Las calles de Grecia reflejan hoy una estampa antaño familiar: miles de personas protestando por la nueva reforma laboral del ejecutivo. Agotados los años más duros de la crisis, la economía griega sigue renqueando. La tasa de paro supera el 15%, uno de los porcentajes más alto de la Unión. Puede que el rescate financiero sea cosa del pasado, pero el país sigue necesitando reformas. O al menos eso piensa el actual gobierno, controlado por Nueva Democracia, el principal partido conservador.
Reformas bastante drásticas.
A las 10. La medida estrella del ejecutivo, y también la más polémica, es el aumento de la jornada a las 10 horas diarias. El nuevo marco laboral permitiría a los trabajadores negociar con sus empleadores jornadas extendidas, por encima de las históricas 8 horas, a cambio de compensaciones futuras. Hoy trabajo más, dentro de unos meses me cojo el tiempo libre que me debes. El acuerdo sería individual, entre el empleado y la empresa, y no implicaría cobros extraordinarios. Tan sólo se trataría de un reajuste del horario semanal.
Más detalles. Hay más propuestas, aunque la mayor parte de manifestaciones hoy caminen tras pancartas en defensa de las 8 horas. La bolsa de horas extraordinarias, cobradas, se aumentaría a las 150 horas anuales (por contextualizar: en España no pueden superar las 80); y los trabajadores adquirirían un "derecho a desconectar" a imagen y semejanza del aprobado en Francia o en Italia o del estudiado aquí. Sus empleadores no podrían exigirles asistir a reuniones, atender el correo o realizar tareas de apariencia liviana fuera de las horas de trabajo.
Justificación. El gobierno defiende su reforma como una forma de actualizar y reforzar los derechos de los trabajadores. En palabras del primer ministro, Kostis Hatzidakis, "corrige las injusticias del pasado". Hatzidakis justifica las medidas por la naturaleza "anticuada" de la regulación laboral griega, anclada en 1982. En tiempos de teletrabajo e Internet, la reforma incentivaría la flexibilidad, permitiendo distribuir la bolsa de horas de cada trabajador a lo largo del año (un poquito más esta semana, un poco menos la siguiente).
Problemas. Son numerosos. Como argumenta un portavoz sindical, "la iniciativa abole la jornada de 8 horas y reduce los derechos de los trabajadores". La reducción de horas de trabajo fue uno de los pilares del movimiento obrero. El objetivo siempre fue limitar el tiempo dedicado, no aumentarlo. Hay otro factor: la reforma pone el acento en el acuerdo individual, donde el trabajador, en solitario, siempre tiene menos palanca de negociación. Sin procesos colectivos, creen los sindicatos, las empresas tienen todas las de ganar, facilitando imposiciones.
Dicho de otro modo: sobre el papel está muy bien mover tu bolsa de horas, trabajar más un lunes para librar un poco antes el viernes. En la práctica se cometerán abusos que harán de las 10 horas la nueva normalidad. El gobierno asegura que monitorizará el tiempo dedicado por cada trabajador mediante una "tarjeta de trabajo digital" (similar al control horario introducido por el ejecutivo español el año pasado).
A la contra. Ante todo, la medida griega es sorprendente porque la tendencia internacional va en dirección contraria. Desde Suecia hasta Reino Unido, pasando por Finlandia o Canadá, hay más pilotos para descubrir qué pasa si trabajamos menos (6 horas, cuatro días a la semana, no trabajar nada en absoluto) que a facilitar más. Una lógica impulsada por la automatización y robotización de gran parte de la economía. Grecia responde a los conflictos laborales futuros... Regresando a las 10 horas diarias, una legislación laboral abolida en Europa en torno a 1919.
Imagen: Zuma/GTRES