Desde que el mortífero virus del coronavirus se extendió por el mundo, la imperiosa necesidad de conseguir una vacuna a tiempo ha quedado grabada a fuego en todos los países. La carrera por la vacuna ha sido el reto de nuestro siglo, en un contexto donde están en juego millones de vidas humanas. En Magnet hemos hablado de lo que ha supuesto para el campo de la medicina los progresos científicos que hemos sido capaces de lograr en tan poco tiempo. Nos hemos volcado en cuerpo y alma invirtiendo recursos, capital, mano de obra y tecnología.
Nadie imaginaba entonces que una pieza del puzzle que antes nos parecía superficial iba a convertirse en un factor clave. ¿Qué pieza? Los monos. Sí, esos macacos de laboratorio tan esenciales para los ensayos de la vacuna y de los que apenas disponemos. De haberlo sabido, nos podríamos haber ahorrado mucho tiempo. Y vidas.
Escasez. Casi todas las compañías que han trabajado en el desarrollo de la vacuna tales como Moderna, Johnson & Johnson o Pfizer BioNTech han necesitado monos para desarrollar sus vacunas contra el Covid. Pero cuando el coronavirus se empezó a extender por Occidente, había muy pocos de ellos criados en cualquier parte del mundo y todas estas empresas han tenido que luchar por conseguirlos de alguna manera. Simplemente, no habían suficientes para todos los laboratorios.
Estos primates, que pueden llegar a costar más de 10.000 euros cada uno, son escasos. La pandemia ha dificultado aún más su adquisición. "Se redujo el trabajo porque no pudimos abastecer de animales en tan poco tiempo a las empresas", decía Mark Lewis, director de Bioqual, responsable de proporcionar monos de laboratorio a empresas farmacéuticas como Moderna y Johnson & Johnson, al New York Times. Incluso los científicos que investigan curas para otras enfermedades, como el Alzheimer y el sida, señalan que su trabajo se ha retrasado ya que la prioridad del uso de animales es para los investigadores del coronavirus.
Dependemos de China. A medida que las nuevas variantes del coronavirus amenazan al mundo, los científicos se apresuran a encontrar nuevas fuentes de monos y tanto EEUU como Europa están reevaluando su dependencia de China, un rival con sus propias ambiciones biotecnológicas. Antes de la pandemia, China proporcionaba más del 60% de los 33.818 primates, en su mayoría macacos cynomolgus, de los que dispone EEUU, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Los científicos ya han comenzadoa buscar en instalaciones privadas y financiadas por el gobierno en el sudeste asiático, así como en Mauricio, una pequeña nación insular frente al sudeste de África, en busca de poblaciones de macacos rhesus y macacos cynomolgus. En una convención organizada por los Institutos Nacionales de Salud en 2018, los científicos ya discutían los desafíos que enfrenta el suministro de primates. "Si China decide cerrar el grifo, estaremos en serios problemas", decía Jeffrey Roberts, director Centro Nacional de Investigación de Primates de California.
Importación. Pero la escasez mundial, resultante de la demanda inesperada causada por la pandemia, se ha visto agravada por una prohibición reciente de la venta de vida silvestre de China. A principios de 2020, el país asiático emitió una anuncio sobre la prohibición del comercio de animales para evitar la propagación del virus. Así se aislaron las áreas de cría de animales salvajes y se prohibió estrictamente la propagación, transferencia y venta de animales salvajes. Y esto ha afectado increíblemente al resto de países que dependían de ellos.
Aunque incluso China tienen problemas de demanda y se espera que el déficit crezca un 15% anual durante los próximos cinco años. Hubei Topgene Biotechnology, una empresa que cría monos para su propia investigación y para la exportación a países como EEUU señala que actualmente no tiene suficientes animales para realizar ni sus propios experimentos. "Ahora, ni siquiera es una cuestión de dinero. Es que directamente no tenemos monos para vender en el extranjero", señalaban desde la compañía.
¿Qué ha pasado en España? En nuestro país han surgido diferentes proyectos de investigación. Y uno de los obstáculos a los que se han enfrentado ha sido la falta de macacos en laboratorios de alta seguridad para poder ensayar los prototipos. Y la demanda mundial no ayuda tampoco a la hora de encontrar animales fuera del país. En España no hay grandes fábricas de vacunas humanas, pero tampoco tenemos monos en ningún sitio. En un reportaje de EL PAÍS, varios científicos se quejaban del panorama: "En Harvard nos cobraban entre medio millón y un millón de dólares por 12 monos. Otro laboratorio de Texas me ha dicho que es imposible, que tienen todo ocupado hasta avanzado el año 2021", explicaba el virólogo Mariano Esteban del Centro Nacional de Biotecnología.
El papel del mono en la vacuna. Los monos representan solo el 0,5% de los animales utilizados en la investigación biomédica, pero generalmente representan el último paso antes de los ensayos clínicos en humanos. El principal motivo es que su secuencia de ADN tiene una similitud de más del 90% con la de los humanos. El ADN de los macacos rhesus es muy similar al de los humanos. Y en el caso del SARS-CoV-2, cuando esta especie queda infectada, padece síntomas similares a los vistos en la mayoría de los casos humanos: problemas respiratorios, afectación pulmonar y altas cargas virales contagiosas en la nariz y garganta.
Después de todo, están estrechamente relacionados con los humanos. Tanto, que los científicos se refieren a los animales de investigación como, técnicamente, "primates no humanos". Por ejemplo, los sistemas inmunológicos de los monos y los humanos son tan similares que los estudios de vacunas pueden usar las mismas pruebas para medir los anticuerpos en ambos. Literalmente la misma prueba.
No nos queda otra. Los científicos que trabajan con primates, sin embargo, dicen que la investigación con animales todavía ofrece ciertas ventajas. Los monos pueden ser infectados deliberadamente con Covid después de recibir una vacuna experimental. Luego, los investigadores pueden seguir la progresión exacta de la enfermedad de los animales o su ausencia, rastreando la rapidez con la que se disparan los niveles de anticuerpos o si una vacuna reduce el tiempo que el mono transmite el virus. Estos detalles son más difíciles de obtener en los ensayos en humanos porque las personas están naturalmente expuestas al virus y no son monitoreadas todos los días.
La imperiosa necesidad de contar con más monos de laboratorio pone de relieve la creación de reservas de crianza, que ya se debaten en EEUU y que podrían servir para que los países se autoabastecieran ellos mismos del que ya es el animal esencial en la lucha contra el virus que nos amenaza y los que están por venir.
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