Hubo un tiempo no demasiado lejano en el que Ryanair, voluntaria o involuntariamente, representaba a una nueva generación de europeos. Jóvenes, políglotas, cosmopolitas, precarios y, pese a ello, turistas. A lo largo de la pasada década, Ryanair creció lo suficiente como para convertirse en la aerolínea más popular del continente. Volar equivalía a coger uno de sus aviones, gracias a sus servicios elementales, sus tarifas baratas y su amplia disponibilidad en cada rincón de Europa. Una táctica que le granjeó un éxito descomunal, y que hoy, huelgas y caídas de beneficios mediante, parece en duda.
Qué pasa. Que dos huelgas simultáneas en España le han colocado en el ojo del huracán. Por un lado, la del personal de cabina, con diez días de paros alternos previstos para el mes de septiembre. Por otro, la de los pilotos, anunciada ayer por el sindicato Sepla: se movilizarán los días 19, 20, 22, 27 y 29 de septiembre, fechas claves en tanto que cierran la temporada de verano. En conjunción, Ryanair sufrirá paros y protestas todos y cada uno de los fines de semana del próximo mes, a sumar a las huelgas anunciadas por el personal de seguridad de El Prat y por los trabajadores de Iberia.
Más de 4.000 vuelos se verán afectados.
¿Por qué? Porque Ryanair necesita un ajuste de plantilla a escala continental, y desea implementarlo en España. Tiene previsto un ERE que podría afectar a más de 500 trabajadores en todo el país, y ya ha descartado continuar operando en Girona, Las Palmas, Tenerife y Lanzarote. El primer aeropuerto ha capitalizado gran parte de los vuelos internacionales de Ryanair desde la península ibérica; los otros tres funcionaban como puente aéreo, a bajo precio, para las Islas Canarias. Su retirada del archipiélago ha alarmado al gobierno central, por motivos evidentes.
Trabajo. Por su parte, tanto la tribulación de cabina como los pilotos exigen mejoras en sus condiciones laborales. Es una petición unánime entre los 17.000 trabajadores que emplea la compañía a lo largo y ancho de Europa. A principios de este mes, Ryanair se enfrentó a huelgas igualmente considerables en Reino Unido. Sus pilotos exigen salarios muy por encima de lo que cobran actualmente (más de 170.000€ en las islas británicas), y su tripulación mejores condiciones en sus pensiones y en sus permisos de maternidad, por citar dos reivindicaciones.
Poca sorpresa aquí: gran parte del modelo "low fares" de Ryanair se sostenía sobre un trabajo mucho más precario que el de otras compañías, cuestión a la que sus empleados llevan haciendo frente más de un lustro. Mayores salarios y mejores condiciones equivalen a billetes más caros. Un ataque a la clave de bóveda de su negocio.
Problemas. Las huelgas llegan en pleno impás económico de la compañía. Ryanair sigue ganando dinero, pero lo hace a un ritmo decreciente. El pasado mayo anunció los resultados de 2018: sus beneficios habían caído un 38% de un año para otro, en el registro más bajo del último lustro. Los motivos son variados. Desde la competencia a la baja de otras aerolíneas low cost hasta el aumento del precio del combustible, pasando muy especialmente por el retraso en la entrega de los 135 Boeing 737 Max encargados al fabricante estadounidense.
Envueltos en numerosos accidentes, Ryanair aspira a recibir apenas 30 en el próximo verano. Es una inversión alta, y por el momento desastrosa. El mercado del transporte aéreo en Europa afronta, como el resto de la economía, un futuro incierto, con diversas compañías clausurando actividades (Wow Air) o declarando pérdidas (Easy Jet).
La UE. Y puede ir a peor. Como vimos hace dos días, la Comisión Europea baraja numerosas medidas para reducir la huella medioambiental de la economía continental. Una de ellas implicaría duplicar la factura de las aerolíneas por sus abundantes emisiones contaminantes. De ser así, los billetes irían irremediablemente al alza, colocando un interrogante en el, hasta hoy, incesante flujo creciente de pasajeros en los aeropuertos. Parte de la sociedad europea comienza a observar a la industria aeroportuaria con ojos menos benevolentes.
Para Ryanair esto es un problema doble, dado que gran parte de su actividad en Europa depende de las generosas subvenciones concedidas por organismos regionales y locales. Sin ellos, como ha terminado sucediendo en Girona, es más rentable marcharse.
Imagen: Kevin Hackert/Flickr