El Ártico se está derritiendo. Lo confirman las sucesivas olas de extraordinario calor registradas durante el último lustro, entre las que destacan por encima de lo común la del pasado invierno, y los sucesivos, tozudos informes sobre el volumen de hielo más allá del círculo polar. Tanto 2016 como 2017 registraron decrecimientos dramáticos del hielo acantonado en el océano más septentrional de la Tierra. El mar es hoy más cálido que nunca, hasta el punto de fundirse con el Atlántico.
¿Consecuencias? Infinitas. Para los ecosistemas árticos, dramáticas. Para las explotaciones de recursos naturales o las rutas comerciales entre Asia y América, fantásticas. Y para los habitantes de Groenlandia, perturbadoras. Ya vimos cómo los altos niveles de contaminación atmosférica habían provocado que parte del hielo de la isla tornara gris y negro, reduciendo el efecto albedo y, por extensión, multiplicando su velocidad de fundición. Y hoy hablamos de un iceberg.
El remoto rincón de la geografía mundial que protagoniza la historia atiende al nombre de Innaarsuit, y vivía tranquilamente, de espaldas al gigantesco casquete de hielo groenlandés, en el noroeste de la isla, acantonado en el infinito archipiélago costero de Upernavik. Población, 169, mayoritariamente inuit dependiente de la pesca en el Atlántico Norte. Asomado a los riscos costeros, pintoresco y diminuto, su existencia se ve amenazada ahora por un trozo de hielo descomunal.
Un enorme #iceberg avanza a la deriva cerca de un pueblo de #Groenlandiahttps://t.co/4cgEKmud6T pic.twitter.com/lFl4nM6aka
— Reuters Latam (@ReutersLatam) 13 de julio de 2018
Con más de 200 metros de alto, 300 metros de diámetro y 12 millones de toneladas, el iceberg se ha aproximado a la pequeña localidad groenlandesa con suficiente persistencia como para precipitarse sobre la misma. Es tan grande que cualquier partición del mismo (y su consecuente, bestial caída hacia el agua) provocaría un tsunami lo suficientemente grande como para arrasar las casas más próximas a la costa. Por ese motivo, Innaarsuit ha sido desalojado de forma preventiva.
Como se explica aquí, los iceberg se desprenden con facilidad en función de una amplia variedad de factores metereológicos, como el viento, el calor o la lluvia. Ni en su génesis ni en su posterior fragmentación el proceso es silencioso y pacífico, sino tremendo y violento, capaz de desplazar grandes volúmenes de aguas oceánicas hacia las costas. El iceberg de Innaarsuit ha recorrido alrededor de un kilómetro durante los últimos cinco días, y ahora el destino del pueblo, que se apresura a retirar sus barcas del pequeño puerto, pende de un hilo.
Un fenómeno cada vez más habitual
No es extraño que el casquete polar ártico produzca con frecuencia icebergs de tamaños colosales. Hace algunos meses se registró un movimiento aún más exagerado en la costa este groenlandesa: el armatoste de hielo contaba con una superficie de más de cinco kilómetros, similar a la ocupada por la costa de Manhattan. En la Antártida la situación es similar, con otro bloque gigantesco de hielo recientemente desgajado del bloque continental, pero aún no a la deriva.
Image of the icebergs near #Innaarsuit, #Greenland 🇬🇱 taken by the @CopernicusEU #Sentinel-2A #satellite. The diameter of the larger #iceberg is about 300 meters. pic.twitter.com/QnB8Au5mZH
— Antti Lipponen (@anttilip) 14 de julio de 2018
¿Es normal? En función de lo que entendamos por normal. Durante los últimos años la frecuencia con la que grandes icebergs se han topado en el camino de la civilización ha crecido. En 2017, por ejemplo, el número de bloques de hielo que se cruzaron en las principales rutas comerciales de Newfoundland fue particularmente alto. Comenzaron a llegar a puntos que jamás habían traspasado, aunque la variabilidad del fenómeno es alta: el número de icebergs avistados por buques mercantes llegó a ser 0 en 1966, mientras que superó los 2.000 en 1986.
Tanto las poblaciones locales de Groenlandia como algunos científicos coinciden en que el número global de icebergs árticos ha crecido a consecuencia del cambio climático. Las altas temperaturas, de forma natural, acrecientan el ritmo de fundición y su alcance, desprendiendo con mayor frecuencia bloques de tamaño imponderable. El año pasado se registraron incidentes mortales relacionados, y hace algunos días la Universidad de Nueva York publicaba este tremendo vídeo.
En él observamos más de seis kilómetros de glaciar partirse por la mitad e iniciar un largo camino a la deriva oceánica. Son situaciones como esta las que producen icebergs cada vez más grandes y peligrosos, y que sí están relacionadas de forma directa con el creciente aumento de las temperaturas. Las imágenes están aceleradas veinte veces, mostrando en apenas 30 minutos cómo Groenlandia pierde el 3% de su hielo anual. Son cifras asombrosas y preocupantes.
El fenómeno llega cada vez más lejos. Ya no son sólo icebergs tan grandes como La Rioja independizándose de la Antártida, sino bloques helados descomunales que se asoman a costas antaño tan remotas como Terranova y Labrador. El año pasado otro diminuto pueblo pesquero canadiense, Ferryland, se convirtió en un particular vivero de curiosos y turistas gracias a sus privilegiadas vistas de un iceberg de 46 metros de altura. 154 menos que el de Innaarsuit.
Mientras las temperaturas continúen subiendo, es probable que el Ártico se siga descomponiendo. Y con él los glaciares que le acompañan, tanto en el casquete de Groenlandia como en terrenos libres de hielo durante la mayor parte del año. Y en el proceso es probable que otros pueblos remotos de la isla infinita corran la misma suerte (esperemos que finalmente airosa) de Inaarsuit.
Imagen: Greenland Travel/Flickr