Países Bajos quiere prohibir los diésel a partir de 2025. ¿Qué hay del resto de Europa?

Países Bajos quiere prohibir los diésel a partir de 2025. ¿Qué hay del resto de Europa?
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El fin del automóvil privado como eje vertebrador de la movilidad mundial tiene aún un carácter quimérico. Antes, estamos quemando otras fases: primero, gracias al coche eléctrico; después, gracias al coche autónomo, cuyos avances, si bien notables, están pasando un tanto desapercibidos; y finalmente, gracias a la prohibición paulatina de los coches a combustión. Sí, ok, ¿pero cuándo exactamente? En Países Bajos ya han puesto una cifra: 2025. Eso sí, sólo para los diésel, los más contaminantes. De aprobarse de forma definitiva, ningún coche diésel podrá ser vendido en el país a partir de entonces.

Si parece un notable paso hacia adelante es porque lo es. En un principio, la proposición, planteada por el Partido Laborista (el minoritario dentro de la coalición que forma gobierno) pretendía que la ley afectara también a los gasolina, pero fue frenada. A cambio, lograron que los diésel sí vislumbraran su fecha de caducidad a menos de una década vista, en contra de las preferencias de su socio de coalición. De momento, tan sólo cuenta con la aprobación de la cámara baja, pero muestra una tendencia más relevante: ya hay países occidentales planteándose seriamente acabar con el coche motorizado. Para siempre.

El plan de Países Bajos sería gradual, por supuesto, y no erradicaría de sus carreteras a todos los coches diésel de golpe. Lo haría de forma progresiva, desincentivando su venta o prohibiéndola de forma directa. No es en absoluto extraño que sea el parlamento de Países Bajos quien de forma más decidida haya tratado la cuestión: el país apuesta abiertamente por un futuro repleto de autobuses, camiones y coches autónomos, sin conductores (ha sido el campo de experimentaciónde Tesla y Google, entre otros), e incentiva de forma notable la compra de coches eléctricos (su parque, sin embargo, no supera el 10%).

Por qué la primera lucha es contra el diésel

¿Pero por qué los diésel en particular? No tiene demasiados secretos. Comparados con otro tipo de automóviles privados, los diésel son mucho, mucho más contaminantes. Desde hace años, de hecho, la Unión Europea cuenta con estrictas restricciones a las emisiones de los coches, a considerar tanto por los fabricantes como por los gobiernos y ayuntamientos de las grandes ciudades. Pese a que, como se cuenta aquí, los límites se incumplen de forma casi sistemática, tienen consecuencias: el escándalo más reciente de la industria, ya lo vimos, se centraba en la manipulación de las emisiones de los diésel por Volkswagen. Las sanciones han sido gigantescas.

Paris París lleva la delantera: quiere acabar con los diésel para 2020.

La cuestión es que los automóviles diésel emiten más partículas y agentes contaminantes que otros. Nos son más lesivos. El aire que nos está matando se compone en gran medida de NO2, de cuya emisión, de forma general en lo relativo a los vehículos motorizados, son responsable los coches, autobuses y camiones diésel. En esencia, y como se explica de forma concisa en Live Science, la industria jamás ha sabido cómo crear automóviles diesel baratos, potentes y poco contaminantes. Y a la hora de sacrificar alguno de los anteriores elementos, siempre han optado por el último, como el caso de Volkswagen muestra.

Así que para los gobiernos nacionales y locales, ante ciudades muy contaminadas que pasan por encima de los límites establecidos de la Unión Europea, el fin del diésel se ha convertido en la posibilidad en el horizonte más factible para luchar contra la polución (dado que aún habría demasiados perjudicados, sin soluciones efectivas, en caso de una restricción radical del uso del coche). Se puede compaginar con otras medidas, como el cierre parcial y temporal del tráfico rodado en el centro de las urbes (como el ejemplo de París demuestra), pero a largo plazo el problema es el mismo: los coches siguen ahí.

Madrid El Ayuntamiento de Madrid ha planteado una idea idéntica a la de París: cerrar el tráfico a los diésel a partir de 2020.

París, de hecho, es una de las ciudades punteras en su particular combate contra el diésel. Tras los altísimos niveles de contaminación registrados en la ciudad tanto durante la primavera como durante el otoño del año pasado, Anne Hidalgo, la alcaldesa de la capital francesa, declaró que aspiraba a conseguir "el final del Diésel" para 2020. Cuatro años que quizá se antojen demasiado cortos para tan magno objetivo. No fue un movimiento político al vacío: alrededor del 60% de los parisinos ya no cuenta con coche, y gran parte de los poseedores de un diésel están dispuesto a cambiarlo por otro.

Las ciudades llevan la delantera a los estados

Es una cuestión de prioridades, también dentro del tablero político. Como explicaba El Confidencial hace unos meses, son los países fabricantes de automóviles quienes más restricciones anteponen a la limitación de emisiones (o a la mera restricción de producción y movimientos) de los diésel. Alemania y España están entre ellos. Los tres han exigido moratorias a la hora de cumplir con lo estipulado por el programa Euro 6. O lo que es lo mismo, que para 2017 al menos el 50% de los diésel cumplan con los límites reales de emisiones (el 70% para 2019 y 2020) marcados por la Unión Europea. Entran en juego muchos factores. Entre otros, los intereses de la industria automovilística.

Por el momento, son las ciudades las más activas en la lucha contra el diésel. El anuncio de París el año pasado se extendió como la pólvora por otras capitales: el ayuntamiento de Madrid, gobernado por Ahora Madrid, declaró el pasado enero que tiene la intención de sacar a los coches diésel de la ciudad para 2020. De forma paulatina, de nuevo: primero del centro y después del interior de la M30, para acabar, finalmente, con los barrios más periféricos. En Londres el debate es semejante, aunque el gobierno de la ciudad no ha tomado ni previsto medidas. En Birmingham, la segunda ciuda del país, optan por gravar con impuestos al diésel.

London Londres, que restringió hace años el tráfico en el centro de la ciudad, podría plantearse ahora medidas similares a las de Países Bajos.

En Alemania, por su parte, país reino del automóvil por excelencia en Europa, las soluciones también han sido locales. Pero impulsadas por el gobierno de Angela Merkel a través de herramientas legislativas que permitan a las ciudades prohibir la circulación de los coches que no cumplan con lo estipulado en Euro 6. Alemania representa como ningún otro el dilema al que se enfrenta Europa: necesita desprenderse del diesel por motivos contaminantes y de salud, pero lo hace contra la voluntad de parte de sus conductores, que están a gusto con sus coches, y, ante todo, de los intereses de sectores económicos clave.

En lo relativo al fin del diésel, el futuro pasa a corto plazo por países pequeños donde la industria automovilística sea residual y donde ya haya una buena malla de movilidad urbana pública. Lugares como Países Bajos. O como Suecia, donde las autoridades aspiran a convertirse en 2030 en un país libre de energía contaminante. Y sí, eso implica acabar con los vehículos gasolina y diésel y apostar por los eléctricos y los autónomos. El plan prevé ir un pasito más lejos que Países Bajos, y acabar con todos los coches contaminantes en 2025. Pero de momento, al igual que en el resto del continente europeo, sólo es eso: un plan. El fin del vehículo a motor es una vaga silueta en el horizonte.


Imagen | Damien Roué, Luca Antinori, Edgardo W. Olivera

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