Highways England, la red de autopistas estatal británica, ha anunciado esta semana un cambio a ejecutar en un “futuro inminente”: en al menos ocho importantes secciones se cambiará el límite de velocidad de 70 millas por hora (113 km/h) a 60 (97 km/h) durante doce horas diarias.
Razón climática. El anuncio deriva de un informe sobre contaminación por el que la empresa ha identificado 30 áreas en todo el país donde los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) exceden el límite legal de 40 microgramos (µg) por metro cúbico, con gran preocupación en lo tocante a Sheffield o el corredor entre Londres y Leeds.
La cosa no pilla a los conductores de nuevas: hay informes similares anteriores, como este muy interesante de la Agencia Europea de Medio Ambiente, por los que se demuestra que ligeras reducciones en la velocidad máxima del tráfico rodado, o incluso un respeto riguroso de las normas ya existentes, reducen en gran medida el consumo de combustible. Aquí uno sobre las carreteras de Gales concluyó que pasar el límite de 70 a 50 mph reduciría la contaminación en el transporte en hasta un 47%.
Pero, ¿y los eléctricos? Es lo que están alegando las organizaciones de consumidores de coches de este tipo. Si la justificación es meramente climática, los propietarios de estos vehículos dicen que deberían ser recompensados con unos límites de velocidad más altos. Además, y dado que el país ha prohibido la venta de coches de diésel y gasolina a partir de 2030, sería un empujón más, un aliciente extra para sustituir el vehículo que contamina por otro que no lo haga tanto.
De hecho, ya es así en Australia. A las clásicas reducciones de tasas y subvenciones a las compras de los vehículos eléctricos, el gobierno federal austríaco añadió un extra en 2019: eximir a los coches eléctricos de respetar el límite de velocidad de 100 km/h en las rutas marcadas como "zonas de protección climática”, más de 440 kilómetros de rutas. La medida, eso sí, fue aprobada después de la denuncia de un particular ante el tribunal administrativo regional por el que demostró injusto tener que respetar ese límite con su vehículo menos contaminante.
Europa lleva años desacelerando. En algunos casos, como lo que se implantó hace poco en España para la circulación en el interior de las ciudades, para reducir las muertes por tráfico. Pero también por cumplir los objetivos climáticos. Ha pasado en Francia y en Países Bajos.
Por qué una disparidad de criterios podría ser contraproducente. Según ha constatado la asociación de automovilistas austríaca VCÖ, las velocidades variables para unos y otros coches obstaculizarán el flujo del tráfico, y eso podría aumentar el riesgo de accidentes y complicar el trabajo de los controladores de velocidad y la policía de tránsito. Eso por no hablar de que el eléctrico también contamina de formas que no suelen declararse, como son las partículas generadas por el desgaste de los frenos y los neumáticos, en torno al 60% de las emisiones de las conocidas como partículas PM10. A mayor cantidad de velocidades variables en una carretera, más maniobras tendrán que hacer los coches, y por tanto, más se desgastarán sus frenos y neumáticos.