Tomotaka Takahashi siempre tuvo su meta bien clara: «humanizar la tecnología». Profesor del Centro de Investigación para Ciencia y Tecnología Avanzada de la Universidad de Tokio, en 1999 fundó su departamento ROBO GARAJE bajo el auspicio de la prestigiosa Universidad de Kyoto. Desde entonces no ha cesado en su ímpetu de crear robots humanoides, con sus propias manos, componente a componente. Una suerte de Doctor Tenma llevando un paso adelante la robótica útil y, con ello, la interacción humano-máquina que vemos aplicada en RoboHoN, este robot-smartphone japonés.
Del manga a su primer autómata
Tendría apenas seis años cuando descubrió el manga de Osamu Tezuka ‘Astroboy’, inspiración germinal. Quedó tan fascinado por aquel futurista universo lleno de posibilidades que dos años después ya había creado su primer autómata, combinando ruedas, una placa sencilla, un motor y un control remoto.
Sus robots son verdaderas piezas de orfebrería: sobrios pero sofisticados, amigables y con unos movimientos más suaves y elegantes que cualquier otro robot. No en vano ha dedicado veinte años en su vida al I+D de estos humanoides —Ropid, FT, Chroino, Neon—, intentando establecer en cada paso una relación usuario-robot, yendo más allá del mero producto, del objeto haciendo la vida fácil o del juguete anecdótico.
¿Un smartphone-robot por fascículos? Así es RoboHoN
En realidad RoboHoN es un smartphone camuflado en un robot, e hijo directo de los progresos tecnológicos de Robi, aquella maravilla fabricada en 2012 que cantaba y bailaba y con la que algunos niños japoneses privilegiados pudieron jugar —incluía 210 frases de diálogo y un game mode exclusivo.
Una vez coleccionadas y montadas las setenta piezas teníamos un robot completamente funcional
Robi fue distribuido en Europa por De Agostini de una manera curiosa: a través de 70 fascículos, convirtiendo al pequeño en una didáctica lección de bricolaje.
Una vez coleccionadas y montadas las setenta piezas teníamos un robot completamente funcional. Se potenciaba así la interacción y cercanía. Para Takahashi, el logro principal radica en dotar a sus creaciones de un sentido de la armonía por dentro y fuera.
El robot en quien confiar
Un robot, según Takahashi, es alguien «en quien el pueblo debería poder confiar». Tal y como interactúan y ayudan los animales en las obras de Hayao Miyazaki —Totoro en Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro) o el gato Jiji en Nicky, la aprendiz de bruja (Majo no takkyūbin)— Takahashi cree que los robots serán las próximas mascotas, dispositivos inteligentes que «establezcan relaciones de confianza con sus usuarios hasta el punto de conversar emocionalmente, de corazón, con ellos».
Aunque ha trabajado produciendo juguetes a bajo coste, como la serie Manoi, robots bípedos para la Kyosho Corporation, sus principales esfuerzos orbitan hacia el robot familiar.
Humanizar la relación con los gadgets
Tanto Robi como RoboHoN pretenden «humanizar la comunicación e interacción con los gadgets», contribuir a que una vida entre humanos y autómatas sea algo absolutamente normal. Millones de ventas del primero le auspician. Sus sensores de movimiento detectan la presencia humana y su placa de reconocimiento de voz memoriza a sus personas cercanas, pidiendo contraseña a quienes desconozca.
Convivir con un robot a través de la rutina doméstica lo convertirían en una extensión de nuestras posibilidades como especie
Actualmente, nadie se cuestiona el uso del coche como transporte diario, simplemente ha penetrado en nuestro día a día. Convivir con un robot a través de la rutina doméstica, de los quehaceres más cotidianos, lo convertirían en una extensión de nuestras posibilidades como especie.
Comercializado por el gigante japonés Sharp, RoboHoN lleva en su interior un smartphone Android con conectividad 4G LTE, haciéndose cargo de las llamadas en modo altavoz, recordando alarmas o citas y gesticulando como si fuera él mismo quien está al otro lado de la línea. Susurra si te lo llevas a la oreja y toma fotos mediante comandos de voz con la cámara situada en su ojos, que hace las veces de capturadora, grabadora de vídeo y proyector. Y lo mejor: si le dices sígueme, te sigue.
Con RoboHoN nunca más daremos el móvil por perdido. ¿Qué mejor forma de introducirse en los hogares que mediante el objeto centro de acción de cualquier persona en este siglo?
Otros robots lo intentaron antes
¿Recuerdan el Nabaztag? Aquel conejito, diseñado para Violet por el libanés Rafi Haladjian y el francés Olivier Mével, irrumpió en el 2006 reventando todos los pronósticos: con apenas tres minutos de entrevista en CNN, la empresa recibió 350.000 pedidos.
Los proyectos de Aldebaran Robotics comparten, curiosamente, elementos de la tecnología inventada y distribuida por Tomotaka Takahashi
Víctima de su propio éxito, los años lo redujeron a mera anécdota y en 2011 dejaron de recibir soporte. Nabaztag ofrecía datos en tiempo real de la Bolsa, daba previsiones meteorológicas y difundía información tal como el tráfico en una ciudad, aparte de leer el correo en una decena de idiomas y hacer las veces de crono o temporizador.
La británica Mindscape rescató a Violet de la quiebra absorbiéndola y transformando aquel conejito en Karotz, mismo bicho WiFi pero con cámara web. Mindscape a su vez fue absorbida por Aldebaran Robotics, compañía de robótica con sede en París. Popularmente conocida por ser la creadora de la robot educacional Nao, sustituta del perrobot Aibo de Sony en el concurso internacional Robocup, los proyectos de Aldebaran Robotics comparten, curiosamente, elementos de la tecnología inventada y distribuida por Tomotaka Takahashi.
Fuera del marketing puro, como aquel BB-8 presente en Star Wars VII: The Force Awakens o el Interactive R2-D2 que podríamos encontrar en cualquier Toys 'R' Us, Takahashi considera que para triunfar hay que apelar a la amistad. Como la confianza propia entre los miembros de un hogar.
Ya en 2012 Olivier Mével, cocreador del citado Nabaztag, fundó ReaDIYmate junto a dos socios para poner a la venta un juguete que sirviera a los niños de puente entre un cuaderno y un PC, origamis de papel con tripas electrónicas para entrar a Internet de manera amigable. Su Kickstarter fue un éxito moderado que ya nadie recuerda.
El internet que todo lo conecta
Desde los viejos dispositivos meteorológicos de Ambient Devices hasta el Apple Watch, pasando por los nuevos cacharros de Realidad Aumentada como las Google Glasses, los cascos VR Oculus Rift o Microsoft HoloLens, los gadgets cada vez están más presentes en nuestras vidas. Es, sin duda, el mejor momento para el éxito de RoboHoN. Y todo esto tiene un nombre: el internet de las cosas.
Infografía de los dispositivos conectados para 2020 según la GSMA. Fuente: [GigaOm](https://gigaom.com/2011/10/13/internet-of-things-will-have-24-billion-devices-by-2020/).
Este concepto promovido por Kevin Ashton a través de su laboratorio Auto-ID, refiere a la interconexión digital entre objetos e internet, señalando a ese punto donde habrá más objetos conectados que personas.
En la actualidad hay más de 9.000 millones de dispositivos conectados a Internet. Se calculan 24.000 millones en 2020; de ellos, 12 millones de teléfonos móviles
Podríamos decir entonces que estamos en las ciudades de las máquinas, donde la Inteligencia Artificial supera en número a la biológica. Esta mentalidad, ciertamente, siempre existió. En la 'Ilíada' se retrata cómo Hefesto buscaba mejorar su tecnología. Dios del fuego y de la forja y adorado patrón en todo centro industrial y manufacturero de la antigua Grecia, Hefesto creó trípodes que se movían solos y fuelles que operaban de manera independiente. Una obra de 2700 años de antigüedad donde ya se ponía de manifiesto la Inteligencia Artificial por medio de progreso científico, poleas y engranajes. Nada de magia.
Takahashi y Hefestos —o bien su análogo japonés Kagutsuchi, deidad del fuego, símbolo del progreso— comparten ese interés por la domótica, el avance a través de objetos cotidianos como podrían ser un reloj, un termostato o, en pleno 2015, un smartphone robotizado.
En la actualidad hay más de 9.000 millones de dispositivos conectados a Internet. Se calculan 24.000 millones en 2020; de ellos, doce millones de teléfonos móviles, según las estadísticas del GSMA, el grupo global comercial de la industria móvil. Lógicamente, el internet de las cosas va más allá del smartphone: transportes inteligentes, TV’s, consolas, marcos de fotos o tablets e incluso, por qué no, juguetes como el droide Sphero BB-8.
Japón: cultural y socialmente enfrentada
A Takahashi le gustaría convertirse en el «Steve Jobs de los robots», ser como él no solo en el campo de la robótica sino en un estrato social-religioso, emplazándonos a una relación más fuerte entre robot y usuario de la que ya tenemos con un teléfono convencional.
Esta conexión desea que vaya más allá de lo práctico: si, por ejemplo, van a presentarnos un nuevo compañero de trabajo, RoboHoN recaba información en internet y nos pone en contexto de sus aficiones y gustos comunes. Conceptualmente, este robotphone pretende allanar la relación que sentimos con la tecnología en la vida diaria y, por extensión, con nuestros iguales.
Takahashi cuenta con sus propios hitos mundiales. En mayo de 2008 presentó Mr. Evolta, un pequeño y entusiasta bichejo de apenas siete centímetros que, equipado con únicamente dos baterías AA EVOLTA y una cuerda fija, ascendió una de las gargantas del Gran Cañón del Colorado: 530 metros en 6 horas y 46 minutos, estableciendo así un Récord Guinness en cuanto a la duración de sus pilas.
El segundo hito lo logró con Kirobo, en 2013. Se trataba de un robot con reconocimiento de voz y facial, procesamiento de lenguaje natural, síntesis de voz y gestos, y funciones de telecomunicaciones como grabación de audio y vídeo. Permaneció 18 meses en la Estación Espacial internacional a 414 kilómetros de altitud. Sus primeras palabras fueron «desde arriba, la Tierra brilla como un LED azul». Sólo el famoso Robonaut de la NASA ha podido plantarle cara. Pero este, por desgracia, no da ni los buenos días.
La salud —o el temor a perderla— y la robótica en Japón van de la mano. Asimo, el genial androide bípedo fabricado por Honda con casi dos décadas de veteranía, que igual te conduce una orquesta que, como este otro, te protagoniza una ópera, fue concebido bajo la mirada de accidentes nucleares como los de la Planta Monju en 1995 o los dos acaecidos en Tokaimura, en 1997 y 1999 respectivamente. Asimo podría entrar en una zona afectada y obtener muestras, separar componentes y esclarecer así este tipo de catástrofes.
La salud —o el temor a perderla— y la robótica en Japón van de la mano
El mejor ejemplo de esta comunión se da en la medicina robótica, potenciada en la última década como nunca antes. Mejor visión, mayor precisión, análisis tridimensional, un rango de movimientos milimétricos para acceder a zonas del cuerpo especialmente difíciles para cirugías abiertas.
Walt Disney Animation Studios rescató del ostracismo hace apenas un año una obra de Marvel Comics que databa de 1998: Big Hero 6 fue un éxito de crítica y público. En ella aparece Baymax, un robot enfermero de aspecto amable que tiene como única meta ayudar y velar por el estado de salud de su persona de confianza. Y, claro, da muchos abrazos. Ríete de las tres leyes de la robótica de Asimov. Baymax es creado por Hiro Hamada, niño prodigio en la ficción tal y como Takahashi en la realidad. Los dos comparten, de hecho, influencia con el secular Astroboy.
Japón es un foco cardinal clave, experimentado como ningún otro en semiótica y robótica. Quién mejor que ellos para introducirlos en nuestras vidas a través del gadget rey: el móvil. Nadie sabe a ciencia cierta cómo serán los smartphones del futuro. Lo que sí es cierto es que su silenciosa revolución se estancó hace algunos años, sin aparentes progresos desde el clave iPhone de Apple. Tal vez sea este el nuevo nuevo escalón que estábamos esperando.
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