Italia sigue sumergida en una crisis sanitaria que parece no tener fin. Las cifras de ayer agravaron la dramática situación de un país paralizado por el coronavirus. Hay más de 15.000 infectados y el número de muertos supera los 1.000. Entre el miércoles y el jueves se registraron 189 nuevos fallecidos, un crecimiento del 23% respecto al día anterior. Su tasa de letalidad general es la más alta del mundo: 6,7%.
Las medidas del gobierno han sido dramáticas. Primero cerró las principales regiones del norte, aislando a más de 16 millones de personas, y a principios de esta semana decidió clausurar el país. Los italianos no deben salir de sus casas más que para necesidades absolutamente imprescindibles, como acudir al puesto de trabajo o al supermercado. Cualquier otra actividad ha sido cancelada. Todas las tiendas han cerrado.
Tan extraordinaria circunstancia ha provocado un estado de conciencia social aún no palpable en otros países, incluido España, donde la ausencia de medidas restrictivas y los miles de desplazamientos registrados desde Madrid durante los últimos días han esparcido el foco de la epidemia. Italia sí está cumpliendo a grandes rasgos con la máxima decretada por el primer ministro Conte: "Yo me quedo en casa".
Fue él quien el lunes subió un cartel promocional incentivando al autoaislamiento. "Deja al virus en la puerta. Quédate en casa", rezaba. Desde entonces numerosas figuras públicas y personalidades de toda condición han llamado a confinarse en las cuatro paredes del hogar. Desde Tiziano Ferro hasta Chiara Ferragni, una idea ha calado en la sociedad italiana: parar el virus sólo es posible si nos quedamos a solas.
En este contexto, una campaña ha destacado por encima de las demás: #RimaneteACasa. Tres carteles poderosos. En cada uno de ellos se lanzan preguntas sobre reuniones sociales o actividades de ocio que forman parte del día a día de todos los italianos. "¿Qué tal el aperitivo?", "¿Te gustó Milán?" o "¿Te lo has pasado bien esquiando?". Ideas de disfrute impresas sobre ancianos en la UCI, enfermos, en dificultades.
Los carteles son muy llamativos porque transmiten una contradicción: el privilegio de unos representa, de forma muy gráfica, la muerte de otros. En este caso de las poblaciones más vulnerables, los mayores a la cabeza. Sabemos que el coronavirus tiene un impacto mucho más directo en los mayores de sesenta años que en todas las demás capas de población. Un problema de especial agudeza en países envejecidos, como Italia o España.
Aquí se han lanzado ideas espontáneas y horizontales similares, como #YoMeQuedoEnCasa o, a esta hora del día, #QuédateEnCasa, donde miles de usuarios están llamando al autoconfinamiento y están compartiendo películas, discos o libros para pasar un fin de semana de regocimiento lejos de los lugares públicos. En el resto del mundo se están difundiendo campañas similares, desde #StayTheFuckHome.
¿Hasta qué punto está penetrando la concienciación sobre el coronavirus en Italia. Este reportaje de The New York Times ofrece algunas pistas. Las calles de Venecia o Milán están hoy vacías, en estampas difícilmente recordables a lo largo de los últimos cien años. Los más ancianos recuerdan los tiempos de la guerra y comparan las medidas excepcionales de entonces con las actuales. Una conmoción pública total, reflejada en tres carteles tan impactantes como certeros.