Hay pocos recuerdos más adosados a la infancia que la decepción al abrir la caja de las galletas y toparse con agujas, hilos y huevos destinados a un mismo propósito: coser. Uno acudía a la despensa con la fiebre del azúcar y volvía profundamente melancólico ante la ausencia de todo excepto de un kit de costura.
En España, aquel viaje a la desesperanza siempre terminaba con un profundo resentimiento hacia tu madre. Durante años, fueron ellas las que, expulsadas del mercado laboral y confinadas a las tareas familiares, arreglaban y zurzían los desaguisados textiles que los niños perpetraban en los colegios o en las calles. Coser, cosía mamá. Y cuando lo hacía, siempre acudía a la misma caja de galletas azul.
Al parecer todas las madres DE LA TIERRA metían las agujas y los hilos en las latas de las galletas danesas 😂 pic.twitter.com/u4EtiB2rTs
— eva (@evagargon) 1 de julio de 2017
Flash forward: es 2017 y todos nos hemos hecho mayores, tanto que los hombres ya han aprendido a coser (aunque no todos) y que las cajas de galletas azules, de galletas danesas, son un agridulce recuerdo de la infancia. Sorpresa: no estamos solos. Ni aquella práctica ni aquella misteriosa caja de galletas ni aquella misma sensación de amargura infantil era nuestra. Era de toda la humanidad. De todos los países del mundo.
Para entenderlo hay que acudir al tuit más popular de Shehzil (@YungPakistani), un joven pakistaní que se topó con una foto de una caja de galletas danesas repleta de galletas danesas y se preguntó qué narices hacían ahí, si aquel era el sitio del kit de costura.
Why are there biscuits in the sewing kit https://t.co/fUjN6ZUTms
— Shehzil🥀 (@YungPakistani) 30 de junio de 2017
El tuit fue un hito inmediato: a día de hoy, apenas unos pocos días después, acumula más de 200.000 corazoncitos y unos 100.000 retuits. Se ha convertido en una de las sensaciones virales de Twitter durante los últimos días no sólo por el chiste, no demasiado brillante, sino porque inmediatamente TODO el mundo comenzó a sentirse identificado con él. Hubiera pasado su infancia en el lugar en el que la hubiera pasado.
I thought it was a black people thing 😂this is so exciting
— Kyndall (@kyndallboo) 1 de julio de 2017
I thought it was just only Arabs thing😳
— Moonchild (@evxill) 1 de julio de 2017
And here I am thinking it was a white people thinh 🤦🏻♀️😂
— backwoodmami (@shortytheplug) 1 de julio de 2017
Malaysians parents did that too 😂 i guess we got it from you guys lol
— syark (@syarkwacky) 1 de julio de 2017
"Creía que era sólo una cosa de afroamericanos". "Y yo creía que sólo era una cosa de las madres árabes". "Pues yo creía que era algo típico sólo de Asia". Y así hasta que pudimos tirar del hilo y descubrir que allá donde hubiera un niño, ya fuera en Tuvalu o Alaska, habría una demoníaca caja de galletas danesas con trastos de costura.
A estas alturas es posible que el meme en sí mismo sea decir "creía que esto sólo pasaba en Kiribati". Pero es hermoso igualmente.
I'm from a Tiny south american country and grew up watching my mother use this sewing box
— Ka Rodríguez (@alapuchaka) 2 de julio de 2017
Ahora bien, resta una pregunta muy importante, ¿de dónde narices sale esa caja?
Puedes darle las gracias a Dinamarca
Los orígenes de tan fenómeno universal se remontan a 1966, cuando el Grupo Kelsen puso en marcha una nueva marca de galletas, las Royal Dansk, ejemplos casi paradigmáticos de la tradición repostera danesa. Aquellas galletas estaban hechas con mantequilla y azúcar y podían venir en diversos sabores, pero siempre eran crujientes, sabrosas y bastante finas, separadas por un delicado embalaje y en una caja de estaño azul.
La caja resultó ser todo un acierto: la empresa había descubierto un método muy eficiente para mantener la delicadas galletas frescas y en su punto, sin que se pasaran, y al diseñarla de forma redonda la convertía en un objeto tan estético como funcional.
Para familias necesitadas de reutilizar un montón de cosas en un momento en el que la sociedad de consumo sólo daba sus primeros pasitos en países de todo el mundo, la caja se puso al servicio de todas las madres del planeta. Como ellos mismos explican aquí, las cajas de estaño empezaron a utilzarse para todo (incluidas para servir alimentos), lo cual incluye kit de costuras, bastante aparatosos pero fáciles de guardar allí.
Y lo que parecía ser un paradigma de la infancia nacional de cada uno de nosotros resultó ser un fenómeno transversal. Hace algunos años NPR, la radio pública estadounidense, publicaba un reportaje en el que su redactor descubría con algo de alucine que sus interlocutores asiáticos o africanos también compartían aquel recuerdo de infancia sobre la caja de estaño y sus galletas siempre prometidas, nunca concretadas.
Also, can we talk about those Royal Dansk tins — I take it Indians not the only ones that converted into sewing supply tins?
— Tasneem Raja (@tasneemraja) 14 de octubre de 2015
De hecho el asunto ha tenido bastante recorrido en Twitter y es sencillo encontrar memes en todas partes que redundan en la misma broma: ¿qué hacen las galletas en la caja de coser?
En Quora tratan de dar una respuesta más o menos fundada al curioso fenómeno. Lo más probable es que se trate de un estertor de la posguerra y de la sociedad clásica en la que comprar no era un valor tan importante como reciclar. La guerra obligó en los países contendientes a fomentar la reutilización, y en aquellos como España o los asiáticos, mucho más pobres, era pura lógica económica reusar un montón de cosas.
Aquellas cajas eran muy novedosas y perfectas para los kits de costura. Al ser lisas y no tener agujeros de ningún tipo, al contrario que los recipientes de madera, impedían que las agujas o los hilos se perdieran. Y al ser duras, permitían guardar todos los artilugios del kit de costura sin miedo a que se rompieran o se clavaran en algún lugar. Y al ser redonda y planita, permitía encontrar objetos pequeños con facilidad. Causaron furor.
De modo que la lógica detrás de la reutilización y la comercialización mundial de una inteligente y bonita (merecía la pena guardarla) caja de estaño danesa nos igualó a todos. Democratizó nuestras infancias.