Vivimos tiempos de polarización. La crisis del coronavirus ha enconado discursos políticos que, en España y durante los últimos años, se habían extremado de forma paulatina. Hoy es menos plausible que proyectemos simpatía hacia personas con ideologías distintas a la nuestra. Ideologías que juzgamos, en muchos sentidos, peores. ¿Pero hasta qué punto tendemos a creer que nuestras ideas son superiores a las de los demás?
Mejor consideración. La cuestión de la superioridad y el dogmatismo ideológico ha sido tratada por la psicología durante años. Tradicionalmente, y en especial en el caso estadounidense, se había creído que la "dirección" de las ideas políticas determinaba el sentimiento de superioridad. Los conservadores, influenciados quizá por un mayor convencimiento religioso, tendían a considerar sus ideas "mejores", auténticas, y se cerraban más al compromiso, a la tolerancia o a la flexibilidad.
El matiz. Es una hipótesis discutida. Otros estudios han ilustrado patrones de pensamiento muy similares entre los votantes más progresistas. ¿La superioridad es una cuestión de la "rigidez" de la derecha, fundamentada en su ideario moral, o más bien de un fenómeno transversal asociado a las ideas más extremas? Hace unos años, un estudio trató de arrojar más luz sobre la cuestión analizando las posiciones de medio millar de participantes en torno a nueve grandes asuntos políticos.
Es el extremismo. Su conclusión fue bastante clara: cuanto más extremas sean nuestras convicciones, a izquierda o derecha del espectro político, más probable es que las consideremos mejores. Si bien las personas más conservadoras tienden a ser algo más dogmáticas (es decir, se abren menos a cambiar de opinión o a discutir sus ideas), las más progresistas están igual de inclinadas a creer que sus posiciones son superiores.
Lo que explica nuestra altanería no es tanto la dirección de nuestras ideas políticas como el convencimiento, el extremismo.
Los centristas. Es un asunto interesante, porque evidencia los problemas que afronta una discusión cualquiera cuando las posturas están muy polarizadas. Por ejemplo, el estudio observó que los "neutrales", centristas, tendían a estar mucho menos convencidos de la superioridad de sus creencias en todos los temas, desde el aborto hasta la inmigración ilegal. Esto les abre por defecto a la duda, y por tanto a una mayor capacidad para cambiar de opinión o matizar sus posturas.
Los temas. Los progresistas más extremos ("very liberal") se mostraban más convencidos de la superioridad de sus ideas en dos asuntos: la tortura de terroristas y el aborto. También, aunque más ligeramente, en inmigración y en ayudas sociales. Los conservadores más extremos, por su parte, puntuaron altísimo en inmigración y en el registro de votantes (cuestión importantísima en Estados Unidos). También en el aborto, aunque significativamente por debajo de los "very liberal".
Confirmación. Más allá de los temas, el estudio ilustraba los mecanismos psicológicos que apuntalaban la superioridad de los extremistas. Otros trabajos posteriores han confirmado su hipótesis. En este, por ejemplo, se ilustra no sólo cómo el extremismo predice mucho mejor la superioridad ideológica que la "rigidez" de la derecha, sino también lo transversal del dogmatismo. Los extremistas de izquierda también están poco dispuestos a discutir sus ideas o a aceptar las de otros.
¿Informado o no? En paralelo, otras investigaciones han ahondado en la cuestión incidiendo en el carácter del extremista. ¿Se trata de personas más fundamentalistas y e impulsivas en sus ideas, poco informadas, o todo lo contrario, de personas muy bien informadas, consumidoras de medios y muy seguras de la superioridad de sus creencias? El estudio, de forma preliminar, apuntaba a una desconexión entre el extremismo y la irracionalidad. Es en muchos sentidos cabal.
Cuadro general. Esta clase de marcos operan en todos los aspectos de nuestra vida. Como vimos en su momento, es evidente a nivel geográfico: los habitantes de la ciudad tienden a considerarse mejores que los rurales, un "narcisismo geográfico" que surge de ideas preconcebidas para imponer su propio sistema de "prestigio" profesional o intelectual. O incluso dentro de Internet. Somos muy juiciosos respecto a los beneficios que nos aporta, pero muy críticos sobre el efecto que tiene en los demás.
En todos los casos, creernos mejores surge de mecanismos psicológicos, no de verdades objetivas. Y en el caso político, tiende a la polarización.