Elon Musk ha sido considerado poco menos que el Tony Stark del mundo real. Sus chistes en Twitter y sus proyectos inesperados se han convertido en un día a día de la comunidad tecnológica. Y desde que su Sedan Model S de Tesla ganase en 2012 el “Motor TrendCar”, su interés por los medios de transporte ha sido total.
Hyperloop, su sistema basado en tubos de vacío, fue presentado en 2012 bajo el auspicio de una de sus compañías, SpaceX. Desde entonces, entre patentes aprobadas y pruebas privadas, el proyecto se ha convertido más en plataforma que en ese famoso transporte que viajaría a 1.200 km/h —y que no veremos en marcha hasta 2020, según Musk—. Las cápsulas se diseñarían a partir de conocimiento colectivo.
Y el concurso, Hyperloop Design Weekend, fue un éxito rotundo. Concentró, de 115 universidades internacionales, los mejores 30 equipos de ingenieros. El pasado enero se presentaron los vencedores: el equipo WARR, 37 ingenieros de la Universidad Técnica de Munich, el equipo holandés Delft, y los 28 estudiantes del MIT Hyperloop Team, a quienes podemos ver en el vídeo que aparece a continuación. La pregunta es, ¿qué conseguiremos una vez tengamos Hyperloop disponible para todos?
El transporte como metáfora
Es habitual escuchar a Musk hablando del transporte como símbolo del progreso. Su último acuerdo con NASA para los viajes privados a la Luna —comenzarán en octubre de 2018— deja el mismo regusto: viajar es creer.
Trenes bala controlados por robots e impulsados por energía atómica: así imaginábamos el futuro hace 60 años
Esto entronca con la mentalidad de ingenieros e inventores que, en los años 50, en plena Edad de Plata de la ciencia ficción, imaginaban trenes bala controlados por robots, un desbocado optimismo por la “atomic life” —¡todo funcionaría con energía atómica!— y una moda por imaginar el año 2000 como punto final del cambio.
Trenes en tubos, trenes por el aire, videoteléfonos y ciudades subterráneas: los rusos de 1957 iban un paso más allá, al situar bajo tierra el núcleo de la acción. Mención especial merecen las predicciones del magacín tecnológico Popular Mechanics. Pero, ¿cuáles de ellas se han cumplido y cuáles eran producto del enfebrecido sueño por el progreso?
Un Hyperloop de otro siglo
De hecho, ni siquiera Elon Musk puede presumir de haber inventado algo completamente novedoso. Tendríamos que remontarnos hasta 1888 y ‘Un expreso al futuro’, escrito por Michel Verne —hijísimo de Julio Verne— y publicado por primera vez en 1895. En este se retrata un ferrocarril neumático conducido por tubos subterráneos, llamadas «corrientes de aire», haciendo recorridos como un Boston-Liverpool en dos horas y 40 minutos (a 1.800 km/h).
Podríamos seguir con el escritor Robert A. Heinlein, donde ya hablaba de los “vacutubos” en 1956, en su novela Estrella doble, y posteriormente en el 'Mundo Anillo' de Larry Niven, publicado en 1970, con diseños casi calcados a los bocetos de Hyperloop.
Las carreteras infinitas de Tottenville
Una ciudad idealizada de carreteras sin curvas. Según su previsión de 1950, Tottenville sería un mundo feliz alimentado con “soles” eléctricos suspendidos desde torres de acero de 200 pies de altura, una ciudad impoluta de líneas rectas.
50 años después, si algo podemos aseverar es que la energía solar es más potente y barata que nunca. El kWh fotovoltaico cuesta menos de la mitad que el de gas natural.
Máquinas impulsadas por energía atómica
Esta predicción se venía gestando desde mediados de los años 30, con los descubrimientos de Enrico Fermi, y culminando con el Proyecto Uranio. Pero, ¿funciona el mundo con energía atómica? Aún no: la energía atómica es muy poco eficaz bajo los estándares actuales. Se generan grandes cantidades de energía y se desaprovechan enormes cantidades de energía.
Aún así, países como Francia dependen imperiosamente de ella: el 76% de la energía que generan nace de sus centrales nucleares. Y con más de 4.000 millones de toneladas de uranio en el fondo de nuestros océanos, la energía atómica se antoja una alternativa real para el futuro. Pero para el nuestro, no el de 1950.
El tren eléctrico-trambóliko de 1910
Ya en 1910 se imaginaba cómo sería el tren eléctrico: una suerte de cabina con ruedines sobre rieles similares a los actuales. ‘En L’An 2000’ eran una colección de postales ilustradas por Jean-Marc Côté y otros dibujantes franceses de la época.
Mucha space opera y mucho pulp aristócrata pero sí: tenemos trenes bala desde 1964, trenes de alta velocidad que baten récords de 603 km/h, silenciosos y cómodos, de tipo maglev (de levitación magnética), y monorrieles urbanos ecológicos.
Circulando por encima del tráfico
La ilustración superior, de Giovan Battista Carpi y Claudio Mazzoli, se corresponde al libro ‘Retro-futurism in French Children’s Encyclopedias, 1945-1975’. Esta en concreto es de 1971. Como decíamos, desde hacía dos décadas se venía especulando con monorrieles imposibles. El cénit de este sueño llegaría con ciudades estilo Futurama copadas de tubos y carreteras sobre carreteras.
¿Existe? Sí, desde algunos meses y seguún su gobierno salió bastante económico. En China cuentan con el TEB-1, un bus de 22 metros de largo con capacidad para 300 pasajeros que aspira a circular por grandes ciudades como Nanyang, Qinhuangdao, Shenyang, Tianjin y Zhoukou.
El mapa y el territorio
Si miramos un poco hacia delante, el informático Nicholas Negroponte concibió los mapas detallados basados en imágenes, adosando una cámara al frontal de un camión. En pleno estallido de fotografía tridimensional, este equipo pensaba que en algunos años tendríamos el planeta entero cartografiado, para poder verlo desde cualquier pantalla.
Larry Page, CEO de Alphabet —la principal subsidiaria de Google— cogió esta idea y en pleno 2003 inventó Street View. Tal vez no podamos ver el planeta al completo, algunos gobiernos son más celosos que otros, pero sí podemos decir que se ha cumplido con creces. Y de lo que falte por mapear ya se encargarán los drones.
Los trenes del pasado
Con tanta ciencia ficción convertida en realidad igual crees que los transportes de los años 40 y 50 eran una verdadera apoteosis tecnológica constreñida por falta de materiales o herramientas adecuadas. Nada más lejos: los trenes del pasado eran altamente contaminantes, ruidosos y pesados.
Cumplir cualquier fantasía tecnológica parece cuestión de tiempo
Dos siglos después de los primeros trenes —o 150 años de hitos como el primer ferrocarril transcontinental de Estados Unidos— buena parte de los augurios futuristas se han visto cumplidos. Y, los que no, se han diluido por pura practicidad o viabilidad económica.
Tendremos que esperar hasta 2020 para ver la promesa de Hyperloop convertida en infraestructura comercial, fecha límite también para algunos coches autónomos. En cualquier caso, mirar al pasado arroja perspectiva: cumplir cualquier fantasía tecnológica parece cuestión de tiempo.
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