra de cargar a sus hijos con tareas post-lectivas, en gran medida por el detrimento de su tiempo y de su atención que fomentan. Los resultados del trabajo les cargarían de razón: no sólo quitan tiempo sino que son menos útiles.
¿Contra viento y marea? Los autores apelan a la responsabilidad del alumno (se dirigen a universitarios, no a niños, y este matiz es importante) para hacer sus deberes sin utilizar atajos. Pero hay un problema más grande: los profesores no pueden pelearse contra los elementos (Internet). Google ya tiene dos apps distintas para "hacer" los deberes (Socratic y Lens) y monitorizar el tiempo y la actividad de los adolescentes en entornos digitales es, como bien sabemos, imposible.
Así las cosas, la función tradicional de los ejercicios en el hogar parece condenada a la extinción. ¿Deben morir los deberes? Es un debate que lleva ya algunos años encima de la mesa, en sintonía con otras transformaciones que atraviesa el modelo educativo. Como mínimo, parecen abocados a una reinvención total.
Imagen: Jessica Lewis/Unsplash