Sabemos muy poco de la inteligencia de los gatos. Siempre hacen perder la paciencia a la ciencia

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Durante siglos hemos considerado al perro el mejor amigo del hombre, mucho más amistoso hacia nosotros que los ariscos gatos. Lo que algunos estudios científicos están demostrando ahora es que puede que el perro haya ostentado el título porque tiene una forma más ruidosa de demostrar su amor hacia nosotros que los gatos. Que nuestra manera antropocentrista de valorar el cariño nos ha llevado a menospreciar a ese otro famoso compañero doméstico de la historia de la humanidad.

Lo que confundimos al medir la inteligencia. Una serie de investigadores animales entrevistados en la revista Science así lo han expresado: durante décadas se ha medido la inteligencia de las especies según su sociabilidad hacia nosotros o su capacidad de seguir las reglas humanas. Los perros son increíblemente mansos y cumplidores, mientras que el mito, en este sentido, es cierto y los gatos son mucho más independientes. Durante todos estos años, denuncian los científicos, hemos pecado de un sesgo de disponibilidad: como ha sido más fácil evaluar a los canes que a los gatos, contamos con decenas de estudios de los primeros. Es un dolor intentar que los gatos finalicen los retos que se les disponen, y es habitual que, si cuentas con 40 ejemplares, se tenga que aceptar que una buena cuarta parte de ellos no acabarán la prueba conducida.

Pero sí, son sociales, a su manera. Un estudio de 2017 de la Universidad de Oregón indicó que los gatos se interesan tanto por las personas como por la comida. Se evaluó tanto a gatos domésticos como de refugios de animales y, después de saciar sus necesidades básicas en 2.5 horas antes del ensayo, se vio su reacción ante humanos, juguetes, aparatos de olor fuerte y diferentes tipos de comida. Tanto los gatos hogareños como los de los refugios optaron en mayor medida por preferir jugar con humanos a cualquier otro estímulo. Muy seguido, eso sí, del caso que le hicieron a las latas de atún, que quedaron en segundo puesto.

Años después el mismo equipo evaluó la potencial sociabilidad de estos animales llegando a la conclusión de que su grado de compromiso es “flexible” y “educable”. Cuanto más atención oral, visual o gestual le prestes a un gato, más tenderá a pasar tiempo contigo… y viceversa, algo que también ocurre para los gatos callejeros.

Se han dado otros estudios con resultados similares: los gatos reconocen su nombre (aunque muchas veces pasan de responder a su llamada), moldean su comportamiento en función de las emociones humanas (aunque nos cueste más leerlo) y, si nosotros miramos a algo, ellos siguen nuestra mirada para ver qué es eso que hemos observado en un 70% del tiempo, algo que es rarísimo en el reino animal. Los mininos también son capaces de percibir algunas ilusiones ópticas de la misma manera que nosotros y distinguen las voces de sus dueños de las de los extraños.

Otra cosa es que a veces no seamos capaces de leer ese comportamiento amistoso. Kristyn Vitale, doctora en investigación conductual animal a cargo de ambos estudios, mostró en una interacción cómo a veces malinterpretamos sus gestos. En una de las pruebas se pone a un gato pequeño con su amo en una habitación desconocida para el animal, y se pide que el dueño se vaya. El gato suele maullar durante un tiempo reclamando el retorno de la figura protectora sin hacer ningún caso de lo que le rodea. Lo normal es que, después, cuando vuelve el humano, y tras un período de ajuste, el gato se desentienda del humano para explorar la habitación. Pero según esta científica lo que están haciendo entonces es demostrar que, gracias a esa presencia del amo, se sienten seguros para indagar en el resto de la estancia.

¿Quiénes son más listos entonces, perros o gatos? Uno de esos eternos debates de sobremesa donde los dueños de unos se enfrentan a los de otros como si fuese un partido de fútbol. La respuesta sencilla es que ambos animales, con ancestros muy diferentes y con domesticaciones distintas, han ido evolucionando para ajustarse mejor a su clima. Hoy por hoy, los gatos son mejores cazadores y los perros son más hábiles a la hora de hacer entender a los hombres lo mucho que les quieren.

Muy citados son los recientes resultados de la neuróloga Suzana Herculano-Houzel acerca del número de neuronal por espécimen. Según su investigación, un perro de raza mixta cuenta con 429 millones de neuronas, un golden retriever con 623 millones y un gato común 250 millones. Según la evaluadora, "las neuronas son las unidades básicas de procesamiento de información. Cuantas más unidades encuentres en el cerebro, más capaz es cognitivamente el animal". Hay dudas, eso sí, de cómo podría trasladarse esto a un diagnóstico final sobre la "inteligencia" de una y otra raza, por ejemplo, porque Herculano-Houzel vio también que los gatos tienen tantas neuronas como los osos. Durante décadas se creyó que el tamaño de un cerebro podía ser sinónimo del grado de inteligencia del espécimen, cuando seguimos sin saber en qué grado influye la capacidad de conexión de esas neuronas, la eficiencia energética para hacer esas conexiones, etc.

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