Hoy en día, las personas generamos grandísimas cantidades de datos a través de los smartphones, ya lo sabemos. Son dispositivos que interactúan con nosotros durante prácticamente todas nuestras actividades diarias y, por si fuera poco, tienen capacidad para registrar todas ellas.
Un equipo de investigadores británicos ha conseguido desarrollar un framework que permite evaluar características personales sutiles como en nivel de estrés o el estado emocional con la información que recogen a día de hoy y por defecto nuestros teléfonos móviles.
Hace mucho tiempo que sabíamos que con sólo conocer las relaciones entre distintas personas podíamos averiguar el contenido de los mensajes que se mandaban sin tener que leerlo. Victor Serge, en 1925, hizo un análisis de las técnicas de la policía zarista para controlar a los revolucionarios.
Según Serge, no se centraban tanto en el contenido de las cartas, como en quién mandaba cartas a quién. Así podían conocer la red e inferir muchas cosas sin tener que dedicar esfuerzos ingentes a leer y descifrar la correspondencia de todo el mundo. Este sencillo principio, se puede aplicar también a los teléfonos móviles: con muy poca información podemos saber centenares de cosas.
Nuestros teléfonos se han convertido en computadores muy potentes capaces de capturar casi cualquier actividad social, incluyendo las interacciones cara a cara (Miluzzo, 2008); controlan la ubicación del usuario y, con ayuda del acelerómetro, (Ravi, 2005) se puede controlar con facilidad actividades como correr, caminar o viajar en el transporte público (o, cómo veremos, cosas mucho menos evidentes como nuestro nivel de estrés). No sólo eso, si sumamos el procesamiento de señales de audio, se puede extraer información completísima de nuestro estado de ánimo al momento (Lu y Rabbi, 2005, Rachuri, 2009). Además, hacen seguimiento de nuestro horario diario utilizando los calendarios digitales y de nuestras experiencias, opiniones o emociones gracias a las redes sociales.
Toda esta información abre la puerta a responder muchas de las preguntas que nos hemos hecho desde hace cientos de años. Y el estudio del que hablamos hoy investiga algunas de ellas tratando de desarrollar un algoritmo para detectar y evaluar el comportamiento humano complejo utilizando datos de sensores que ya recogen nuestros teléfonos móviles por defecto. Para ello, se trataron de identificar patrones durante las horas de trabajo, ejercicio o socialización de un grupo de usuarios.
Muchos de los resultados son evidentes y ya los conocíamos: el ejercicio o pasar tiempo fuera de casa o del trabajo hace que mejoren los niveles de estrés. También es curioso (aunque, reconozcámoslo, no del todo inesperado) que los niveles de estrés bajen también en el trabajo siempre y cuando la jornada sea más corta de lo habitual. Por otro lado, encontraron que no todos los factores nos afecta por igual a todos. Las personas más extrovertidas se benefician más de pasar tiempo fuera de casa, mientras que las personas menos estables emocionalmente se benefician más del ejercicio.
No obstante, lo interesante del estudio es que simplemente con la información extraída con el seguimiento de la ubicación y la actividad (a través del acelerómetro) se ha conseguido por primera vez desarrollar un framework válido y fiable para evaluar características personales muy sutiles como el nivel de estrés en cada momento. Y mejor incluso que los propios usuarios. Está claro que con éste potencial entre las manos los debates sobre la intimidad solo han empezado a producirse.
Imagen | pabak sarkar