Por 0.25 puntos: ¿qué dice la famosa Ley de conservación de Lavoisier? Que la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. Exactamente la misma ley se aplica a la picaresca estudiantil, y estos tiempos de coronavirus, en los que millones de jóvenes tienen que seguir la evaluación del tercer trimestre de forma online, están siendo el mejor ejemplo empírico para confirmar su vigencia.
Colocar en el buscador de Milanuncios las palabras “resuelvo examenes online” da decenas de resultados. Muchos de estos anuncios no pasan demasiadas horas subidos, pero el estudiante interesado puede tener suerte y encontrar al suplantador que mejor le conviene. “Primaria secundaria resuelvo exámenes online ciencias letras”, se anuncia Lore. “Realizo por usted de forma online sus exámenes de derecho civil tipo test. experiencia de más de 20 años en la enseñanza. seriedad y compromiso. sólo necesito saber la fecha del examen y la hora”, dice JL.
Unos franceses, los más caros, dicen tener referencias en todo el país. Abundan los que dicen ser estudiantes de últimos cursos de universidad dispuestos a ayudarte en tus evaluaciones de bachillerato. “Ahora los exámenes en vez de presencial, se hacen desde casa, aprovecha”, nos anima Álvaro.
Del impostor a distancia a las llamadas grupales: la chuleta se reinventa
¿Cómo lo hacen? Al ponernos en contacto con uno de ellos nos explica que en el momento en el que se nos haga el test tendremos que mandar las preguntas y antes de que se acabe el plazo nos da las respuestas. Si se registran nuestros movimientos y audios con una webcam durante la prueba el truco es decirle a alguien de tu hogar que se quede contigo durante la prueba para que sea éste el que interactúe con el tipo al que has contratado. Tu compinche in situ le manda las preguntas, esperas a que el impostor te las mande y entonces tu compañero te las dicta o te las deja ver desde algún ángulo en el que la webcam no detecte que estás copiando.
El precio medio que se maneja por estos foros es de entre 20 y 35 euros por examen.
Como siempre, en esa inteligencia colectiva para todo lo tipo de chanchullos conocida como Forocoches puedes encontrarte diversas opciones. Hay quien recomienda que uses “dos monitores clonados para que otra persona maneje un teclado y ratón mientras ve el segundo monitor y tú haces el paripé”. Para otros es tan sencillo como poner una tablet detrás de la webcam con toda la materia a consultar, y los hay que proponen triquiñuelas dignas de Misión Imposible: grabarte durante una hora haciendo como que escribes para luego emitir ese vídeo en directo durante el examen que tú te pasas consultando en Internet con toda la tranquilidad.
Pero en realidad la de la grabación de vídeo es la fórmula más excepcional. Como nos cuenta Iber, estudiante de 2º de la ESO en Santander, en su clase no necesitan adentrarse en esas complejidades. Dado que son menores de edad su colegio no parece estar autorizado a grabarles. Sus profesores han optado entonces por meterles a todos en Google Meet. Quedan a la misma hora, la profesora les da las preguntas y luego el tiempo corre y durante un tiempo ajustado tienen que rellenar las preguntas tipo test. “Entonces la profesora se va del chat y lo que hacemos es activar los micrófonos. ‘¿Oye qué tienes tú para esta pregunta?’, ‘¿y para esta otra?’. Es muy muy fácil”. Como nos confirman los profesores entrevistados, los exámenes tipo tests son los más extendidos en estos momentos.
Pablo Barquero, estudiante de Bachiller, se ha grabado haciendo trampas durante uno de sus exámenes virtuales para que veamos cómo funciona. Les dan media hora (un tiempo verdaderamente escaso) para que resuelvan las 30 preguntas, aunque sean de test. Como el examen se hace de forma sincronizada para todos los alumnos de la clase, él y otros dos amigos se han conchabado para repartirse un número reducido de preguntas cada uno y, durante la prueba, llamarse y después poner en conjunto los resultados.
Hipotéticamente pensaban que les daría tiempo a cerciorarse de que su opción es la acertada al poder buscar en Google. La realidad es que las preguntas son complicadas y están secuenciadas de forma aleatoria para cada alumno, con lo que no pueden decirse cuál es la respuesta a la pregunta 4 o la 11, porque para cada uno de ellos es distinta. Aún así consiguen soplarse algunas y, para las que no se puede, tirarse triples. La nota es instantánea al acabar el examen. Pablo ha acertado 21 de 30. Nada mal, un 7.
Una farsa que pende de un hilo muy fino
Hace dos semanas ocurrió algo extraordinario en una clase de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la Universidad de Sevilla: todos los estudiantes sacaron un 10 pese a que esa asignatura tenía un promedio de aprobación del 60% el año antes. Tres estudiantes de Física de la Universidad de Cantabria lo llevan un poco más crudo, ya que sus profesores encontraron “evidentes indicios” de que se habían copiado los ejercicios durante la prueba online. Son dos casos de los múltiples que pueden estar ocurriendo.
Los centros y profesores más comprometidos y con mayor consciencia de cómo funciona el entorno digital está imponiendo a sus alumnos mecanismos de reconocimiento facial, de voz, estudio del movimiento de los ojos y control de la pantalla. Los hay también que piden que el estudiante haga un barrido de 360º de su habitación antes de empezar a escribir.
Pero es algo a lo que ni siquiera todos los evaluadores se pueden acoger. Como nos explica Cristina Ortiz, antigua colaboradora de esta página y actual profesora de secundaria en un colegio público de Murcia, “si el profesor pide que se ponga la webcam se está echando un órdago”, porque “no se puede exigir que el alumno disponga de esos medios que no están recogidos en la Ley de Educación. Si el alumno se plantase no podría obligarle”.
Este enorme reto logístico del modo de examinación tanto para la enseñanza obligatoria como para la superior ha quedado en manos de cada centro, con lo que los estilos y programas son muy variados. Los estudiantes tampoco son ignoran el panorama, y por ejemplo el Consejo de Estudiantes Universitario del Estado (CEUNE) ya protestó por el hecho de que la vigilancia telemática puede “atentar contra la intimidad de las personas".
Es por todo esto que las instituciones han dado orden de hacer una adaptación a las circunstancias actuales lo menos traumática posible. “Desde la Consejería de Educación han dicho que para la ESO hay que aprobar a todo el mundo salvo los casos más sangrantes, de aquel que típicamente deja más de seis asignaturas al año. Se están enviando cuadernillos de trabajo y trabajos varios… y claro, se está intentando poner un poco de filtro con exámenes orales o escritos. Lógicamente sabemos que los alumnos están haciendo todo tipo de trampas, pero estamos todos los profesores calladísimos, manteniendo esta farsa, para que no se den cuenta de que el rey está desnudo”.
Flory, profesora de biología para alumnos de 4º de la ESO, no lo ve tan negro. En su caso están haciendo los exámenes vía Google Forms con una de las herramientas que apuntábamos, que agita las preguntas para que se ordenen para cada alumno de forma aleatoria. “Son 45 preguntas para 60 minutos. Evidentemente tendrán el libro delante, pero, aunque estén conectados en Skype comentando las preguntas entre sí, sí tienen que leer bien y ver si hay más de una respuesta correcta tampoco tienen mucho tiempo de buscar. Los resultados son similares a los que se estaban dando en las anteriores evaluaciones en clase”.