Habrá mayoría demócrata en el Congreso. Las elecciones celebradas ayer han entregado una resonante victoria al Partido Demócrata apenas dos años después de la catástrofe presidencial de 2016. Más de ocho puntos de ventaja, una cifra sólo comparable a las extraordinarias elecciones de 2008, evidencian la profunda brecha del electorado con el Partido Republicano y Trump. Han perdido. Pese a que intentaron trampear las elecciones.
¿Cómo? La palabra clave: "disenfranchisement". Es un término sólo existente en una democracia tan funcional como la estadounidense, y hace referencia al proceso por el que el estado priva de sus privilegios y derechos (fundamentalmente de voto) a un individuo. A lo largo de la historia reciente de Estados Unidos, esos individuos han sido siempre minorías raciales. Latinos y muy en especial negros que, por decisiones legislativas, no han podido votar.
¿Por qué? Pocos elementos predicen tan bien el voto en Estados Unidos como la etnia. Las minorías negras votan en masa al Partido Demócrata. De ahí que numerosos políticos republicanos hayan tratado de dejarlos fuera del sistema. Este año el ejemplo más flagante fue el estado de Georgia, controlado por el GOP: hace un mes, no menos de 53.000 votantes seguían "congelados" en el proceso de registro para votar en las elecciones a gobernador.
El 70% de los votantes marginados eran negros.
¿Es legal? Sí. En Estados Unidos hay que registrarse para votar. Diversos estudios ilustran cómo es una barrera útil para dejar fuera a poblaciones excluidas. Georgia lo ha hecho mediante dos tácticas: por un lado, ha desregistrado a los votantes inactivos (que no hayan participado en las dos últimas elecciones); por otro, ha obligado a los solicitantes a entregar formularios que sean "exactos" a los registrados en los archivos del gobierno estatal.
Cualquier fallo tipográfico, guión no correspondido o mínimo cambio, por nimio que fuera, activaba la congelación del votante.
¿Es importante? Sí. El número de votantes congelados fue al alza. Y a esta hora, el candidato republicano (y, ejem, encargado de supervisar el proceso electoral en Georgia) podría ganar la carrera a gobernador por apenas 100.000 votos. Su opositora demócrata e histórica activista por los derechos de voto, Stacey Abrams, aún no ha concedido la victoria. El margen es tan estrecho (y la polémica tan grande) que quizá solicite un recuento.
El escándalo de Georgia ha sido tan evidente que numerosos medios han afirmado lo evidente: El GOP ha robado las elecciones a gobernador.
¿Pasa en más sitios? Sí. Sólo en estas elecciones se han dado casos similares, aunque no tan excesivos, como el de Georgia. En Dakota del Norte los ID de los numerosos nativos americanos dejaron de ser aceptados. En los últimos cinco años, estados como Texas, Alabama o Carolina del Sur los republicanos cerraron más de 1.000 puntos de voto, la abrumadora mayoría en barrios negros. En Florida, los ex-convictos no podían votar hasta hoy. Todo esto es legal.
Ya sea obligando a registros duros, cerrando estaciones de voto o apartando por ley a algunos votantes, casi todas las leyes se dirigen a poblaciones pobres y minoritarias (negros y latinos). Es un fenómeno único en las democracias occidentales. De ahí la intensa campaña demócrata por el voto y las numerosas asociaciones que trabajan facilitando y fomentando el registro en barrios deprimidos. Y pese a todo, los republicanos han perdido.
Imagen: Mike Theiler/AP