Demencia, desmayos y pérdida de memoria. El mundo del rugby se enfrenta a la realidad que se negaba a ver después de que dos ex jugadores de la selección inglesa y otro de la selección galesa se hayan convertido en los primeros deportistas en llevar a la justicia a World Rugby, la federación internacional, y a las asociaciones nacionales por un fracaso en las políticas de protección ante lesiones cerebrales. Es la primera vez en la que los jugadores se encuentran en una "posición privilegiada para demandar", según sus médicos.
La misma historia que sumió a la NFL en un declive en 2015 se repite.
Casos. La mala suerte y, por supuesto, las malas prácticas, se cebaron con Steve Thompson, de 42 años y campeón con la selección de Inglaterra en 2003, quien fue diagnosticado en diciembre con demencia y una posible Encefalopatía Traumática Crónica (CTE). El mismo diagnóstico recibieron el también inglés Michael Lipman, de 41 años, y el galés Alix Popham, de 40 años. A estos tres se les sumaron un centenar de jugadores, de entre 20 y 50 años, que también planean demandar a la liga tras ver el ejemplo de valentía de estos tres jugadores.
Sin descanso. El problema de los traumatismos craneales por la práctica del rugby es conocido desde 1975, según la defensa de los jugadores. Aunque ha sido en la era profesional (los mundiales comenzaron en 1987) cuando los cuidados se han reducido. Hasta 2011, World Rugby obligaba a los clubes a un descanso de tres semanas para los jugadores que habían sufrido contusiones. Ahora el periodo es solo de seis días. "No tengo recuerdos de la victoria en la Copa del Mundo de 2003 o de haber estado en Australia durante el campeonato", declaró Thompson para describir sus secuelas. Incluso admitió: "Desearía no haber sido nunca profesional".
Malas prácticas. Tanto Thompson como sus compañeros han señalado que durante su carrera llegaron a realizar entrenamientos de contacto físico de scrum hasta dos veces por día. Esto es, para quien no lo sepa, aguantar la fuerza de una máquina empujando contra la cabeza y los hombros de los jugadores durante minutos, con tal de mejorar la resistencia física. "No era raro que me quedara aturdido, viendo manchas blancas y perdiendo la memoria durante unos segundos'', describió Thompson. "A veces incluso me desmayaba, pero se aceptaba como parte del entrenamiento".
A los tribunales. La demanda se presentará contra la federación internacional (World Rugby), la inglesa (Rugby Football Union) y la galesa (Welsh Rugby Union) por su fracaso en proteger a los demandantes de los riesgos provocados por los traumatismos en la cabeza. En total, la denuncia incluiría la exigencia de quince modificaciones en la normativa deportiva que World Rugby debería aceptar para que la práctica del deporte sea más segura.
Eso no es todo. La organización a cargo del cuidado de los jugadores (Concussion and Head Injury Research Foundation) ya ha advertido que también va a cargar contra los médicos que supervisaron su atención y que, según ellos, cometieron negligencias. Michael Turner, uno de sus miembros, señalaba: "El médico que dijo: 'Puedes volver al campo' es el que tiene la culpa. Tiene la responsabilidad profesional de decir si se está poniendo en riesgo al jugador. Y si le dicen al deportista con dolor de cabeza que estará bien para jugar, estamos en serios problemas”.
La historia se repite. El rugby se encuentra ahora en el punto en el que estaba la NFL, la liga de fútbol americano, antes de llegar a un acuerdo de €630 millones con exjugadores que sufrían de CTE en 2013. Lo cierto es que el rugby profesional se ha convertido en un juego con cada vez más colisiones, en la medida en que los jugadores son más pesados, más fuertes y más rápidos.
El caso de la NFL supuso un antecedente claro para el cambio de reglas para proteger a los jugadores. Nada más y nada menos que en el deporte más popular de Estados Unidos, con una economía millonaria. La modificación de la normativa surgió cuando más de 90 exjugadores alzaron su voz tras sufrir la misma enfermedad por la que ahora irán a la justicia los rugbiers.
Ante las pruebas científicas, la liga se vio forzada a reconocer la relación entre la práctica del deporte y las afecciones en la salud. A diferencia del rugby, el fútbol americano se juega con un equipo de protección que incluye un casco para la protección frente a los choques bruscos que ocasiona el juego. Sin embargo, se modificaron las reglas del juego, se sumaron penalidades para evitar los choques directos con casco y se ajustó el seguimiento médico a un protocolo de conmociones cerebrales.
Polémica. Los abogados que representan a Thompson y al grupo de jugadores han acusado al grupo de investigación de Turner y los médicos de la Concussion and Head Injury Research Foundation de falta de independencia para realizar sus investigaciones, ya que están financiados principalmente por la industria del deporte, la NFL y la Asociación de Futbolistas Profesionales. Es decir, los acusados por estas demandas.
Pero eso no va a hacer retroceder a la organización, que ya prepara el terreno de batalla. "Mis resultados serán de dominio público", avisó Turner. "Echa un vistazo a mis datos y luego dime si estoy diciendo tonterías". Sea como sea, World Rugby, que dijo estas semana que se se toma muy en serio la seguridad de los jugadores e implementa continuas estrategias de prevención de lesiones, va a tener serios problemas si las camillas de los hospitales siguen llenándose de sus jugadores.
Imagen: Eugene Hoshiko/AP