Salud, dinero y amor. Durante todo lo que llevamos de esta aventura la mayoría de gobiernos del mundo se han concentrado en atender los dos primeros y urgentes aspectos de la vida de los ciudadanos afectados por un virus que ataca a nuestros sistemas sanitarios y nos obliga a reestructurar todo el sistema económico. Ahora que la crisis amaina, es el turno de ocuparse del tercer pilar de la ordenación de la humanidad.
Dinamarca ya se ha puesto manos a la obra con ello.
Espacio Schengen del corazón: este mismo lunes la policía danesa ha dado algunas instrucciones a la ciudadanía acerca de las próximas relajaciones en las medidas de control fronterizo, como por ejemplo la entrada de extranjeros siempre que cuenten con una segunda residencia. La medida que ha llamado la atención de todos, sin embargo, es la tocante a la vida amorosa. Los agentes permitirán la reunión de los amantes.
¿Cómo se demuestra esto? Deberán tener pruebas de su relación de una longevidad de al menos seis meses. Serán válidas fotografías juntos o cartas de amor, y la pareja deberá estar dispuesta a enseñar estas pruebas a los policías en caso de que se la soliciten. No valdrán, eso sí, las conversaciones online, en parte porque consideran que si esa pareja no puede demostrar que quedaba en persona antes de la pandemia no merecen el derecho a verse en la fase actual.
Estado civil: le amo tanto. Según el gobierno, las pruebas autorizadas y los tiempos de duración de la relación exigidos garantizan que se trate de una pareja que, aunque geográficamente separada en este momento, sea lo suficientemente sólida según los estándares de las costumbres sociales danesas de hoy.
Establecer estos límites a la hora de definir qué es un amante y qué no pone de manifiesto los problemas en los que se encuentran los legisladores de todo el mundo en esta era contemporánea en la que los ciudadanos tienen más garantías sociales que nunca (hace un siglo tal vez no estaríamos debatiendo estas concesiones) y en el que el ordenamiento de la vida sentimental se ha vuelto más líquido (los escandinavos saben que los certificados matrimoniales no amparan en absoluto al amplísimo espectro de relaciones existentes).
Acurruque asignado: durante el pico de explosión del coronavirus en Europa también otro Estado se atrevió a dar instrucciones a su ciudadanía sobre su vida afectiva: Países Bajos reconoció que era normal que los neerlandeses deseasen tener contacto físico con otros, así que su instituto equivalente a nuestro Ministerio de Sanidad les instó a buscarse un compañero sexual o amoroso para lo que quedase de pandemia. Recomendaba, eso sí, que fuesen monógamos en este período, que practicasen un contacto “selectivo” para evitar la propagación innecesaria.
La policía del amor: volviendo con los escandinavos, y a pesar de que es una concesión para que los amantes se reúnan dos meses y medio después de que se forzase su abrupta separación (cuentan que se ha visto a parejas en la frontera entre Dinamarca y Alemania cogiéndose de las manos por encima de las barreras de la frontera), la noticia no ha sido bien recibida por todo el mundo, especialmente por la oposición política y los juristas que se han preguntado que en qué mundo cabe que el Estado pueda requerir información tan íntima para que dos personas puedan estar juntas.
En España, y según lo que hay ahora mismo, decretado, los enamorados no podrán verse hasta que ambas provincias se encuentren en la fase de Nueva Normalidad, por lo que hay relaciones a distancia que habrán podido estar sin verse más de tres meses, algo que según algunos expertos hará que se refuercen estos modos de pareja mientras que otros apuestan por todo lo contrario. En la práctica, la fuerza del deseo ya ha provocado en nuestro país incidentes que se saldan en multas de cientos de euros.