Subtítulos en español de España para Roma: la polémica lingüística que llega de la mano de Netflix

Subtítulos en español de España para Roma: la polémica lingüística que llega de la mano de Netflix
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Roma, la última película de Alfonso Cuarón y torbellino de las actuales carreras a premios cinematográficos, está rodada en español con algunas partes en mixteco, una lengua del sur de México. Y como se ha visto estos días en redes sociales, Netflix da a los hispanohablantes dos opciones para verla, una subtitulada en español y otra en español latinoamericano. Es decir, en su versión original. En un caso los subtítulos transcriben y en otra “traducen”.

De “checar” a “mirar”: estas traducciones a veces hacen de refuerzo, otras veces son interferencias que entran en terreno dudoso y otras completamente innecesarias. Una sirvienta le pregunta a su jefa “¿me va a correr?”, preguntándose si la va a echar. En otra ocasión se dice, “se va a enojar tu mamá”, traducido en la película por “tu madre se va a enfadar”. También leemos “ustedes” por “vosotros”, “vengan” por “venid” y “chico” por “pequeño”. Así con multitud de ejemplos que distorsionan casi completamente lo que se dice y cómo se dice.

Se ha quejado hasta el director: ha dicho Cuarón que la opción “es parroquial, ignorante y ofensiva para los propios españoles”. El escritor Jordi Soler lo tilda de “paternalista, ofensivo y profundamente provinciano”. Mismos comentarios pueden leerse en cuentas de usuarios españoles y latinoamericanos. El mexicano y el peninsular son distintos dialectos y sociolectos de una misma lengua: el español. México, por cierto, posee el mayor número de hablantes del español del mundo.

Por qué es ofensivo: porque los españoles tenemos historia con el tema de colonizar el idioma. Para empezar, la película no se ha subtitulado para los españoles de Colombia o Chile o de los otros veinte países donde se usa este idioma de forma habitual. Tampoco para los andaluces o los gallegos. Habiendo tantos españoles distintos, se ha traducido al “español de España” que es el de Burgos, infiriendo como se ha hecho tantas veces que esta versión es la estándar, la neutral y la mejor. Tampoco está de más recordar que España sólo representa a un 8% de los hispanoparlantes del mundo.

Y sobre todo, porque ya se entiende: puntuales americanismos y localismos aparte, Roma puede ser vista por cualquier español sin necesidad de subtítulos (aparte de los que vienen ya de serie para las partes en mixteco, idioma distinto), como así indican usuarios que vieron la película sin activar subtítulos o el propio secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española, el venezolano Francisco Javier Pérez. Esta amplia, rica y diversa lengua nuestra ya nos había acercado los unos a los otros en un pasado audiovisual no tan lejano, cuando las películas infantiles se doblaban en mexicano o en aquellos años que Argenteam se colaba en los ordenadores de los piratillas.

Lo de España, lo mejor: mientras que en los países latinoamericanos se subtitulan algunos fragmentos de películas españolas que no se oyen bien (caso de Ocho apellidos vascos), aquí se siguen exhibiendo algunas películas latinoamericanas subtituladas al completo. También se ha dado el caso de escritores guatemaltecos que han llegado a nuestro país “traducidos” al español de España. El DRAE señala mexicanismos, colombianismos o argentinismos, pero no los “españolismos”. Un ejemplo de este colonialismo lingüístico es “piso”, una palabra que le es ajena a casi todos los hispanohablantes en su acepción de departamento, pero que es la primera acepción cuando la vemos en el diccionario.

Paso adelante, paso atrás: Roma también está a punto de hacer historia, ya que la han nominado no ya como mejor película extranjera, sino como mejor película en la categoría principal. Es decir, que si gana a mejor película se convertirá en el primer largometraje que lo logre en un idioma distinto del inglés. Así, mientras los estadounidenses se van abriendo a este idioma con tanta fuerza y cantidad de hablantes, en España se nos siguen dando facilidades para verlo como algo ajeno, cuando según los investigadores, tenemos un 97% de palabras comunes.

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