Miles de millones de personas consumen café diariamente. Da igual si se hace por sus propiedades, porque es una bebida social en las cafeterías o como epicentro de una rutina personal diaria, los cinco minutos que dedicamos exclusivamente a preparar esa bebida que nos encanta sin pensar en nada más. Ahora bien, pese a lo popular que es, no en todos los lugares se puede cultivar café.
Las plantaciones de café necesitan unas características de humedad, temperatura y elevación muy concretas y es algo que aplica tanto al café más comercial como a las variedades tan exóticas como el café Geisha. Y, hablando de café gourmet, tenemos que hablar del café canario: el café de Agaete que es único en Europa.
¿Casualidad?
De forma similar a lo ocurrido con el mencionado café Geisha, el café de Agaete se descubrió por accidente. O por casualidad, si prefieres vestirlo de esa manera. Agaete es un municipio del noroeste de Gran Canaria cuya economía ha dependido tradicionalmente de la pesca y la agricultura para el autoconsumo (hasta la llegada del turismo y el auge del sector terciario).
Está rodeado por montañas y las plantaciones del sector primario eran de frutales subtropicales como plataneras, naranjos, papayos y mangos. El suelo de origen volcánico, además, era ideal para estos cultivos, pero también se han mostrado idóneos para los cafetos.
Las semillas cafeteras no llegaron volando a la isla, sino que se introdujeron en un punto de la primera mitad del siglo XIX desde Tenerife y los agricultores no les daban un trato especial: se cultivaron como otro frutal subtropical más. Pero algo ocurrió: los cafetos buscaban la sombra de los árboles frutales y esa temperatura media de 23 grados durante el día, con 17 grados de noche, sumado al suelo volcánico, no parecía sentar mal al arbusto.
Era, como el de muchos otros cafés, un proceso muy artesanal. Cuando era época de recolección, las bayas se secaban en las azoteas de las casas, se desgranaban a mano y luego se vendían en tiendas de Agaete. Era escaso y no se le hacía caso fuera de la región, pero en 2006, los agricultores decidieron que eso debía cambiar.
Quién sabe si por su confianza o por los beneficios del café de especialidad, los propietarios tostaron y envasaron paquetes de 250 gramos con la marca 'Café de Agaete' y empezaron a comercializarlo. Desde entonces, se ha convertido en un café muy apreciado por su gusto achocolatado y resulta hasta extraño que haya conseguido perdurar hasta nuestros días.
El motivo es que todo el proceso sigue siendo muy manual y tedioso, pero además, aunque las precipitaciones y la temperatura media acompañan, la altitud es de unos 400 metros sobre el nivel del mar como mucho, cuando lo ideal es que estas plantaciones se sitúen entre los 800 y 2.100 metros.
Si ya es especial por estas condiciones y por su tradicional manufactura, hay que sumar que se trata de la variedad typica, una de las más antiguas del café arábica, una especie menos resistente que el robusta (que es la variedad que refiere una altura más similar a la del café de Agaete, entre los 500 y 1.200 metros), por lo que es de admirar que haya perdurado cuando, al principio, no se prestaba la atención idónea para esta variedad de café.
De hecho, hace unos años, en un artículo llamado "El milagro del café de Agaete", pudimos ver que el rendimiento de las plantas era extremadamente baja, con una producción de sólo 5.000 kilos en todo el valle y con unas condiciones extremas debido a que Gran Canaria se encuentra en la zona más norte del 'cinturón del café'. Es decir, no debería poder ser viable el cultivo de esta variedad arábica typica, pero, curiosamente, lo es.
Calentamiento global, calienta que sales
Ahora bien, aunque el café de Agaete es único, puede que si las temperaturas medias siguen aumentando, pronto haya otros contendientes, y más cerca del continente europeo. De hecho, el calentamiento global está haciendo realidad el sueño de los cafeteros italianos, que tras más de un siglo intentando plantar café y soñando con tener cosechas estables, están viendo que sus plantaciones, por fin, dan frutos.
Concretamente, se está dando en Sicilia. En 1905 plantaron 25 plantas y fracasaron: el invierno se las llevó por delante. En 1911 volvieron a la carga, pero una helada acabó con la plantación y, tras unos años de espera, en 1940 volvieron a intentarlo. Aquí consiguieron 'agarrar', pero lo interesante es que, en 2018, 66 plantas dieron una producción de 30 kilos.
Es una cifra ridícula, pero simbolizaba un cambio y, además, lo increíble (según sus responsables) es que esas plantas habían crecido al aire libre fuera de invernaderos y sin usar pesticidas. De hecho, sus responsables afirman que "está claro que la emergencia climática y el consiguiente aumento de las temperaturas han jugado un papel decisivo en la floración de las plantas en Sicilia" y, aunque aún no tienen algo como el café de Agaete, confían en poder crear un "café de kilómetro 0" más pronto que tarde.
Y no es la única zona que, junto a Agaete, desafía las 'normas' de altitud para el cultivo de los cafetos. En Australia se está logrando cultivar café en un rango de altitudes que va desde los 15 a los 900 metros. Y en California se está haciendo lo propio en unas altitudes de 180 metros. ¿Peligra el 'cinturón del café'? En producción, al menos por el momento, no, pero demos unos 60 años más a este ritmo de aumento de temperaturas… y veremos qué ocurre.
Imágenes | Turismo de Gran Canaria, Noyolcont, Islas Canarias
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