Hablar de trigo equivale a hablar de la historia humana. Desde que los primeros asentamientos fijos y regulares aparecieran en Oriente Medio, el ser humano se ha valido del trigo para obtener alimentos de un modo u otro. Ya fuera en forma de primitivos panes o cervezas, el cultivo ha acompañado a culturas y civilizaciones de toda condición. Hoy en día la producción del cereal sigue siendo trascendental para la mayor parte del mundo.
Cualquier turbulencia sobre su producción tiene un impacto global.
Lo hemos podido comprobar a cuenta de la Guerra de Ucrania. El país eslavo es uno de los mayores graneros del mundo, proveedor del 10% del trigo global. Pese a que algunos países europeos se cuentan entre sus principales clientes, son Líbano, Qatar o Túnez quienes obtienen más del 50% de su grano a través de Ucrania, al igual que otras naciones aposentadas en la cuenca mediterránea o en otros rincones de Asia.
La guerra y el freno de las exportaciones ucranianas ha sido objeto de preocupación entre los estados miembros de la Unión Europea, en gran medida por el impacto directo que ha tenido en las importaciones de trigo a nivel mundial: al alza. La cerveza, el pan, la pastelería, la pasta. Productos básicos en la dieta de muchos países se han topado con una subida de precios, como también ha sucedido en otros sectores (antes incluso de la guerra en Ucrania).
Ucrania, por tanto, es importante. Lo es aún más en materia de maíz (15% mundial) o semillas de girasol (42%), donde sí es el primer exportador. Pero no lo es tanto como su preeminencia mediática nos ha dado entender. Al menos si nos fijamos en las cifras en bruto de los últimos veinte años. Es lo que han hecho en VisualCapitalist, traducido en este estupendo gráfico donde podemos observar a los mayores productores de trigo del planeta.
El sospechoso habitual aparece a la cabeza.
China es, con diferencia, el auténtico campeón del trigo. Sus vastas extensiones de cereal han proporcionado a la humanidad el 17% del preciado grano durante los últimos veinte años. También se coloca a la cabeza en el cómputo anual: en 2020 produjo 134 millones de toneladas, muy por encima de la India (100) o Ucrania (24). Los dos gigantes asiáticos, de hecho, computan por el 30% de la producción mundial de trigo. Fueran a constiparse de un modo u otro, el mundo descubriría lo que es un resfriado. Uno de verdad.
El cuadro de honor lo completa Rusia, otro gigantesco granero (8% mundial en el acumulado de las dos pasadas décadas), Estados Unidos (8%), la sorprendente Francia (un 5%, siempre tan apegada a sus agricultores), Canadá (4%), Alemania (3,5%), Pakistán (3,4%) y Australia (3,2%). No hay rastro de España, aunque sí podemos acudir a las cifras globales anuales (0,9% por sus 8 millones de toneladas, muy lejos de los principales productores y, consecuencia, en la balanza de los importadores).
Nada que pudiera sorprendernos. Ucrania ofrece cifras realmente impresionantes dado su tamaño demográfico y geográfico (similar al de España), pero que siempre palidecerán ante un auténtico titán demográfico como China o la India. El caso de China no es ni siquiera sorprendente si tenemos en cuenta que también es el líder en materia de consumo. Sus 1.000 millones largos de habitantes demandan el 19% de la producción anual. Una cifra que seguramente crezca a corto plazo.