A medida que se va desentrañando, el caso Epstein se mantiene como la mayor afrenta a la lógica anticonspiranoica que nos podemos encontrar en el mundo real.
Esther Salas es la juez federal de Estados Unidos que llevaba una parte del caso Epstein-Deutsche Bank. Hace dos semanas el gigante bancario llegaba a un acuerdo con el Departamento de Servicios Financieros de Nueva York para pagar una multa por valor de 150 millones de dólares por la negligencia en la vigilancia de las cuentas del ya por aquel entonces criminal. A pesar de eso, Salas llevaba desde hacía cuatro días el expediente sobre las demandas colectivas de inversionistas contra el banco. Es decir, Salas tenía ahora en su poder el acceso a los movimientos de las cuentas bancarias de Epstein.
La noche del pasado domingo empezó la pesadilla de la jueza. Según han informado policía y FBI de la reconstrucción de los hechos, un hombre disfrazado con el traje de un servicio de mensajería se presentaba en la puerta de su casa, mataba a tiros a su hijo y dejaba gravemente herido a su marido. La mujer, al encontrarse en el sótano, se libró del asalto.
El principal sospechoso es un hombre que se encontró horas después muerto con signos se haberse suicidado con arma de fuego. Roy Den Hollander, abogado y activista antifeminista, tenía una relación lejana y muy tangencial con Salas: en 2015 presentó una demanda ante la jueza cuestionando que las Fuerzas Armadas no reclutasen a mujeres y sólo lo hiciera con hombres.
Hollander tenía especial ojeriza contra esta jueza, a quien había llamado “una perezosa e incompetente jueza latina colocada por Obama” (el letrado hacía gala de una intensa actividad pública contra el feminismo, incluidos miles de comentarios en la red y un libro autopublicado de 1.700 páginas). A Hollander le acababan de diagnosticar cáncer terminal. Por otra parte, la magistrada, con un perfil muy público y decenas de casos importantes a sus espaldas, se había quejado en varias ocasiones de la desprotección y del miedo a convertirse en blanco de las iras de alguno de los involucrados en sus casos.
Según los investigadores, al lazo del cuerpo del abogado había un paquete dirigido a Salas, pero estaba vacío, lo que puede significar que fuese parte del atrezzo de su disfraz o que alguien se llevase el interior del paquete.
Para los conspiranoicos nada de lo que ocurra alrededor del caso Epstein puede ser casual, mucho menos en un raro incidente como este.
Sin fianza, en el mismo presidio y con cónyuges protegidos
También los que están en el ojo del huracán lo ven así: hace poco Estados Unidos sacaba a Ghislaine Maxwell de su paradero desconocido. Maxwell era la compañera vital de Epstein, así como, según se la acusa ahora, su conseguidora de mujeres, en muchos casos menores de edad, durante décadas.
Maxwell, a la que se ha denegado la libertad bajo fianza por riesgo de fuga mientras espera a su juicio, ha declarado que ha recibido amenazas de muerte y que teme por su vida dentro de las instalaciones en las que se encuentra. Está interna en el Centro Correccional Metropolitano del sur de Manhattan, el mismo donde se encontraría muerto a Epstein antes de que declarase por un suicidio que ha sufrido un alto escrutinio público (casi nadie cree que se suicidara), un centro que, además, está siendo investigado por las negligencias en su vigilancia. Según un amigo de la familia Maxwell, “Todo el mundo, incluida Ghislaine, piensa que Jeffrey fue asesinado”.
Si hiciésemos caso de la conspiración, ¿cuál sería el motivo por el que alguien querría ver muerta a la financiera británica? Por lo que pueda decir durante el juicio. Se dice que Maxwell cuenta, al igual que Epstein, de una “lista negra” de personas relacionadas con la trama de pederastia y tráfico de menores en la que habría multitud de personajes relevantes de la élite estadounidense, como Bill Clinton (se rumorea que la mujer tuvo una relación amorosa con el ex presidente y se sabe que estuvo invitada a la boda de su hija) o Donald Trump.
La inclusión de estas personas en la lista o la afirmación de la acusada de que estuvieran implicados no es en absoluto garantía de que sean responsables de los delitos de los que se les acusa.
Las comparecencias ante la corte de la empresaria también están destapando otros misterios: al parecer, la presunta delincuente asegura que se casó en secreto, pero se niega a desvelar la identidad de su marido, sin que se sepa por qué. La tesis más extendida por la prensa del cotilleo afirma que el susodicho sería Scott Borgeson, CEO y analista de datos del comercio marítimo. Según el New York Post, Maxwell se ocultó en una mansión de Borgeson por valor de tres millones de dólares en Massachusetts después del suicidio de Epstein y antes de desaparecer.
Es altamente inusual que un acusado oculte la identidad de su esposo o esposa durante un juicio.