El 1 de noviembre es el Día de Todos los Santos en España. Es una fecha en la que, como es habitual, la gastronomía está muy presente, siendo un dulce uno de sus máximos representantes: el huesito de santo. En México, también es una fecha señalada, pues se celebra el Día de Muertos.
Y, como no podía ser de otra manera, también hay un dulce característico: el pan de muerto. Se trata de un plato que es muy especial y que pone sobre la mesa esa tradición y mezcla cultural hispano-indígena.
Multiculturalidad. La gastronomía es un potentísimo vehículo de transmisión cultural. También nos habla del pasado, de la herencia y de la mezcla entre civilizaciones. Prácticamente todas las cocinas del mundo son el resultado de las influencias pasadas y, por ejemplo, las arepas son un gran ejemplo de ese mestizaje gastronómico. Hoy las asociamos a países como Colombia o Venezuela, pero son el resultado de las costumbres locales y los ingredientes llegados junto a los colonos españoles, como el cerdo y la ternera.
Pan de muerto. Algo similar ocurrió con el pan de muerto en México. Bueno, con el pan en general. Tanto la forma de procesar el trigo como la cultura panadera tan fundamental en Europa en buena parte de su historia, fueron introducidos en el continente americano con la llegada de los españoles. Una de las tradiciones españolas en el Día de Todos los Santos era dejar pan, vino y flores sobre las sepulturas a modo de ofrenda. Lo especial de ese pan es que estaba bendecido por el párroco local, pero en México le dieron una vuelta de tuerca.
Con el paso de los años y el refinamiento de su industria panadera, en el país latinoamericano se fueron creando panes más elaborados y hoy ese pan de muerto mexicano también es una ofrenda a los difuntos, pero una más dulce que la contrapartida española. La idea es la misma: alimentar las almas de los seres queridos que, durante estas fechas señaladas, viajan desde el más allá para visitar sus hogares y a sus familiares.
La receta. Es complicado trasladar el sabor de algo a través de texto, pero el pan de muerto es un pan dulce, esponjoso y que se siente como un bollo. Puedes rellenarlo, aunque está delicioso simplemente mojado en leche con cacao. O solo, ya que tiene bastante azúcar espolvoreada. Su forma es de bollo y tiene una decoración (que se hace con la propia masa) simulando ser huesos del cuerpo humano.
Hay varias recetas, pero una que he preparado un par de veces es la que dejo a continuación. Es sencilla, sin ingredientes glamurosos, se puede preparar en un horno convencional sin problema:
Y, hablando de ingredientes, son los siguientes:
- Cuatro huevos y una yema.
- Media taza de leche.
- 150 gramos de azúcar.
- Un sobre de levadura.
- 100 gramos de mantequilla.
- Ralladura de naranja.
Tengo que decir que he probado la receta y está rico, pero también he comprado uno con algo de anís y el regusto que deja es mejor. Si te apetece hacerla en casa, siempre puedes añadir algo de extracto de anís. El sabor es como el de una mona de Pascua catalana, pero algo más ligera.
Cada maestrillo tiene su librillo. Antes comentamos que las arepas eran un ejemplo perfecto de mestizaje, pero además, en cada territorio las hacen de una forma diferente. Con el pan de muerto pasa un poco lo mismo. Hay zonas en las que se decoran dándoles una forma antropomorfa, en otras se decora con azúcar roja y hay zonas en las que se añade manteca de cerdo o yema de huevo.
También hay zonas en las que se decoran con figuras de alfeñique (de azúcar), ya que este es otro dulce típico de estas fechas en México. En definitiva, esperamos que, si este artículo os ha pillado con hambre y queréis celebrar este día de una forma distinta, os animéis a hacerlo porque está realmente bueno. Y no deja de ser un ejemplo más de ese mestizaje cultural (y de ingredientes) que se dio a partir de la colonización.
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