Francia está en pie de guerra. La reforma laboral impulsada por el Partido Socialista Francés, semejante a otras ya aplicadas en otros países europeos, ha provocado que varios sindicatos salgan a la calle apoyados por millones de personas. La huelga general, que ha parado parcialmente algunos sectores del país, ha puesto de actualidad, una vez más, la proverbial capacidad contestataria francesa, insertada en nuestro imaginario colectivo desde los tiempos de la revolución. Como es habitual, la virulencia y la agresividad de las protestas ha derivado en toda clase de comentarios... y de comparaciones.
En forma de meme. "Mientras los sindicalistas franceses salen a la calle a parar la reforma laboral, los españoles comen con la patronal". Es un lugar común, pero no significa que sea cierto. La imagen de los sindicatos españoles mayoritarios, UGT y CCOO, está lo suficientemente deteriorada como para que cualquier relato comparativo, tan dado en nuestro país a todo tipo de situaciones, aflore. Al fin y al cabo, las imágenes de Toxo y Méndez firmando junto a gobierno y patronal un acuerdo laboral quedaron grabadas de forma icónica en la memoria de muchos votantes. Sin embargo, ¿qué hay de los sindicatos franceses?
Lleva varios días moviendo mucho esta imagen sobre los sindicatos franceses y españoles. pic.twitter.com/kelsTAwqT0
— Fermín Grodira (@grodira) 1 de abril de 2016
El éxito o la beligerancia de un sindicato, a menudo, se manifiesta de cara a la opinión pública con huelgas o manifestaciones. Ningún instrumento parece más poderoso, desde el punto de vista informativo, que una huelga general. En Francia, su capacidad de convocatoria ha sido la siguiente: alrededor de un millón de personas protestando en las calles; un 24% de seguimiento en la empresa de ferrocarriles públicos; y un 20% de seguimiento en el sector de la aviación pública, con centenares de vuelos cancelados. Ha afectado, como en otros países, al sector público, y mucho menos al privado. Ha sido muy espectacular.
¿Realmente hay tanta diferencia?
El cuadro dibujado con anterioridad no refleja toda la realidad sindical del país. La reforma laboral presentada por el gobierno francés era una versión limada de un borrador previo mucho más lesivo para los trabajadores. Tras las modificaciones, uno de los principales sindicatos del país, la Confédération française démocratique du travai (CFDT), decidía desvincularse de las protestas, lideradas finalmente por la Confédération générale du travail (CGT). El equivalente español a CCOO desconvocando la huelga tras la modificación de algunos apartados polémicos de la reforma laboral aprobada por Rodríguez Zapatero.
¿Qué sucedió en España entonces? Que los dos sindicatos mayoritarios y la CGT, además de otros minoritarios, salieron a las calles tras la ley socialista. En 2011, un grupo de sindicatos minoritarios hizo lo propio tras la reforma de las pensiones. Y en 2012, por dos ocasiones, todos los sindicatos secundaron sendas huelgas generales (el 29 de marzo y el 14 de noviembre) convocadas tanto contra la reforma laboral del ejecutivo de Mariano Rajoy como por los sindicatos de toda Europa. La última tuvo un carácter internacional y fue la primera realizada de forma armoniosa por los sindicatos del sur del continente.
Cuatro convocatorias en tres años. Tres de ellas, secundadas activamente por los sindicatos mayoritarios.
Es un balance que encuentra poco parangón, con la excepción de Portugal y Grecia, ambos azotados por la crisis. Por ejemplo, las últimas grandes movilizaciones francesas, comparables a una huelga general, convocadas de forma mayoritaria por los sindicatos del país datan de 2010, seis años atrás. Con todo, el mito persiste: los franceses se pasan el día protestando. Es complicado rebatirlo, porque los datos al respecto son limitados, pero como se recoge en The Local de la mano de un alto sindicalista europeo, lo cierto es que España o Grecia han contabilizado más días de huelgas en los últimos años que Francia.
La modificación de algunos artículos de la reforma laboral hizo que un gran sindicato francés no apoyara la huelga general, al dar por concluidos sus objetivos de protesta
Desde otros foros franceses, como Alternative Économiques se argumenta que muchas de las estadísticas recopiladas para Francia no tienen en cuenta huelgas pequeñas llevadas a cabo en sectores o empresas privadas. Y si bien es complicado negar lo impresionante de las protestas y manifestaciones francesas, casi siempre apoyadas por los sindicatos, también resulta difícil mirar a los números locales y decir lo contrario: España se ha pasado los últimos años de protesta en protesta, muchísimas de ellas secundadas por federaciones o secciones específicas de los sindicatos, como educación o sanidad.
En el fondo, se trata de un problema de imagen. Los líderes de CCOO y UGT han aparecido como élites no demasiado alejadas de las élites patronales o políticas contra las que, en teoría, deben luchar. De nuevo, la realidad francesa no es demasiado diferente: sindicatos y patronal han de negociar convenios colectivos y condiciones laborales de forma conjunta, y las imágenes también les juntan en las mismas mesas mano a mano.
El poder real de los sindicatos: ¿una huelga?
En cualquier caso, es una interpretación cosmética: las huelgas o las protestas son sólo un elemento más del trabajo del sindicato en el día a día. En el caso francés, además, se da una notable paradoja: el país es célebre por contar con sindicatos beligerantes, pero sólo un 7,7% de los trabajadores franceses, según los datos más recientes de la OCDE, está afiliado a uno. Son cifras que le sitúan a la cola de los países desarrollados, tan sólo por encima de Turquía o de Francia. España, por su parte, está muy por encima: diez puntos, nada menos, alcanzando el 16,9% y calcando la media de la OCDE.
¿Por qué son fuertes y poderosos los sindicatos en Francia, entonces? No por sus huelgas, ni por sus afiliados, sino por su papel como intermediarios en las medianas y grandes empresas francesas. Como explica The Economist, los delegados sindicales sectoriales juegan un papel muy activo en la toma de decisiones interna de las empresas más importantes, y ejercen de representantes de todos los trabajadores estén o no afiliados. Tienen voz y voto en cuestiones a priori triviales como el amueblado de las oficinas y en temas más serios como las horas de descanso. Son fuertes ahí, y no tanto de cara a la galería.
Es una cuestión de contexto: no todos los sindicatos son iguales, ni su grado de participación dentro del sistema es el mismo en todos los países.
Los números en bruto, como las manifestaciones y protestas, dicen poco sobre el estado de salud de los sindicatos de un país. En este trabajo de la Fundación 1º de Mayo se analiza el estado de las diversas organizaciones sindicales de Europa, y pese a que existe un denominador común (casi todos ellos han perdido poder dentro de las estructuras económicas y sociales de sus respectivas naciones), las diferencias entre modelos y sistemas son abrumadores. No es lo mismo el modelo nórdico, donde la tasa de afiliación es alta porque los beneficios sociales y las negociaciones sectoriales se realizan de forma casi sistemática a través de los sindicatos, que los países del sur, donde la situación es algo diferente.
En ese sentido, el trabajo divide geográficamente a Europa en cuatro unidades: nórdicos, centroeuropeos, sur y este. Los primeros y los segundos cuentan con tasas de afiliación algo más altas. En ellos, los sindicatos tienden a jugar un papel negociador entre trabajadores y patronal, tanto a nivel sectorial como intersectorial, con una larga tradición de diálogo en torno a instituciones formales y articuladas por el estado. En el sur, por ejemplo, los sindicatos siempre han tenido un carácter más ideológico y confrontativo, y la regulación laboral ha tendido a tener un carácter más discrecional por parte del legislador.
Sea como fuere, en todas partes parece que los sindicatos afrontan su declive. Pero en unos países de forma más acuciada que en otros. En España, el dilema de los sindicatos parte de su poca representatividad: en este artículo de Politikon se ilustra cómo su poder negociador merma cuando cada vez representa a menos trabajadores (los indefinidos, frente a los temporales, el contrato más habitual durante los últimos años). Puede que su desprestigio y sensación de debilidad surja de ahí, y que, al mismo tiempo, una mayor tasa de afiliados sindicales permita redefinir su papel mediador al modo de los sindicatos nórdicos.
Imagen | Adolfo Luján, Fotomovimiento,