Desde que iniciara su carrera en solitario a principios de la pasada década, Beyoncé se ha convertido en algo más que un artista multinacional con una audiencia millonaria. Se ha convertido en un icono. El talento y la valía de pocas figuras públicas generan tanto consenso como el de Beyoncé en Estados Unidos. Es admirada por su audacia artística (tangible, al contrario que la de otras figuras mainstream), y alabada por su pericia mercantil. El último ejemplo lo prueba.
Ven, Bey. La historia se remonta a 2015, cuando Uber consagró su reinado sobre la movilidad urbana estadounidense. La firma deseaba celebrar su estelar curso mediante un concierto privado para todos sus empleados. La elegida, Beyoncé. El montante ofrecido: $6 millones, cifra de estratosféricas proporciones para cualquier ser humano viviente cuyo nombre no sea Beyoncé. ¿Su reacción? Declinar amablemente la propuesta.
Contraoferta. Beyoncé terminaría actuando en el evento, pero lo haría fijando sus propias condiciones. En lugar de pedir una compensación monetaria de relativo valor añadido para su arcas (su fortuna y la de su marido, Jay-Z, se estima en más $1.200 millones), exigió una remuneración en acciones. Uber aceptó. El movimiento aseguró a Beyoncé un pequeño porcentaje de una compañía irremediablemente al alza.
Cuatro años después. ¿Cómo de inteligente fue aquella decisión? Avancemos cuatro años en el tiempo. Tras una década de crecimiento consolidado, Uber salió a bolsa la semana pasada a través de una IPO de más de $8.000 millones, a $45 la acción. Se trata de una de las entradas públicas más notables de los últimos años, pese a su caída inmediata y pese a las turbulencias financieras que acechan a la compañía.
¿Y cuánto valen ahora las acciones de Beyoncé? Mucho más de $6 millones.
Ganancias. Hay cierta disputa en torno a las cifras. Una de las historias más compartidas durante las últimas horas habla de $300 millones. Es una presunción aventurada y parte de una base errónea: Beyoncé no cobró seis millones de acciones de Uber, sino un paquete de acciones valoradas en $6 millones. Es un detalle crucial, que rebaja sus ganancias sustancialmente: de los $300 millones viralizados a los más probables $9.
Sigue siendo muchísimo dinero (un 50%), pero no una cifra astronómica.
Otras inversiones. Beyoncé no fue la única celebridad interesada en el crecimiento temprano de Uber. Ashton Kutcher posee una parte de la compañía desde 2011. Lance Armstrong, otrora deportista más acaudalado de Estados Unidos, puso $100.000 en 2009, durante las primeras rondas de financiación de Uber. De haber retenido las acciones, hoy aquella suma se habría transformado en unos $30 millones (Armstrong afirma haber ganado el dinero suficiente para "salvar a su familia" de su ruina).
Los ejemplos son variados. Hubo una auténtica batalla por invertir en Uber. Para Beyoncé y Jay-Z, el pan de cada día. Su última actuación en el Coachella sólo le reportó $4 millones. ¿Por qué? Parte de sus emolumentos se cobraron en forma de los derechos para un documental de Netflix... Por $60 millones.
Imagen: Timothy McGurr/AP