"El diablo ya está aquí". El 23 de febrero Charles Chiu, un investigador de la UCSF, dijo estas palabras en una entrevista en el The Los Angeles Times sobre la variante californiana del coronavirus. La frase recorrió las portadas de medio mundo, pero conforme pasan los días no es esta "cepa" la que realmente preocupa a los expertos.
Ahora mismo, todas las miradas se centran un Brasil que no solo está sufriendo cifras récord de fallecidos (por encima de las de la primera ola), sino que se ha convertido en la placa de Petri donde la variante P.1 crece rápidamente y se muestra más trasmisible y evasiva que las mayoritarias en otras partes del mundo.
La pandemia en Brasil: ni orden, ni progresos
Lo que sabemos de la variante En los últimos días, investigadores de la Universidad de Sao Paulo, el Imperial College London y la Universidad de Oxford han hecho público un trabajo (aún pendiente de publicación) que hace una radiografía bastante precisa de las verdades que se esconden detrás de la famosa variante brasileña que ya se encuentra en más de 20 países del mundo.
El equipo secuenció el virus y encontró 17 mutaciones características de esta variante. Es decir, encontraron "un número inusualmente grande" de mutaciones en comparación con el resto; algunas de ellas que afectan a la proteína de pico parece que pueden facilitar la entrada a las células humanas. Esto ha permitido averiguar que la variante lleva en los alrededores de Manaos desde noviembre de 2020, pero sobre todo dibuja una cepa más transmisible y más evasiva que las que conocemos.
¿Qué significa esto? Por un lado, los datos apuntan a que la variante P.1 es entre 1,4 y 2,2 veces más transmisible que los linajes estándar. También señalan, y esto es mucho más problemático que lo anterior, que es posible que la nueva variante evada entre el 25 y el 61% de la inmunidad resultante de infecciones previas. O lo que es lo mismo, parece probable que esta variante produzca un escape inmunológico parcial: las reinfecciones serían más probables, la inmunidad sería menos fuerte.
En cuanto a los datos de mortalidad, el estudio también da malas noticias. Se habla de un aumento de entre una 1,1 y 1,8 veces. Sin embargo, estos datos son mucho menos fiables. El sistema sanitario de Manaos se colapsó y, como hemos aprendido de la peor manera posible, en estas circunstancias estimar la mortalidad de una enfermedad es una misión imposible. Es verdad que esto afecta a todo el estudio: la pobreza, la falta de recursos y la saturción hospitalaria convierten cualquier brote en un infierno, pero es especialmente cierto con la mortaldiad
Un freno (relativo) al optimismo No debemos olvidar que los datos son provisionales, pero tampoco que se tratan de los mejores que tenemos. Los datos previos tenían enorme problemas metodológicos y eso ha impedido analizar la "cepa" como se merece; no obstante, es indiscutible que desde hace semanas las noticias sobre las variantes sudafricanas y brasileñas vienen empañando el optimismo que las vacunas habían generado entre los expertos.
Si estas malas noticias se confirman, el virus encuentra formas de saltar nuestra inmunidad y la pandemia sigue en marcha mucho más tiempo, la posibilidad de que el virus se convierta en algo endémico dejará de ser un temor para convertirse en una realidad con el costo en vidas que ello conlleva.
Imagen | Marilia Castelli
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