Cuando uno planea sus vacaciones, viajar en un buque de carga no suele figurar entre las primeras opciones, pese a que esta posibilidad existe desde hace muchos años. Un avión suena bien. Recorrer en coche un país de punta a punta también. Utilizar el tren para cruzar un continente entero parece un buen plan. ¿Pero ir en una mole marina rodeado de cientos de contenedores metálicos?
Suena extraño. Y sin embargo, una vez que uno se para a pensarlo con algo más de detenimiento, la posibilidad de realizar un viaje de este tipo resulta de lo más estimulante. Es una forma de hacer turismo un tanto estrafalaria y rodeada de cierto halo de secretismo, pero no deja de tener un punto de aventura que lo hace atractivo.
De los alrededor de 30.000 buques que hay en todo el mundo surcando nuestros océanos, sólo el 1% transporta carga y pasajeros. Una cifra marginal que, sumada a la escasa cantidad de agencias que ofrecen estos viajes, los convierte en algo prácticamente desconocido por la gran mayoría. Y todo a pesar de que, como decía al principio, no se trata de algo nuevo.
Cómo es la vida de un pasajero en un buque de carga
Por norma general, los cargueros que aceptan pasajeros a bordo no pueden acoger a más de 10 o 12 turistas de forma simultánea, es lo máximo que se pueden permitir en función del espacio disponible. La media suele estar en las cuatro o cinco personas, pero puede darse el caso de que para un determinado trayecto viaje solamente un pasajero. ¿Y cómo es eso de viajar solo en un mastodonte de estos? El siguiente vídeo nos puede ayudar a comprenderlo un poco mejor:
Lógicamente hay zonas de los cargueros que están vetadas para los pasajeros, pero en líneas generales cualquiera que decida hacer un viaje de estos tendrá libertad para ir y hacer en el barco lo que estime oportuno en cada momento. Esto también se aplica a la llegada a los distintos puertos: los pasajeros pueden visitar las ciudades sin ningún tipo de impedimento ni de guía que vaya marcando rutas y horarios. Es más, los cargueros suelen atracar de media durante un día, lo cual permite a los viajeros disponer de una buena cantidad de tiempo para hacer turismo.
Hay otra cosa importante a tener en cuenta. A diferencia de los viajes organizados y los cruceros convencionales, los cargueros efectúan trayectos que pueden durar desde unos pocos días a varios meses. Es decir, para el que vaya buscando recorrer el mundo por mar sin tener que preocuparse demasiado por nada más, el viaje en buque de carga puede ser una muy buena opción. Surgirán imprevistos, se producirán retrasos, habrá cambios de última hora… pero es lo que tiene ir en una nave mercante.
Algunos buques de carga disponen de piscina, sauna e incluso gimnasio, por extraño que pueda parecer
Instalaciones y personal
Dado que los cargueros no están diseñados para transportar a grandes cantidades de viajeros, las habitaciones, situadas en las cubiertas superiores, son más espaciosas que las de los barcos para cruceros. Quizás no serán tan bonitas ni tendrán tantos adornos y detalles, aunque tampoco parecen necesarios. Con baño privado, televisión e incluso en algún caso con su propia nevera, estas habitaciones ofrecen lo que se espera de ellas en un carguero: un lugar cómodo en el que poder habitar durante períodos largos de tiempo.
Algunos buques de carga disponen de piscina, sauna e incluso gimnasio, por extraño que pueda parecer. En todo caso estamos hablando de embarcaciones de trabajo, por lo que no existen muchos lujos más. La tripulación tiene claro su cometido y, más allá de las comidas o de las actividades que puedan surgir de forma natural, no tiene por qué estar pendiente de los pasajeros.
Y hablando de comer: aquí cada buque es un mundo. La comida que se sirve a los pasajeros es la que come la tripulación, no hay sitio aquí para platos a la carta o distintos menús para elegir, y el tipo de cocina dependerá de la nacionalidad y la experiencia de los cocineros.
Los años 50 y los viajes en cargueros
Todo esto parece algo nuevo, un invento moderno pergeñado por algún millonario con ganas de ofrecer experiencias exclusivas para unos pocos elegidos, pero en realidad los viajes en buques de carga vivieron su edad dorada en la década de los 50 y a principios de los 60.
Por aquel entonces, antes de que los viajes en avión empezaran a robarle el protagonismo al mar, viajar en un buque de carga era algo común. Era perfecto para todos aquellos viajeros que buscaran algo más de intimidad y alejarse de los cruceros repletos de gente: el número máximo de pasajeros que estos cargueros aceptaban era de doce, algo similar a lo que sucede en la actualidad.
Esta sensación de tranquilidad que ofrecían los buques de carga en comparación con los bulliciosos barcos de crucero era especialmente apreciada escritores. Sin ir más lejos, este tipo de viaje era el favorito de Graham Greene, Somerset Maugham o el mismo Alex Haley. Este último estuvo viajando en los lujosos buques de carga de American President Line desde 1973 hasta 1987 precisamente por ser capaces de ofrecer la quietud necesaria para escribir.
Cuando en los años 60 empezó a despuntar el viaje en avión, las líneas de transporte marítimo tuvieron que ingeniárselas para no seguir perdiendo pasajeros a un ritmo alarmante. Y así fue como, al introducir el entretenimiento, nació la industria de los cruceros modernos: desde el momento en que ya no era necesario subirse a un barco para alcanzar un determinado destino, el trayecto en sí mismo pasó a ser el centro de todo.
¿Cuánto cuesta realizar un viaje en un carguero?
Es una pregunta difícil de responder, ya que todo dependerá de la duración del trayecto. La cosa puede estar en torno a los 80 y los 120 euros por día, por lo que antes de zarpar hay que tener clara la ruta que se va a llevar a cabo y dejar la puerta abierta a que el viaje dure algún que otro día más de lo previsto debido a contratiempos. No es un crucero organizado, no hay guías ni un planning de actividades con precio cerrado. Esto es una aventura.
Este tipo, por ejemplo, se embarcó en un viaje en carguero que le llevó desde Corea del Sur hasta Perú. Fueron 26 días de trayecto a cambio de 2.605 euros, lo cual nos sitúa en unos 100 euros al día. A eso le tuvo que sumar tasas, un seguro de viaje y una visita al doctor para asegurarse de que se encontraba en buen estado de salud, ya que en el barco no hay doctor que valga (lo habitual en estos casos, por otro lado). El coste total fue de 3.080 euros por 26 días de viaje.
¿Y cómo se contrata un viaje de este tipo? Existen algunas agencias de viajes, no demasiadas, que ofrecen esta experiencia, como por ejemplo estas:
- Maris Freighter Cruise and Travel Club
- Freighter Expeditions
- Cargo Ship Voyages
- The Cruise People
- Sea Travel Ltd.
Julie Richards, la responsable de los viajes en buques de carga de la compañía australiana Freighter Expeditions, lleva 20 años en el negocio. Asegura que suele reservar entre 100 y 200 viajes de este tipo al año, y la mayoría de su clientela está formada por hombres solteros dispuestos a pagar alrededor de 120 dólares al día sin problemas. Algunos por viajes cortos de unos pocos días, otros por trayectos de incluso dos meses de duración.
También existen compañías de transporte marítimo que ofrecen este tipo de viajes en sus propios cargueros, como por ejemplo la francesa CMA CGM. En su página web ofrece información sobre las rutas disponibles para pasajeros: del Mediterráneo hasta Asia, de Europa a Australia pasando por Estados Unidos, de Europa a Brasil y más. Una alternativa distinta al turismo tradicional.